jueves, 19 de septiembre de 2013

Leyendo a Roberto Bolaño (II) - GALERÍA: Balthus (2)





Primer botón de la muestra

.....El fragmento que sigue es el primero (1), del Capítulo I, La caída del muro de Berlín, de la novela póstuma de Roberto Bolaño, Los sinsabores del verdadero policía. Aunque, si he de revelar un secreto, no hay que hacer mucho caso al sentido estricto de las palabras, sobre todo aquellas con las que Bolaño suele titular, pues busca siempre el autor los sentidos agazapados a los hechos que relata, emboscados en lo figurado del guión o entretejidos en el envés de lo aparente. Así, en este capítulo, por ejemplo, para nada se habla de Berlín, y la caída del muro a que se alude es más comunmente denominada con otra expresión menos emblemática -si igualmente figurada-- y más vulgar (y no puedo decir más, porque incurriría en indiscreción). Sobre la identidad del verdadero policía, ya lo abordé en el anterior post, a él me remito. Sólo avanzaré que en esta novela los personajes protagonistas han aparecido ya antes, por aquí y por allá, en diversas obras suyas, ya que el Universo Bolaño frecuentemente se interpenetra, perfunde de una a otra obra, ocupando los intersticios que siempre quedan abiertos en toda narración que por economía --y consideración hacia el lector-- nunca debe ser exhaustiva (así se trate de Tolstoi, Mann, Proust, Joyce o Cervantes).
.....En este fragmento Bolaño utiliza un símil asaz original para realizar una crítica literaria --más concretamente, poética-- acerca de las categorías en que pueden catalogarse quienes decidieron o deciden ejercer la profesión, o sucumbir a la afición, inspirada por las musas. En ella, pese a lo sintético de sus descripciones, Bolaño, por boca de Padilla --un joven poeta poco más que adolescente, con toda la insolencia de su inconformista y soberbia lozanía--, no deja títere con cabeza, y sienta las bases para una irreverente clasificación de la Historia de la Poética (si es que los poetas, así, en genérico, alguna vez merecieran veneración), ya que por extensión uno puede utilizar esa categorización (si carece de escrúpulos y remilgos) a cuanto poeta desee, resultando, además, un entretenido y didáctico ejercicio de observación, análisis y juicio sobre los siervos del verso.

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LOS SINSABORES DEL VERDADERO POLICÍA
Roberto Bolaño

I.  La caída del muro de Berlín

1
.....Para Padilla, recordaba Amalfitano, existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas generalmente eran heterosexuales. La poesía, en cambio, era absolutamente homosexual. Dentro del inmenso océano de ésta distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran la de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake, era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas (en nuestra lengua, claro está; en el mundo ancho y ajeno el paradigma seguía siendo Verlaine el Generoso). Una loca, según Padilla, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica respectivamente. Los poetas tipo Blas de Otero eran, por regla general, bujarrones, mientras que los poetas tipo Gil de Biedma eran, salvo el propio Gil de Biedma, mitad ninfos y mitad maricas. La poesía española de los últimos años, exceptuando, si bien con reticencias, al ya nombrado Gil de Biedma y probablemente a Carlos Edmundo de Ory, carecía de poetas maricones hasta la llegada del Gran Maricón Sufriente, el poeta preferido de Padilla, Leopoldo María Panero. Panero, no obstante, había que reconocerlo, tenía unos ramalazos de loca bipolar que lo hacían poco estable, clasificable, fiable. De los compañeros de Panero un caso curioso era Gimferrer, que tenía vocación de marica, imaginación de maricón y gusto de ninfo. El panorama poético, después de todo, era básicamente la lucha (subterránea), el resultado de la pugna entere poetas maricones y poetas maricas por hacerse con la Palabra. Los mariquitas, según Padilla, eran poetas maricones en su sangre que por debilidad o comodidad convivían y acataban --aunque no siempre-- los parámetros estéticos y vitales de los maricas. En España, en Francia y en Italia los poetas maricas han sido legión, decía, al contrario de lo que podría pensar un lector no excesivamente atento. Lo que sucede es que un poeta maricón, como Leopardi, por ejemplo, reconstruye de alguna manera a los maricas como Ungaretti, Montale y Quasimodo, el trío de la muerte. De igual modo Pasolini repinta a la mariquería italiana actual, véase el caso del pobre Sanguinetti (con Pavese no me meto, era una loca triste, ejemplar único de su especie). Para no hablar de Francia, gran lengua de fagocitadores, en donde cien poetas maricones, desde Villon hasta Sophie Podolski, cobijaron, cobijan y cobijarán con la sangre de sus tetas a diez mil poetas maricas con su corte de filenos, ninfos, bujarrones y mariposas, grandes directores de revistas literarias, grandes traductores, pequeños funcionarios y grandísimos diplomáticos del reino de las Letras (véase, si no, el lamentable y siniestro discurrir de los poetas de Tel Quel). Y no digamos nada de la mariconería de la Revolución Rusa, en donde, si hemos de ser sinceros, sólo hubo un gran poeta maricón, ¿Quién?, te preguntarás. ¿ Maiakovski? No. ¿Yesenin? Tampoco. ¿Pasternak, Blok, Mandelstam, Ajmátova? Menos. Sólo uno, y ahora te saco de la duda, pero eso sí, maricón de las estepas y de las nieves, maricón de la cabeza a los pies, Jlébnikov. Y, en Hipanoamérica, ¿cuántos maricones verdaderos podemos encontrar? Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte. ¿Macedonio Fernández, tal vez? El resto, maricas, tipo Huidobro, mariposas tipo Alfonso Cortés (aunque éste tiene versos de maricona auténtica), bujarrones tipo León de Greiff, ninfos abujarronados tipo Pablo de Rokha (con ramalazos de loca que hubieran vuelto loco a Lacan), mariquitas tipo Lezama Lima, falso lector de Góngora, y junto con Lezama todos los maricas y mariquitas de la Revolución Cubana salvo Rogelio Nogueras, que era una ninfa con espíritu de maricón, para no mencionar sino de pasada a los poetas de la revolución sandinista: mariposas tipo Coronel Utrecho o maricas con voluntad de filenos tipo Ernesto Cardenal. Maricas también son los contemporáneos de México (¡no, gritó Amalfitano, Gilberto Owen no!), de hecho "Muerte sin fin" es, junto con la poesía de Paz, la Marsellesa de los nerviosísimos poetas mexicanos. Más nombres: Gelman, ninfo, Benedetti, marica, Nicanor Parra, mariquita con algo de maricón, Westphalen, loca, Pellicer, mariposa, Enrique Lihn, mariquita, Girondo, mariposa. Y volvamos a España, volvamos al origen: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones. Ya está todo dicho. Y ahora, para saciar tu curiosidad, algunas diferencias entre maricas y maricones. Los primeros piden hasta en sueños una verga de treinta centímetros que los abra y fecunde, pero a la hora de la verdad les cuesta Dios y ayuda encamarse con sus chulos. Los maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una polla removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que aman y odian con toda su alma) descubren, en sus ojos hundidos, la identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas, es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada. Por lo demás, y con buena voluntad, nada impide que maricas y maricones sean buenos amigos, se plagien con finura, se critiquen o se alaben, se publiquen o se oculten mutuamente en el furibundo y moribundo país de las letras. 
.....--Te faltó la categoría de los simios parlantes --dijo Amalfitano cuando por fin Padilla se calló.
.....--Ah, los simios parlantes --dijo Padilla--, los monos maricones de Madagascar que no hablan para no trabajar.


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.....Es difícil elegir o seleccionar unas cuantas líneas de un escritor como Bolaño para que sirvan de échantillon de su estilo, máxime cuando rezuman tan afilado carácter como las que aquí,en este primer botón de muestra, se han ofrecido. Pero, en cierto modo, cuando uno ya lleva leída casi la mitad de su producción (que, en España, suma una docena de novelas --de muy variada dimensión--, dos libros de relatos, y otros dos florilegios de poesía, amén de un buen número de artículos publicados en revistas y diarios, tanto de España como de Hispoanoamérica), puede reconocer, digo, en este solo fragmento el característico estilo extremadamente culto (toda su obra es un despliegue de historia de la literatura universal), claro, desenfadado y preciso, de bella y elegante prosa cuya mayor virtud es no pesar, ser ligera como las ideas que por ella fluyen. Si de algo no adolece la prosa de Bolaño es de densidad, de endiablada complejidad, de barroquismo, siendo al mismo tiempo de un lirismo, en ocasiones, sobrecogedor (por lo que de metafísico porta en las alas de mariposa que son su expresión). Y digo que no es, el fragmento adjuntado, muestra suficiente para quien aún no lo haya leído (¿a qué espera?), pues que Bolaño no es un Boris Vian, ni mucho menos un Bukowski (aunque, bien mirado, a ellos se parece en el inconformismo y el alejamiento de lo convencional, en la búsqueda de la singular y única forma de expresión, en lo innovador de su lenguaje), quiero decir en el recurso reiterado y persistente a lo escatológico y/o indecente. En Bolaño, simplemente, la escatología (en cualquiera de sus dos acepciones) no es más que un accidente de los muchos que jalonan la vida, y, cuando aparece, cuando es necesario en su narración, cuando con ello se topa, no lo esquiva si no que lo cruza con suficiencia y franqueza exenta de vulgaridad. No es, tampoco, Bolaño un escritor adepto o adicto a los eufemismos: gusta de llamar a cada cosa por el nombre con se la conoce en el mundo en el que él mismo vive (el nuestro, el contemporáneo), el nombre con que se la conoce en la calle, pero eso sí, enlucido en un esbelto edificio literario (cuya mayor virtud, a pesar de su bien estructurada consistencia, es la levedad, reitero).
.....Resumiendo. Esta muestra no es esencia condensada del universo Bolaño, pero si es estrella inconfundible de su firmamento. Estrella genial que mira de tú a tú, y sin complejos, sin vergüenza, a cualquier estelar fragmento literario antes escrito. Y además, lo hace con un guiño, con humor. 

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GALERÍA


Balthus
Stanislas Klossowski de Rola
1908-2001

Inocencia 2
1945-1957

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Princess Maria Volkonsky at the Age of Twelve, 1945
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The Golden Days, 1944-45
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The Golden Days, 1944-45
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The Room, 1948
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Wash and Georgette, 1948-49
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Nude with Cat, 1949
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Le Chat de la Méditerranée (Fondation Balthus)
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The Mediterranean Cat, 1949
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The week with four thursdays, 1949
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Girl on a Bed, 1950
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La Partie de Cartes, 1948-50
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The Cardgame, 1950
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Nude with Her Arms Raised, 1951
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La Chambre, 1952-54 (Fondation Balthus)
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The Room, 1953
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The Room, 1953
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Lature morte à la lampe, 1953-54 (FB)
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Passage du Commerce-Saint-André, 1954 (FB)
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The Sisters, 1954
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Chassy by the fireplace at workshop, 1955
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Nu Devant la Cheminée, 1955
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Figure in Front of a Mantel, 1955
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Getting Up, 1955
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La Coiffure, 1955 (Fondation Balthus)
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Girl at the Window, 1955
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Great landscape with trees (The triangular field), 1955
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La Patience, 1954-55 (FB)
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Patience, 1955
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La Rêve I, 1955
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La Rêve I, 1955
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Jeune Fille à la Chemise Blanche, 1955
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Young girl with white skirt, 1955
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The Toilet, 1956
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The Golden fruit, 1956
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La Rêve II, 1956-57
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