martes, 26 de abril de 2016

De la Ingravidez del Ser - GALERÍA: Jeff Robb (III)





Porta la mujer la semilla de lo divino en su ser,
y esto es tan cierto como que el resplandor
de la intensa radiación que tal semilla emite
aflora a través de su cuerpo con toda la sensualidad
de la voluptuosa forma con que se expresa su naturaleza.
Pensamientos Últimos. Héctor Amado

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De lo divino del cuerpo femenino (en el arte)

.....Pocos dudan a estas alturas que lo divino no es algo ajeno al ser humano, sino que, de alguna forma, en éste lo divino está más o menos presente, bien por medio de ese nexo de unión que es la inteligencia —y su funcionalidad, la razón—, bien como mera intuición —conciencia inefable de su existencia. Los fundamentalistas monoteístas lo niegan, los panteístas paganos también, pero lo cierto es que ya desde los albores del filosofar occidental —véase griego— algunos sofistas presocráticos lo barruntaban. Así Tales de Mileto, Anaximandro, Heráclito, Demócrito o el metafísico Parménides —creador del concepto de "ente" o "ser"—, por citar sólo a cinco filósofos de gran influencia no sólo en el mundo antiguo sino en el ámbito del pensamiento occidental posterior, hacían recaer el origen de todo en un elemento, elemento que lo impregnaba todo y del cual todo procedería; dando, así, a entender que tanto los dioses como los mortales participaban de una misma sustancia —y, por tanto, origen—; bien se diera en ellos —en los seres divinos— con una pureza extrema e inalcanzable para los mortales (salvo casos excepcionales en que un mortal podía optar a la categoría de la divina inmortalidad por obra de sus sublimes y ejemplares actos; a instancias eso sí, de los divinos seres y con el reconocimiento de los mortales).

.....Spinoza lo sancionaría casi dos mil años después, y las teorías más experimentales de la ciencia actual a no otra cosa apuntan sino a esto, a saber: que los dioses (uno o muchos), los hombres y las cosas (conocidas y desconocidas) están formadas del mismo polvo de estrellas. El visionario Epicuro, tan mal comprendido y tan mal parado en su disputa con los estoicos, recogiendo el guante lanzado por Demócrito, ya pergeñó un mundo semejante al que la ciencia, ahora, está sancionando. Entre las teorías forjadas en su famoso Jardín, el mal caricaturizado obseso de la hedoné ya concebía el cosmos sin principio ni fin, existente desde siempre (guante, a su vez, recogido por Nietzsche para su teoría del Eterno Retorno), y, por tanto, sin un ente creador. La naturaleza se crea y se recrea a sí misma; nada surge de la nada, todo del todo que todo es (átomos que "caen" y se mezclan eternamente en un vacío que no es tal sino espacio infinito). Para Epicuro los dioses son unos seres en todo parecidos a los humanos pero más sutiles; tan etéreos como el pensamiento, pero con forma humana; son corporales, pero viven eternamente al carecer de cuerpo corruptible; son bienaventurados pues son perfectos en su forma y en su sabiduría; carecen de la tentación del mal, por eso son dioses; y, algo muy importante, no se inmiscuyen en las cosas de los humanos (pues hacerlo significaría perder su perfección), aunque los hombres, al venerarlos, se procuran la felicidad de la que aquéllos disfrutan por naturaleza.


.....Esa divinidad que los griegos barruntaban (más allá o más acá de su Panteón Olímpico), la concibieron y la expresaron por medio de la perfección morfológica plasmada en los cuerpos escultóricos. El arte sería, de este modo, un código o lenguaje formal, figurativo, para acercarse a la concepción de lo divino. De igual manera que el mismo mármol servía para representar tanto a hombres como a dioses, los mundos de unos y otros participaban del mismo sustrato o soporte, si en el caso de los dioses, debido a su perfección, en un nivel superior (simbolizado en el Monte Olimpo). Epicuro también apuntaría a la posibilidad de existencia de otros mundos, a parte del nuestro (algo que suena a la mucho más moderna teoría del multiverso —término que ya acuñara William James en otro contexto—, que Schrödinger en 1952 y Weinberg en 2007, enunciaran/sospecharan). Teorías materialistas todas ellas, sí, pero de un materialismo sublimador, que dota a la materia de categoría transcorpórea (que es indestructible, si transformable, como la energía cuántica), subsumiendo en ella al espíritu (véase inteligencia, razón). Sin soporte no existe facultad, nos dicen tanto los intuitivos presocráticos como los más modernos físicos experimentales.

.....Y es por eso que un cuerpo perfecto en su género, una estructura orgánica compleja que transmita perfección (en su proporción, armonía o belleza), nos remita a lo divino, nos refiera su existencia, nos sugiera su posibilidad. En el caso concreto del ser humano, la forma corporal, cuando está imbuida de proporción y armonía, cuando, además, está dotada de carácter y singularidad, de diferencia y peculiaridad, capaz de generar emoción de forma distintiva (en atención a la distinta impresión que cause en el observador), lo divino se vive/expresa de una forma más directa, más íntima, más analógica. Todas las culturas conciben lo divino en relación a su particularidad; incluso si a un ser orgánico —distinto al ser humano— o inorgánico le fuera concedido concebir a la divinidad, cada ser la imaginaría afín a su forma, a sus cualidades, a su naturaleza, mas privada de las imperfecciones consideradas como convencionales: para los perros, los dioses serían cánidos; para los gatos, felinos; para una planta, gozarían de forma vegetal; pero una roca, la imaginaría mineral. Todas las culturas han imaginado a sus dioses a su imagen y semejanza, pero privados de sus defectos, orlados de toda la perfección que al humano, mortal, le falta, incluida en ella la inmortalidad, la ausencia de dolor o la juventud permanente. Mucho de todo esto hay en la obra de arte: duración, no corruptibilidad, permanencia de la belleza... La belleza detenida en un instante, en una escena, en un gesto, en una pose. Todo ello apela en nosotros a lo divino, son características de lo divino. Y no sólo porque la obra de arte pueda sobrevivir a su creador, sino porque el propio disfrute, la propia experiencia contemplativa, la sugerencia y la vivencia emocional que nos provoca, apela, así mismo, a la parte más noble de nuestro ser, esa parte, aparentemente, no sujeta a la materia, esa parte de nosotros que queremos creer más elevada que la mera sensación.


.....El cuerpo femenino, que en un primer momento no gozó de la atención, cuanto menos de la predilección, artística griega, como sujeto secundario del orden social en la antigua Grecia, no alcanzó su verdadero status divino hasta la época clásica, y siempre en representación de las diosas, preferentemente Afrodita, aunque también Diana o Atenea —ésta desde un punto de vista más religioso y menos profanamente femenino. La mujer, como tal, no merecía ese honor, y las representaciones artísticas, más allá de los seres legendarios (ninfas, heroínas, amazonas y poco más), nunca recogieron a la mujer mortal, la cotidiana, la de carne y hueso. Sería ya con el Renacimiento, y, sobre todo a partir del Barroco, cuando la mujer, como motivo del arte, se independiza de su tratamiento sacro —así sea pagano— para encarnarse en la mujer. Antes, en la imaginería cristiana, la mujer apenas era objetivo de representación sino era en su papel divino (como María y otras santas y mártires), o en su papel tentador o pecador (Eva, Lilit). El Barroco daría rienda suelta al afán hedonista y sensual del cuerpo femenino, tratando su figura con una libertad nunca antes expresada. El cuerpo femenino se hacía motivo principal, portador de emoción y de conmoción, de turbación y de deleite.

.....Esa idealización de sus formas, ese trasladar al lienzo, a la piedra o el metal unas proporciones y una armonía soñadas, no eran sino intentos inconscientes de reconocer lo divino que habitaba en lo corporal. Las figuras femeninas —y más los desnudos— se hicieron portadoras de trascendencia, engendradoras de bienestar, cuando no de bienaventuranza. Los artistas se esforzaron por capturar y manifestar lo que de eterno había en la figura ideal, puesto que la emoción del corazón y la conmoción del alma no podían generar tal pasión si ésta no fuese causada por la contemplación de algo más que un cuerpo, por muy bello que fuese. No, en el cuerpo femenino, en esa su representación ideal, el artista iba tras lo inmarcesible que habita en toda mujer —y por ende, al ser ésta madre del género humano, habitante de todo hombre—, y que al ser contemplado por quien detentaba la suficiente sensibilidad vería en ello (en ella) el reflejo inconfundible de la divinidad.
.....Será en el Rococó, primero, y en el Academicismo y Neoclasicismo, después, cuando ya la mujer se independiza totalmente de la alegoría o el simbolismo, y aunque se sigan empleando motivos mitológicos (por su riqueza expresiva y significativa), la mujer es protagonista por derecho propio. Puede ser aún una mujer legendaria o literaria, pero, al fin y al cabo, mujer modelo, mujer representación de lo femenino, que, ahora sí, adquirirá la categoría de lo eterno femenino, que no otra cosa es sino lo divino que en ella hay y representa.

.....La fotografía liberará definitivamente a la mujer de sus ligaduras con la figura mitológica o literaria. La fotografía nos presenta la mujer tal cual ella es, sin idealización, o, al menos, con menos oportunidad para la imaginería idealizadora. La significación ya no la aportará la analogía con una figura mítica, portadora de sentido, sino algo más estético, más puro: la pose, la expresión corporal singular, la comunicación del cuerpo en su puesta en acción (así se trate de una acción detenida en uno de sus instantes), la composición del cuerpo planteada por el artista. En el caso del desnudo, sin intervención del color, o bien en el que éste pasa a una función subalterna, como en los casos de la escultura o la fotografía en blanco y negro, la esencia del eterno femenino es aún más manifiesta. Lo divino se nos muestra más patentemente en la representación de lo irreal (el blanco y negro, la piedra, el bronce) pues al liberarse lo subyacente, al descubrirse lo esencial de la figura representada, la abstracción que lo divino es cobra pleno sentido, se desvela. Es más difícil barruntar lo divino en un cuerpo de carne y hueso con su piel sonrosada, so pena de admitir como divino lo corruptible (cosa que yo admito; pero esa es otra cuestión).


.....La representación de lo orgánico, de lo que goza de vida palpitante, por medio de la piedra, el metal, los pigmentos sobre un plano, la fotografía en blanco en negro, son poderosos soportes para sugerir lo irreal, la abstracción que lo divino es (por más que intuido por todas las culturas). Y esa sugerencia es tanto mayor cuanto más poder tenga para conmover y emocionar, cuanto más apele a las funciones superiores del ser humano: el intelecto, la razón —que se siente, así, presa de pasión—, la imaginación. Habrá que distinguir y precisar, no obstante, que en ocasiones la frontera que separa la dichosamente simple, por carnal, voluptuosidad, de la contemplación estética que hace de la sensualidad una experiencia casi mística, es muy delgada, tanto que pueden llegar a confundirse, y no es infrecuente que la voluntad del observador se deslice de una a otra sin solución de continuidad. Esto no invalida la tesis: la imagen de un cuerpo perfecto que irradia emoción nos sugiere divinidad, pues es esa imagen la que nos remite al mundo de los bienaventurados, el de los seres felices que son y gozan de dicha perfección; perfección que por ser reconocida e intuida por nosotros, en cierto modo, nos es afín, es decir que participamos de ella. Y si dicha perfección la queremos eterna —para que lo sea—, eterna se nos manifiesta en la imagen que de ella hace el arte y en la emoción que nos produce su contemplación. Poco importa que tanto la modelo como su espectador sean formal y singularmente efímeros y caducos, en el poder que les confiere su conciencia (la conciencia de sí y del otro) hallan la percepción de la inmortalidad que subyace en la naturaleza infinita de la materia, y que la individualidad organizada del cuerpo, consciente también de su dependencia del tiempo, no puede evitar.

.....La obra de Jeff Robb, a mi modo de ver, es un claro ejemplo gráfico de todo lo anterior. Utiliza su medio el artista —la modelo— como lo hace un escultor o un pintor. Imbuye imaginación a la organicidad de los cuerpos para extraer de ellos lo simbólico que contienen: su divinidad. Para ello se vale, además de la modelo, de la composición, de la ocasión y del escenario: nos presenta la imagen pertrechada de sentido, un sentido que es suma de cuerpo e imaginación (espíritu), resultando una espiritualización de lo corporal, subrayada, además, por la armonía estructural de la forma presentada (la perfección de la figura, fragorosa ya por sí misma). La cascada de imágenes que supone la serie Unnatural Causes nos acercan esa sensación de que lo divino se halla entre su múltiple destello. La alusión a la figura mítica de las acuáticas ninfas, ya sean náyades o nereidas, en las series Diluvian Submerge, nos evocan íntimos temblores paradisíacos producidos por aquellos legendarios seres mitológicos, pobladores del imaginario colectivo occidental. Lo divino está presente, sí, sobre todo en la perfección de las formas, de los cuerpos, aunque, en realidad, esté latiendo de continuo en todas las cosas. Nuestra singularidad y apego al yo (al individuo que somos) nos impide ver más allá, de una forma suficientemente distante, como para constatar que las cosas —entre ellas, el ser humano—, el mundo, el universo, el cosmos todo, no son sino manifestaciones de lo divino.
.....Parménides, Heráclito, Demócrito y Epicuro tenían razón. Spinoza lo sancionó. Nietzsche lo actualizó. Y la Ciencia, en su continuo avance, no hace sino constatarlo. Lo divino se halla entre nosotros, somos nosotros, y se exhibe de forma espectacular en las formas más perfectas. Lo divino es la existencia.



GALERÍA
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Jeff Robb
(1965 -   )

.....En el presente post se incluyen las obras UC 19 a UC 33 de la serie Unnatural Causes. La inquietante serie Othersides, en formato impresión lenticular. La fragmentaria Qualia, en la que el cuerpo femenino se nos presenta enfocado en detalle. La onírica Submerge, donde la mujer se muestra mediatizada y matizada por el agua de la vida y un trabajo individual de incontestable belleza: The Messenger, del que se presenta tanto en su formato original de impresión lenticular, como en estático, en un desarrollo de acercamiento o zoom.
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3
UNNATURAL CAUSES
(3ª PARTE: UC 19 a UC 33)
 Unnatural Causes 19 (UC 19)

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UC 19. Cuadrantes 1-4

 UC 19. Cuadrante 1
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 UC 19. Cuadrante 2
 UC 19. Cuadrante 3
 UC 19. Cuadrante 4
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UC 19. Fila 1-5  + Imagen Individual 1-25 (Img)

 UC 19. FILA 1

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 UC 19 (F 1). Img 1
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 UC 19 (F 1). Img 2
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 UC 19 (F 1). Img 5
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UC 19. FILA 2

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  UC 19 (F 2). Img 6
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UC 19 (F 2). Img 7
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UC 19 (F 2). Img 10
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UC 19. FILA 3

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 UC 19 (F 3). Img 11
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  UC 19 (F 3). Img 13
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  UC 19 (F 3). Img 14
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 UC 19 (F 3). Img 15
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UC 19. FILA 4

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  UC 19 (F 4). Img 16
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  UC 19 (F 4). Img 17
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  UC 19 (F 4). Img 18
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  UC 19 (F 4). Img 19
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 UC 19 (F 4). Img 20
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UC 19. FILA 5

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  UC 19 (F 5). Img 21
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   UC 19 (F 5). Img 22
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   UC 19 (F 5). Img 24
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  UC 19 (F 5). Img 25
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Unnatural Causes 20

UC 20 Original
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 UC 20. Cuadrante 1
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  UC 20. Cuadrante 2
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  UC 20. Cuadrante 3
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 UC 20. Cuadrante 4
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Unnatural Causes 21

UC 21. Original
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 UC 21. Imagen 1
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 UC 21. Imagen 2
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 UC 21. Imagen 3
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 UC 21. Imagen 4
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 UC 21. Imagen 5
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 UC 21. Imagen 6
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 UC 21. Imagen 7
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 UC 21. Imagen 8
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 UC 21. Imagen 9
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Unnatural Causes 22

UC 22. Original
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Unnatural Causes 23

 UC 23. Original
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UC 23. Filas 1ª y 2ª (Img 1-12)
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UC 23. Filas 1ª y 2ª, A
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 UC 23. Filas 1ª y 2ª, B
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UC 23. Filas 3ª y 4ª (Img 13-24)
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UC 23. Filas 3ª y 4ª, C
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UC 23. Filas 3ª y 4ª, D
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UC 23. Filas 5ª y 6ª (Img 25-36)
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UC 23. Filas 5ª y 6ª, E
UC 23. Filas 5ª y 6ª, F
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Unnatural Causes 24

 UC 24 Original
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 UC 24. Fila 1
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  UC 24. Fila 1, Img 1
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   UC 24. Fila 1, Img 2
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  UC 24. Fila 1, Img 3.
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   UC 24. Fila 2
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  UC 24. Fila 2, Img 4
  UC 24. Fila 2, Img 5
  UC 24. Fila 2, Img 6
   UC 24. Fila 3
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  UC 24. Fila 3, Img 7
  UC 24. Fila 3, Img 8
  UC 24. Fila 3, Img 9
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Unnatural Causes 27

UC 27. Original
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 UC 27. Fila 1
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 UC 27. Fila 2
 UC 27. Fila 3
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Unnatural Causes 28

 UC 28. Original
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Unnatural Causes 29

 UC 29. Original
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 UC 29. Cuadrante 1
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 UC 29. Cuadrante 2
 UC 29. Cuadrante 3
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 UC 29. Cuadrante 4
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Unnatural Causes 30

UC 30. Original
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Filas 1-5 + Img. Individual 1-25

UC 30. Fila 1

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UC 30. (F1) Img 1
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UC 30. (F1) Img 2
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UC 30. (F1) Img 3
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UC 30. (F1) Img 4
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UC 30. Fila 2

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UC 30. (F2) Img 6
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UC 30. (F2) Img 7
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UC 30. (F2) Img 10
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UC 30. Fila 3

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UC 30. (F3) Img 11
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UC 30. (F3) Img 12
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UC 30. (F3) Img 13
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UC 30. (F3) Img 14
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UC 30. (F3) Img 15
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UC 30. Fila 4

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 UC 30. (F4) Img 16
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 UC 30. (F4) Img 17
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 UC 30. (F4) Img 18
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 UC 30. (F4) Img 19
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UC 30. (F4) Img 20
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UC 30. Fila 5

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UC 30. (F5) Img 22
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UC 30. (F5) Img 23
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UC 30. (F5) Img 24
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UC 30. (F5) Img 25
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Unnatural Causes 32

UC 32. Original
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 UC 32. Fila 1
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 UC 32. Fila 2
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UC 32. Fila 3
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Unnatural Causes 33

UC 33. Original
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UC 33 (NC 33). Girado a posición natural
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 UC 33. Cuadrante 1
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 UC 33 (NC 33). Cuadrante 1 (girado a posición natural)
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  UC 33. Cuadrante 2
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 UC 33 (NC 33). Cuadrante 2 (girado a posición natural)
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  UC 33. Cuadrante 3
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 UC 33 (NC 33). Cuadrante 3 (girado a posición natural)
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 UC 33. Cuadrante 4
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 UC 33 (NC 33). Cuadrante 4 (girado a posición natural)
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OTHERSIDES
(Lenticular Photography)

 O1
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 O2
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 O3
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O4
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 O5
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 O6
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 O7
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O8
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QUALIA

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 Q2
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 Q3
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 Q4
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 Q5
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 Q6
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 Q7
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Q8
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SUBMERGE

 S1
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 S2
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 S3
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 S4
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 S5
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 S6
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 S7
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S8
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THE MESSENGER, 2016

The Messenger, 2016 (Lenticular Photograp)
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The Messenger (Static)
The Messenger (Zoom 1) 
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The Messenger (Zoom 2)
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 The Messenger (Zoom 3)
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 The Messenger (Zoom 4)
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The Messenger (Zoom 5)



ENLACES DE INTERÉS

Página personal del artista: Jeff Robb
Galerías:
..Catálogo de la Exposición de 2015 Liminal States, de la Galería Shine Artists