lunes, 5 de diciembre de 2011

Antonio Canova: Piedra idealizada. (3) Solemnidad




Solemne:
1. Celebrado o hecho públicamente con pompa o ceremonias extraordinarias.
2. Formal, grave, firme, válido, acompañado de circunstancias
importantes o de todos los requisitos necesarios.
3. Crítico, interesante, de mucha entidad.
4. Grave, majestuoso, imponente.
DRAE

Es la vida un esculpirse día a día, esquirla a esquirla, de esta estatua
que, si viviente, será solemne monumento cuando de la clepsidra
la última gota de agua proclame el final de nuestro tiempo.
Y allí quedarán, por siempre cincelados, los que fueron,
en la estimación de las gentes, los nítidos perfiles
y el difuso claro oscuro de nuestros hechos.
El Héroe. Héctor Amado.

.

Introducción. ICONOGRAFÍA 3

Tercera y última entrega dedicada a Antonio Canova -tercer vértice, a su vez, de ese triángulo equilátero del arte escultórico italiano que se completa con el gran Miguel Ángel y el cavaliere Bernini-. Solemnidad es el término que da título a las obras realizadas con carácter funerario. No podría ser de otra manera. Canova, neo-clásico en todo lo demás, no podía serlo menos en este apartado. Si bien la construcción de monumentos funerarios es algo consustancial al ser humano de todas las épocas (desde aquellos primitivos túmulos de piedra, pasando por el soterramiento, hasta alcanzar la complejidad y magnitud de las pirámides egipcias), es con la aparición del cristianismo cuando se populariza y democratiza este afán por dejar en la memoria de todos el vestigio de aquel que fue y ya no es, consignado en estelas, lápidas, tumbas y sepulcros más o menos ostentosos. A esos restos mortales -polvo y nada, que diría el poeta- que, depositados en el hueco siempre sombrío de la urna, la fosa o el nicho, no alcanzarían a ser sino simple materia privada ya de toda significación -parte de la tierra reintegrada a su seno-, se les intenta dotar de la significación alegórica que el mausoleo expresa: la importancia del vivo, ya muerto, que sigue así transmitiendo, en cierto modo, parte del prestigio o la dignidad que poseyó.

Cuando Antonio Canova enfrenta este reto en su carrera ya los dos genios nombrados anteriormente -así como otros más- habían realizado ilustres homenajes postreros a Papas y nobles, él construiría el mausoleo de dos Papas, Clemente XIII y Clemente XIV, el primero ubicado en la Basílica de San Pedro, el segudno en la Iglesia de los Santos Apóstoles de Roma. El primero es un monumento más suntuoso (acorde al lugar en que se enclavaría), el segundo es algo más discreto; ambos son solemnes: resaltan la dignidad del Papa, pero también la virtud del hombre. Las alegorías, siempre presentes, cobran entidad propia como esos soberbios leones (uno despierto y el otro dormido) que custodian el sepulcro de Clemente XIII. La tumba de su amigo, el escritor Vittorio Alfieri, sin alcanzar las proporciones de los anteriores mausoleos, no deja de estar investida de la solemnidad debida, de la consideración adecuada, a un gran literato, contemporáneo al escultor, gran aventurero y trágico, iniciador del romanticismo en su país, Italia.

Pero es con su dos realizaciones murales -tres, si añadimos la que, proyectada para Tiziano, serviría finalmente para contener su propio corazón; homenaje que le hiciera Venecia a quien tanto la amó-, donde expresa realmente su más genuina personalidad, creando un nuevo estilo suntuoso y sobrio, a medio camino entre el monumento conmemorativo y la gruta que conduce a otra vida. De estructura rectangular el zenotafio que contiene los restos del monarca inglés Jacobo III Estuardo, como la portada de un palacio marmóreo, cuya puerta está custodiada por dos perfectos cuerpos en alto relieve que representan sendos ángeles funerarios. Pero es, sin duda, su gran monumento a los muertos, y su contribución más personal al arte funerario, el cenotafio a Maria Cristina de Austria, hija de la Emperatriz Maria Teresa. Toma prestado a Egipto su forma más representativa: la pirámide, y en ella, la gruta de tránsito, hacia la que accederá una comitiva fúnebre. Es un conjunto monumental que por sí mismo da idea de la habilidad, categoría e imaginación de este gran último escultor que el eco del Renacimiento nos ha legado. En Grecia se inició este camino; Canova, con un homenaje a aquellos ideales de serena nobleza, de tranquila quietud, de delicada potencia, plasmado en su neo-clasicismo, cerraría el círculo que ya no se volvería abrir (ni lo hará jamás, obviamente).

El poema Dei Sepolcri, del poeta insular afecto a Venecia, Ugo Foscolo, es la réplica ideal a esta forma de expresar e interpretar artísticamente el hecho sepulcral. Es común hacer esta relación de Foscolo con Canova, de su Dei Sepolcri con los zenotafios canovianos; a mí me parece, más que oportuna, obligada: se ilustran mutuamente, uno hace un repaso a la obra funeraria de Canova y, después, lee el poema, y es fácil relacionar el texto con la imagen, el significado con la significación; y, viceversa: uno lee el texto y después observa (o, mejor visita) la obra mortuoria de Canova y las palabras allí reveladas se hacen mármol, representación, materialización. Y mejor aún: uno va leyendo el texto y, de vez en vez, ojea los cenotafios, y uno y otros se trenzan, se inter-conectan, cobran vida; no ya conceptos abstractos con significación evocadora, ni imágenes plásticas que conmueven el gusto estético, sino imágenes con significado que nos hacen evocar un pasado siempre presente, pues es el pasado de una Edad de Oro que con terca insistencia acompañará de forma continua al ser humano (aunque lo haga de modo inconsciente), en el que se mirará como en un espejo, por más que en esta época le cueste discernir en la pulida superficie la figura de sí mismo.
He logrado subir a la vez, para que así se puedan cotejar, el texto original y la traducción al castellano de Don Marcelino Menéndez y Pelayo (á mon avis, no todo lo ajustada que debiera, me perdone el ilustre vate; llegando a inventarse versos para cuadrar sentidos. Es lo que tiene cuando el traductor es un eximio erudito, pero más erudito que poeta -nunca le perdonaré su incomprensión del mejor Góngora, al que calificaría de Príncipe de la Tinieblas,... ¡A esa maravilla de luminosidad contenida en las Soledades, el Polifemo o el romance de Píramo y Tisbe! -pero esto es otra cuestión). Espero la disfruten. Hay que sumergirse, eso sí; a pesar de que la traducción carece del ritmo y la belleza que posee en su original italiano, no deja de ser bella y darnos una semblanza de lo que fuera este puente entre el neo-clasicismo y el romanticismo que supuso Niccolò Ugo Foscolo. El guión preciso para hacer hablar a la piedra.

Ugo Foscolo.jpg

DEI SEPOLCRI

Ugo Foscolo

1807


Deorum Manium iura sancta sunto
(XII Tablas)


All'ombra de' cipressi e dentro l'urne
confortate di pianto è forse il sonno
della morte men duro? Ove piú il Sole
per me alla terra non fecondi questa
bella d'erbe famiglia e d'animali,5
e quando vaghe di lusinghe innanzi
a me non danzeran l'ore future,
né da te, dolce amico, udrò piú il verso
e la mesta armonia che lo governa,
né piú nel cor mi parlerà lo spirto10
delle vergini Muse e dell'amore,
unico spirto a mia vita raminga,
qual fia ristoro a' dí perduti un sasso
che distingua le mie dalle infinite
ossa che in terra e in mar semina morte?15
Vero è ben, Pindemonte! Anche la Speme,
ultima Dea, fugge i sepolcri: e involve
tutte cose l'obblío nella sua notte;
e una forza operosa le affatica
di moto in moto; e l'uomo e le sue tombe20
e l'estreme sembianze e le reliquie
della terra e del ciel traveste il tempo.

Ma perché pria del tempo a sé il mortale
invidierà l'illusïon che spento
pur lo sofferma al limitar di Dite?25
Non vive ei forse anche sotterra, quando
gli sarà muta l'armonia del giorno,
se può destarla con soavi cure
nella mente de' suoi? Celeste è questa
corrispondenza d'amorosi sensi,30
celeste dote è negli umani; e spesso
per lei si vive con l'amico estinto
e l'estinto con noi, se pia la terra
che lo raccolse infante e lo nutriva,
nel suo grembo materno ultimo asilo35
porgendo, sacre le reliquie renda
dall'insultar de' nembi e dal profano
piede del vulgo, e serbi un sasso il nome,
e di fiori odorata arbore amica
le ceneri di molli ombre consoli.40

Sol chi non lascia eredità d'affetti
poca gioia ha dell'urna; e se pur mira
dopo l'esequie, errar vede il suo spirto
fra 'l compianto de' templi acherontei,
o ricovrarsi sotto le grandi ale45
del perdono d'lddio: ma la sua polve
lascia alle ortiche di deserta gleba
ove né donna innamorata preghi,
né passeggier solingo oda il sospiro
che dal tumulo a noi manda Natura.50
Pur nuova legge impone oggi i sepolcri
fuor de' guardi pietosi, e il nome a' morti
contende. E senza tomba giace il tuo
sacerdote, o Talia, che a te cantando
nel suo povero tetto educò un lauro55
con lungo amore, e t'appendea corone;
e tu gli ornavi del tuo riso i canti
che il lombardo pungean Sardanapalo,
cui solo è dolce il muggito de' buoi
che dagli antri abdüani e dal Ticino60
lo fan d'ozi beato e di vivande.
O bella Musa, ove sei tu? Non sento
spirar l'ambrosia, indizio del tuo nume,
fra queste piante ov'io siedo e sospiro
il mio tetto materno. E tu venivi65
e sorridevi a lui sotto quel tiglio
ch'or con dimesse frondi va fremendo
perché non copre, o Dea, l'urna del vecchio
cui già di calma era cortese e d'ombre.
Forse tu fra plebei tumuli guardi70
vagolando, ove dorma il sacro capo
del tuo Parini? A lui non ombre pose
tra le sue mura la citta, lasciva
d'evirati cantori allettatrice,
non pietra, non parola; e forse l'ossa75
col mozzo capo gl'insanguina il ladro
che lasciò sul patibolo i delitti.
Senti raspar fra le macerie e i bronchi
la derelitta cagna ramingando
su le fosse e famelica ululando;80
e uscir del teschio, ove fuggia la luna,
l'úpupa, e svolazzar su per le croci
sparse per la funerëa campagna
e l'immonda accusar col luttüoso
singulto i rai di che son pie le stelle85
alle obblïate sepolture. Indarno
sul tuo poeta, o Dea, preghi rugiade
dalla squallida notte. Ahi! su gli estinti
non sorge fiore, ove non sia d'umane
lodi onorato e d'amoroso pianto.90

Dal dí che nozze e tribunali ed are
diero alle umane belve esser pietose
di se stesse e d'altrui, toglieano i vivi
all'etere maligno ed alle fere
i miserandi avanzi che Natura95
con veci eterne a sensi altri destina.
Testimonianza a' fasti eran le tombe,
ed are a' figli; e uscían quindi i responsi
de' domestici Lari, e fu temuto
su la polve degli avi il giuramento:100
religïon che con diversi riti
le virtú patrie e la pietà congiunta
tradussero per lungo ordine d'anni.
Non sempre i sassi sepolcrali a' templi
fean pavimento; né agl'incensi avvolto105
de' cadaveri il lezzo i supplicanti
contaminò; né le città fur meste
d'effigïati scheletri: le madri
balzan ne' sonni esterrefatte, e tendono
nude le braccia su l'amato capo110
del lor caro lattante onde nol desti
il gemer lungo di persona morta
chiedente la venal prece agli eredi
dal santuario. Ma cipressi e cedri
di puri effluvi i zefiri impregnando115
perenne verde protendean su l'urne
per memoria perenne, e prezïosi
vasi accogliean le lagrime votive.
Rapían gli amici una favilla al Sole
a illuminar la sotterranea notte,120
perché gli occhi dell'uom cercan morendo
il Sole; e tutti l'ultimo sospiro
mandano i petti alla fuggente luce.
Le fontane versando acque lustrali
amaranti educavano e vïole125
su la funebre zolla; e chi sedea
a libar latte o a raccontar sue pene
ai cari estinti, una fragranza intorno
sentía qual d'aura de' beati Elisi.
Pietosa insania che fa cari gli orti130
de' suburbani avelli alle britanne
vergini, dove le conduce amore
della perduta madre, ove clementi
pregaro i Geni del ritorno al prode
che tronca fe' la trïonfata nave135
del maggior pino, e si scavò la bara.
Ma ove dorme il furor d'inclite gesta
e sien ministri al vivere civile
l'opulenza e il tremore, inutil pompa
e inaugurate immagini dell'Orco140
sorgon cippi e marmorei monumenti.
Già il dotto e il ricco ed il patrizio vulgo,
decoro e mente al bello italo regno,
nelle adulate reggie ha sepoltura
già vivo, e i stemmi unica laude. A noi145
morte apparecchi riposato albergo,
ove una volta la fortuna cessi
dalle vendette, e l'amistà raccolga
non di tesori eredità, ma caldi
sensi e di liberal carme l'esempio.150

A egregie cose il forte animo accendono
l'urne de' forti, o Pindemonte; e bella
e santa fanno al peregrin la terra
che le ricetta. Io quando il monumento
vidi ove posa il corpo di quel grande155
che temprando lo scettro a' regnatori
gli allòr ne sfronda, ed alle genti svela
di che lagrime grondi e di che sangue;
e l'arca di colui che nuovo Olimpo
alzò in Roma a' Celesti; e di chi vide160
sotto l'etereo padiglion rotarsi
piú mondi, e il Sole irradïarli immoto,
onde all'Anglo che tanta ala vi stese
sgombrò primo le vie del firmamento:
- Te beata, gridai, per le felici165
aure pregne di vita, e pe' lavacri
che da' suoi gioghi a te versa Apennino!
Lieta dell'aer tuo veste la Luna
di luce limpidissima i tuoi colli
per vendemmia festanti, e le convalli170
popolate di case e d'oliveti
mille di fiori al ciel mandano incensi:
e tu prima, Firenze, udivi il carme
che allegrò l'ira al Ghibellin fuggiasco,
e tu i cari parenti e l'idïoma175
désti a quel dolce di Calliope labbro
che Amore in Grecia nudo e nudo in Roma
d'un velo candidissimo adornando,
rendea nel grembo a Venere Celeste;
ma piú beata che in un tempio accolte180
serbi l'itale glorie, uniche forse
da che le mal vietate Alpi e l'alterna
onnipotenza delle umane sorti
armi e sostanze t' invadeano ed are
e patria e, tranne la memoria, tutto.185
Che ove speme di gloria agli animosi
intelletti rifulga ed all'Italia,
quindi trarrem gli auspici. E a questi marmi
venne spesso Vittorio ad ispirarsi.
Irato a' patrii Numi, errava muto190
ove Arno è piú deserto, i campi e il cielo
desïoso mirando; e poi che nullo
vivente aspetto gli molcea la cura,
qui posava l'austero; e avea sul volto
il pallor della morte e la speranza.195
Con questi grandi abita eterno: e l'ossa
fremono amor di patria. Ah sí! da quella
religïosa pace un Nume parla:
e nutria contro a' Persi in Maratona
ove Atene sacrò tombe a' suoi prodi,200
la virtú greca e l'ira. Il navigante
che veleggiò quel mar sotto l'Eubea,
vedea per l'ampia oscurità scintille
balenar d'elmi e di cozzanti brandi,
fumar le pire igneo vapor, corrusche205
d'armi ferree vedea larve guerriere
cercar la pugna; e all'orror de' notturni
silenzi si spandea lungo ne' campi
di falangi un tumulto e un suon di tube
e un incalzar di cavalli accorrenti210
scalpitanti su gli elmi a' moribondi,
e pianto, ed inni, e delle Parche il canto.

Felice te che il regno ampio de' venti,
Ippolito, a' tuoi verdi anni correvi!
E se il piloto ti drizzò l'antenna215
oltre l'isole egèe, d'antichi fatti
certo udisti suonar dell'Ellesponto
i liti, e la marea mugghiar portando
alle prode retèe l'armi d'Achille
sovra l'ossa d'Ajace: a' generosi220
giusta di glorie dispensiera è morte;
né senno astuto né favor di regi
all'Itaco le spoglie ardue serbava,
ché alla poppa raminga le ritolse
l'onda incitata dagl'inferni Dei.225

E me che i tempi ed il desio d'onore
fan per diversa gente ir fuggitivo,
me ad evocar gli eroi chiamin le Muse
del mortale pensiero animatrici.
Siedon custodi de' sepolcri, e quando230
il tempo con sue fredde ale vi spazza
fin le rovine, le Pimplèe fan lieti
di lor canto i deserti, e l'armonia
vince di mille secoli il silenzio.
Ed oggi nella Troade inseminata235
eterno splende a' peregrini un loco,
eterno per la Ninfa a cui fu sposo
Giove, ed a Giove diè Dàrdano figlio,
onde fur Troia e Assàraco e i cinquanta
talami e il regno della giulia gente.240
Però che quando Elettra udí la Parca
che lei dalle vitali aure del giorno
chiamava a' cori dell'Eliso, a Giove
mandò il voto supremo: - E se, diceva,
a te fur care le mie chiome e il viso245
e le dolci vigilie, e non mi assente
premio miglior la volontà de' fati,
la morta amica almen guarda dal cielo
onde d'Elettra tua resti la fama. -
Cosí orando moriva. E ne gemea250
l'Olimpio: e l'immortal capo accennando
piovea dai crini ambrosia su la Ninfa,
e fe' sacro quel corpo e la sua tomba.
Ivi posò Erittonio, e dorme il giusto
cenere d'Ilo; ivi l'iliache donne255
sciogliean le chiome, indarno ahi! deprecando
da' lor mariti l'imminente fato;
ivi Cassandra, allor che il Nume in petto
le fea parlar di Troia il dí mortale,
venne; e all'ombre cantò carme amoroso,260
e guidava i nepoti, e l'amoroso
apprendeva lamento a' giovinetti.
E dicea sospiranda: - Oh se mai d'Argo,
ove al Tidíde e di Läerte al figlio
pascerete i cavalli, a voi permetta265
ritorno il cielo, invan la patria vostra
cercherete! Le mura, opra di Febo,
sotto le lor reliquie fumeranno.
Ma i Penati di Troia avranno stanza
in queste tombe; ché de' Numi è dono270
servar nelle miserie altero nome.
E voi, palme e cipressi che le nuore
piantan di Priamo, e crescerete ahi presto
di vedovili lagrime innaffiati,
proteggete i miei padri: e chi la scure275
asterrà pio dalle devote frondi
men si dorrà di consanguinei lutti,
e santamente toccherà l'altare.
Proteggete i miei padri. Un dí vedrete
mendico un cieco errar sotto le vostre280
antichissime ombre, e brancolando
penetrar negli avelli, e abbracciar l'urne,
e interrogarle. Gemeranno gli antri
secreti, e tutta narrerà la tomba
Ilio raso due volte e due risorto285
splendidamente su le mute vie
per far piú bello l'ultimo trofeo
ai fatati Pelídi. Il sacro vate,
placando quelle afflitte alme col canto,
i prenci argivi eternerà per quante290
abbraccia terre il gran padre Oceàno.
E tu onore di pianti, Ettore, avrai,
ove fia santo e lagrimato il sangue
per la patria versato, e finché il Sole
risplenderà su le sciagure umane.295



¿Del ciprés a la sombra, en rica urna
Bañada por el llanto, es menos duro
El sueño de la muerte? Cuando yazga
Yo de la tumba en el helado seno,
Y no contemple más del sol la lumbre
Dorar las mieses, fecundar la tierra,
Y de yerbas cubrirla y de animales,
Y cuando bellas, de ilusión henchidas,
No pasen ya mis fugitivas horas,
Ni, dulce amigo, tu cantar escuche
Que en armonía lúgubre resuena;
Ni en mi pecho el amor, ni arda en mi mente
El puro aliento de las sacras Musas,
¿Bastará a consolarme yerto mármol
Que mis huesos distinga entre infinitos
Que en la tierra y el mar siembra la Muerte?

Es verdad, Pindemonte, aun la esperanza,
Última diosa, los sepulcros huye;
Todo el olvido en su profunda noche
Presto lo oculta, y sin cesar girando
Una fuerza invencible lo arrebata,
Y el hombre y sus sepulcros suntuosos
Y sus últimos restos y sus nombres
De la tierra y del cielo borra el Tiempo
¿Mas no vive el mortal, cuando ya muda
Es para él del mundo la armonía,
Si puede alimentar dulces recuerdos
En los pechos amantes? La celeste
Correspondencia de amoroso afecto
Don es a los humanos otorgado;
Por él vivimos con el muerto amigo,
Y él vive con nosotros; la piadosa
Tierra que en su niñez le alimentaba
Le ofrece en su regazo último asilo,
Y sus cenizas de la lluvia impía
Y del profano pie guarda y defiende;

Su nombre escribe en mármol, y con flores

De árbol amigo su sepulcro cubre,

Sobre él tendiendo bienhechora sombra.


Mas quien afectos no dejó en herencia

Con triste rostro mirará las tumbas,

Errar verá su espíritu desnudo

Por las orillas de Aqueronte río,

O levantarse en las augustas alas

Del divino perdón, pero su polvo

Deja a la ortiga del terrón desierto,

Donde ni dama enamorada ruegue,

Ni escuche el pasajero los suspiros

Con que desde el sepulcro hablan los Manes.

Nombre tan sólo aquellos muertos tienen

Que con piadoso llanto son honrados.

¡Oh Talía! sin tumba el sacerdote

Yace, que con amor, en pobre asilo,

Te consagró un laurel, ciñó tus sienes

Con preciada corona; tú aplaudías

En dulce risa el cántico festivo,

Punzante al Sardanápalo lombardo,

Con el mugir dormido de sus bueyes,

Que arando las campiñas del Tesino

Ocio le dan, riquezas y abundancia.
¡Oh bella Musa! ¿dónde estás? No siento
Pura ambrosía, indicio de tu numen,
Entre las plantas do sentado lloro
Por mi techo materno. Aquí venías
Tu poeta a escuchar, bajo aquel tilo
Que hoy gime y tiende sus dobladas hojas
Porque no cubre, oh Diosa, del anciano
La urna con la sombra de sus ramas.
¿Buscas tal vez en túmulos plebeyos
El lugar do descansa la cabeza
Sagrada de Parini? No en sus muros
Sombra le puso, mármol ni inscripciones
Milán, la de cantores enervados
Engendradora; sus cenizas mancha
Tal vez con torpe sangre el homicida
Que purgó en el patíbulo su crimen;
Acaso siente cuál sus huesos roe
Abandonado can que triste aúlla
Y hambriento escarba la olvidada fosa,
Mientras nocturno buho vuelve al nido,
Si la luna alumbró el fúnebre campo,
Y en inmundos sollozos se lamenta
Del pálido fulgor que los luceros
Sobre la tumba abandonada vierten.
¡Oh sacra Musa! de la oscura Noche
Por tu poeta la merced implora.
¡Ay del difunto que ni gloria humana
Tras sí dejare ni amoroso llanto!
Flores no nacerán sobre su losa.

Cuando las nupcias, tribunales y aras,
Dulcificaron de la humana gente
Las ásperas costumbres, y piadosas
Tornáronlas, los vivos arrancaron
Al aire vago, a las voraces fieras
Los míseros despojos que Natura
En raudo vuelo, en incesante giro,
Nueva existencia a producir destina.
Monumentos de gloria los sepulcros
Fueron al par que venerandas aras.
Allí los Lares responder solían,
Del oráculo allí la voz oyose,
Y fue temido el juramento horrible
Sobre el paterno polvo pronunciado.
Tal religión que con diversos ritos
La virtud patria y la piedad unía,
Fue por largas edades continuada.
No siempre el pavimento recubrieron
De los templos las losas sepulcrales,
Ni el hedor de cadáveres mezclado
Al humo del incienso respirose,
Ni entristecieron la ciudad efigies
De hórridos esqueletos, ni la madre
Despertaba del sueño estremecida,
Tendiendo el nudo brazo a la cabeza
Del tierno niño que en su seno yace,
Oír pensando de irritada sombra
Largo gemir que el corazón lo helaba.
En otra edad los cedros, los cipreses,
De efluvios puros impregnando el aire,
Hojas tendían en memoria eterna
Sobre la urna, y en corintios vasos
Derramadas las lágrimas votivas,
Una antorcha encendían los amigos,
Para alumbrar la subterránea noche,
Porque los ojos moribundos buscan
La luz del sol, y el último suspiro
Todos los pechos a su luz exhalan.
Las fuentes derramando aguas lustrales,
Amarantos regaban y violas
En el fúnebre cerco, do si alguno
A libar leche y a contar sus penas
A los caros finados se acercaba,
Sentía en torno una fragancia pura
Como las auras del Elíseo prado.

Hoy piadosa locura a las doncellas
Britanas hace suburbanos predios
Mucho estimar, donde el amor las lleva
De la perdida madre, do imploraron
Al Genio del lugar por el retorno
Del héroe que rompió vencida nave,
Y de su mástil fabricó su tumba.
Donde duerme el afán de ínclitos hechos,
Y el trémulo pavor y la opulencia
Son del vivir político ministros,
Inútil pompa, precursora imagen
Del Orco son marmóreos monumentos.
Ya el rico, el docto y el patricio vulgo,
Gloria y decoro de la Ausonia tierra,
En sus palacios, entre vil lisonja,
Tiene, aun en vida, excelsa sepultura,
Y en vanos timbres su grandeza asienta.
Ven, dulce muerte, reposado albergue
Do la fortuna sus venganzas cesa;
Recoja la amistad no de tesoros
Herencia, mas de canto no humillado
Y libres pensamientos el ejemplo.

A egregios hechos, Pindemonte, excitan
Las urnas de los fuertes; bella y santa
Hacen al peregrino aquella tierra
Que las oculta. Cuando vi el sepulcro
Donde de aquel varón los restos yacen,
Que el cetro del tirano gobernando,
Deshoja su laurel, y al pueblo muestra
Con qué lágrimas crece y con qué sangre,
Y el féretro de aquel que nuevo Olimpo
Alzó en Roma a los Dioses, y la tumba
Del que vio al sol inmóvil y a los mundos
Bajo el etéreo pabellón rodando,
Y al Ánglico inmortal mostró la vía
Del antes ignorado firmamento;
Dichosa te llamé, ciudad que baña
Aura vital, y lava el Apenino
Con torrentes lanzados de su cumbre.
Limpidísima luz vierte la luna
En tus collados que la vid adorna,
En los cercanos valles que a los cielos
Despiden de mil flores el aroma.

Tú, Florencia, escuchaste la primera
Del desterrado Gibelino el canto,
Y tú los padres diste y el idioma
Al dulce vate, de Caliope labio,
El que al Amor desnudo en Grecia y Roma
De un velo candidísimo adornando,
Volvió al regazo de la Urania Venus
Y más felice aún, porque en un templo
Conservas fiel las italianas glorias,
Las únicas quizá, pues de los Alpes
El mal vedado paso y la inconstante
Omnipotencia de la humana suerte
Armas te arrebataron y defensa,
Y aras y patria; esta memoria sola
Nos resta; de aquí brote refulgente
Luz de esperanza a la oprimida Italia
Y el fuego encienda en generosos pechos.

Alfieri en estas tumbas a inspirarse
Venir solía; con los patrios dioses
Airado, en torvo ceño, erraba mudo
Por la orilla del Arno más desierta
Con ansioso recelo contemplando
Los montes y los valles, do ninguno
A su anhelar quejoso respondía;
Sobre el mármol dobló la frente austera
Con palidez mortal, mas aún brillaba
La divina esperanza en su semblante.
Hoy yace en esos mármoles; sus huesos
Aun a la voz de patria se estremecen;
Desde el sacro recinto un numen habla,
Numen de patria que animó a los griegos
Contra el persa invasor, en Salamina
Y en Maratón, do consagrara Atenas
Trofeos a sus hijos. El piloto
Que surcó desde entonce el mar Eubeo,
Vio centellear en la tiniebla oscura
Fulgor de yelmos y encendidas teas,
Humear ígneo vapor las rojas piras,
Armas brillar cual si la lid tomara,
Y escuchó en el silencio de la noche
Tumulto de falanges por el campo,
Clangor vibrante de torcidas trompas,
Relincho de corceles voladores,
Gemir de moribundos, triste llanto,
Himnos de gloria, y funerales trenos.

¡Feliz tú que el imperio de los vientos
En tus floridos años recorrieras,
Y si la antena dirigió el piloto
Tras las islas Egeas, cierto oíste
Del Helesponto resonar la costa
Con los hechos antiguos, y espumosa
Y rugiente miraste a la marca
Las armas conducir del fuerte Aquiles,
A las playas Reteas, a la tumba
De Ayax de Telamón! Sólo la muerte
Dispensa con justicia eterna gloria;
Ni astuto ingenio ni favor de reyes
Al Ítaco falaz aprovecharon;
Las ondas le arrancaron su despojo
Por los ínferos dioses concitadas.

Yo en peregrinas tierras fugitivo
Por anhelo de gloria y triste suerte
Estos nombres evoco, que las Musas
Del mortal pensamiento animadoras,
Fieles custodios, los sepulcros guardan,
Y cuando el tiempo con sus alas frías
Osa tocarlos, las Pimpleas hacen
Alegres con su canto los desiertos,
Y vence poderosa su armonía
De siglos mil las sombras y el olvido.
Por eso hoy en la Tróade contempla
Con asombro y respeto el peregrino
Un lugar por la ninfa consagrado
Que fue esposa de Jove, y dio la vida
A Dárdano inmortal, de do Asaraco
Y los cincuenta tálamos proceden
Y Troya, el reino de la Julia gente.

Oyó Electra el decreto de la Parca
Que del aura vital la transportaba
A los Elíseos coros, y al Tonante
Esta postrer plegaria dirigía:
«Si te agradó mi rostro y mi belleza
Y las dulces vigilias a mi lado,
Y algún premio mayor no me deparas,
La muerta amada desde el cielo mira
Y haz sagrado el lugar de su sepulcro.»
Rogando así, moría y el Saturnio,
Gimió, doblando la inmortal cabeza,
Y ambrosía vertió sobre la Ninfa,
Y aquella tumba consagró por siempre.
Allí yace Erictonio y duerme el justo
Ilión; allí venían las troyanas
Sacrificios a hacer, queriendo en vano
El hado detener de sus maridos;
Allí vino Casandra, cuando el pecho
Ardiendo en sacro fuego, el Dios la hacía
De Pérgamo anunciar los tristes hados,
Y a las sombras cantaba himno amoroso,
Guiando a sus sobrinos exclamaba
Con profundo suspiro: «Si de Argos
Do al hijo de Laerte, al de Tideo
Conduciréis al pasto los corceles,
Tal vez tornar os concediera el hado,
En vano buscaréis la patria vuestra;
Los muros arderán, obra de Febo,
Aun veréis humeantes sus reliquias.
En esta sacra tumba los Penates
Habitarán de Ilión, que en la desdicha
Los Númenes conservan el recuerdo.
¡Oh palmas y cipreses que las nueras
De Príamo plantaron, y que presto
¡Ay! creceréis con lágrimas bañados
De tristes viudas, proteged mis padres!
Y quien llegare a la espesura sacra
Que vuestras ramas formarán creciendo,
Pío se dolerá de nuestros males
Y tocará con reverencia el ara,
Amparad a mis padres algún día;
Veréis errante a un ciego en vuestros bosques,
Trémulo penetrar en los sepulcros,
Las urmas abrazar e interrogarlas;
Entonces gemirán los hondos antros
Y narrarán las tumbas el destino
De Ilión, dos veces en el polvo hundida
Y dos tornada a alzar con gloria nueva
Para adornar el último trofeo
Del Pélide fatal. El sacro vate,
Aplacando las sombras con su canto,
Ensalzará a los príncipes argivos
Por cuanto baña el piélago sonante,
Y a ti, Héctor, dará llanto sublime.
Santa será la sangre derramada
Por la patria infeliz, mientras radiante
El sol alumbre la miseria humana.»

(Traducción de Marcelino Menéndez Pelayo, 1875)



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ICONOGRAFÍA 3

1. Zenotafio de Maria Cristina de Austria













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2.
Monumento Funerario al Papa Clemente XIII





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3. Monumento Funerario al Papa Clemente XIV



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4. Monumento Funerario a Jacobo III Estuardo





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5. Monumento funerario a Vittorio Alfieri




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6.
Zenotafio de Antonio Canova (Santa Maria Gloriosa dei Frari, Venecia)





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