lunes, 11 de enero de 2016

Gracias, Bowie





David Bowie: Homenaje a un genio

.....Estamos en 1972. Acababa yo de cumplir dieciséis años. Para celebrarlo, mi hermano mayor me llevó a la tienda de discos y me dijo que eligiese un par de sencillos. Sería su regalo de cumpleaños. Estuve escuchando varios. Yo, entonces, aún estaba en esa fase en que uno está educando su gusto sensorial y perfilando el intelectual...

.....Pero antes, dediquemos un párrafo a los antecedentes. Sin formación musical en la infancia, había comenzado a escuchar música clásica un par de años antes; me refiero a escucharla con cierta atención, pues en aquel tiempo, en Semana Santa, uno, sí o sí, debía escucharla si quería oír la radio durante esos días en España. Media docena de discos con varias melodías reconocibles, en versiones orquestales para público no entendido, habían entrado en casa junto al primer pick-up: Caravelli, Ray Conniff... Mi sensibilidad musical —y, con ella, mi oído— comenzó a despertar. A parte de esto, por toda cultura musical, no tenía sino la escuchada de los discos  singles que mi hermano, cuatro años y medio mayor que yo, compraba para él. Hablamos de los sesenta. Beatles, Stones, Brincos, Bravos, Pekenikes... Los grupos que sonaban en los guateques de entonces. Me gustaban, calaron en mí, pero mi sensibilidad demandaba otra cosa, otros horizontes, en parte, diferentes. Comencé a escuchar la radio. Las radio fórmulas que comenzaban a dar sus primeros pasos, los programas de dedicatorias, Radio Clásica. Fue así como descubrí una música que no sonaba habitualmente en los programas más populares. Era rock, pero era diferente a los Beatles o los rollings (que entonces no me entusiasmaban, precisamente). Me emocionaban especialmente, en cambio, temas como Ruby, Don't Take Your Love to Town, de Kenny Rogers; American Pie, de Don McLean; The Year of the Cat, de Al Stewart; Where Do the Children Play?, de Cat Stevens; Rocket Man, de Elthon John; Jingo o Black Magic Woman, de Santana; A Wither Sade of Pale, de Procol Harum; Nights In White Satin, de Moody Blues, etc. Todos estos excelentes temas escuchados en un batiburrillo junto a otros más convencionales, y, sobre todo, a algunos que tenían el convencionalismo como enemigo.

.....De un amigo que estudiaba en Madrid, y que muy pronto comenzó a leer la revista The Rolling Stone (aparecida en 1967), me enteré de la música que sonaba en los ambientes más undergrounds (a veces creo que yo mismo soy un producto híbrido surgido en parte de un boulevard y en parte de un universo underground). Así, escuche y busqué lo que estaba haciendo gente como: la banda The Velvet Underground, de Lou Reed; los Genesis, de Peter Gabriel; los Pink Floyd, de Sid Barret; King Krimson, de robert Fripp; los The Who, de Roger Daltrey y Pete Townshend; los Led Zeppelin, de Jimmy Page y Robert Plant... También me subyugó una música exótica y casi extraterrestre (así, literalmente, o eso me parecía a mí, lo mismo que así se lo debía parecer a su mismo autor, pues sus temas llevaban por título Space Oditty, Life on Mars o Starman...), se trataba de David Bowie. Cuando me informé de quién era en realidad, me subyugó aún más. Un personaje singular donde los haya. Con un carácter dotado de una ambigüedad desconcertante, no me extrañó que sus temas trataran de vida fuera de la Tierra: él mismo debió considerarse un ser de otro planeta. Y jugó a ello: su apariencia marcó estilo. Porque si algo no se puede negar es que David Bowie ha sido, probablemente, el artista con más estilo de la música moderna. Estilo brit puro, donde se mezcla la clase con la irreverencia, el diseño del carácter y la compostura anglo con la creatividad desbordante. David Bowie puede ser uno de los ejemplares más modélicos y acabados de la importancia fundamental que la música anglosajona ha desempeñado en el panorama de la música y la estética rock en el mundo.

....Retomando el relato, uno de los discos que escuché aquel día que dejaba de tener quince años para entrar en los dieciséis fue el Starman de Bowie. Durante varios días me rayé escuchándola una y otra vez. Me pareció tan... tan... distinta a todo cuanto escuchaba! Allí se mezclaba lo melodioso con lo sincopado, lo serial con lo sinfónico, el rock con el pop, todo junto y en admirable compañía. No sé si porque allí encontraba, reflejado, mi más íntimo sentir de adolescente perdido en la búsqueda de una identidad que una y otra vez se negaba a definirse, pero lo cierto era que este tema me subyugó, haciendo de mí un bowieano para los restos. No un fan incondicional, eso nunca lo he sido de nada ni de nadie (poseo un innato espíritu crítico que no me lo permite), pero sí un admirador de su genialidad. Unos temas me han gustado más que otros, unos momentos han podido ser más felices que otros (los correspondientes al ambiguo Ziggy Stardust, por ejemplo, fueron de los más felices, musical y estéticamente hablando), pero en todo momento la genialidad desbordante ha estado presente en la obra y la vida del británico.

.....Por todo ello no puedo dejar de rendirle el debido y agradecido homenaje, por haber sido parte consustancial de mí y de mi sentido musical. A fin de cuentas en las melodías con las que nos identificamos no deja de resonar el eco armónico de nuestro propio ser. Eso es lo que debemos celebrar y agradecer: que haya habido alguien capaz de traducir el sonido del alma en música, pues no deja de ser la banda sonora que vibra en nosotros la que se identifica con esas melodías que permanecen en nosotros, resonando en sintonía con nuestro alma, hasta que abandonamos este mundo. 



GALERÍA MUSICAL


David Bowie
1947-1916

DISCOGRAFÍA 1969-1980



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Hunky Dory (1971)


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Aladdin Sane (1973)


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Pin Ups (1973)


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Low (1977)


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Heroes (1977)


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Lodger (1979)


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