miércoles, 9 de marzo de 2016

Opio (III) - GALERÍA: Lui Liu




Penetra y husmea la imaginación en la realidad como un niño curioso
lo haría tras las bambalinas del escenario de un teatro de marionetas,
por buscarle explicación a tanta entrada y salida,
por hallar la fuente de donde surgen los personajes
que entran y salen de escena por puertas que parecen de mentira
a través de decorados que parecen igualmente falsarios.
El niño sospecha de la tramoya escénica
como la conciencia sospecha de la realidad:
algo debe haber detrás que la sustente,
algo que la maneje, algo que la contenga
y en la cual, más verosímilmente, se asiente.
Así es la imaginación, como ese niño que sospecha,
hurgando en la realidad por hallarle la explicación que se oculta
tras el superficial escenario en que se muestra.
Pensamientos Últimos. Héctor Amado



Opio

V

.....A la mañana siguiente a mi llegada, cuando mi tío me estaba aleccionando de cuáles iban a ser mis funciones durante los próximos meses, volví a verlo. Es curioso cómo la desconcertante impresión que ya me diera en el sueño retornó, y con más fuerza aún, al tenerlo ante mí. Ya no sería joven (rondaba los cuarenta años), pero irradiaba frescura. Su mirada clara y su rostro diáfano, apenas surcado por algún esbozo de pliegue transversal en la frente, o una incipiente doble arruga vertical en el entrecejo, eran la representación misma de la salud. No obstante, tras aquella incuestionable apariencia de jovialidad despreocupada, atisbé, como ya he apuntado anteriormente, una cierta tensión apenas perceptible en su mandíbula, un sutil fuego destellando en su mirada, una energía vibrando invisible desde todo su ser: desde sus anchos hombros, desde su bien formado tronco, desde sus esbeltas piernas, y, sobre todo, desde sus manos. Unas manos a un tiempo poderosas y delicadas, huesudas y longilíneas, cuyos dedos parecían moverse independientemente para aportar de modo sutil un matiz a la expresión. Dedos que actuaban más de forma solista que coral.
.....Cuando me saludó escuché por fin su voz —algo que no pude hacer más que de modo imperfecto, a través de la puerta, la tarde-noche anterior, ni, como es lógico, en sueños, pues es bien sabido que en el reino de Morfeo no existe el sonido—, y, efectivamente, sonaba oracular. Era la voz de alguien que hablara desde el otro lado de la realidad: ligeramente susurrante, saliendo de su boca como el aliento telúrico de la tierra lo hace a través de las fisuras de su corteza; rumorosa, aunque bien articulada, poseía el poder de convicción que sólo se da en las voces profundas, aquellas que parecen latir desde el más recóndito corazón de las cosas. Dominaba el mandarín con fluidez, aunque desprovisto de las inflexiones rítmicas que lo hacen casi una salmodia cantarina. Probablemente su inglés —pensé— sonaría como una de esas lenguas ancestrales, poseedoras de secretos indescifrables, mediante las cuales los antiguos se comunicaban con los dioses.

.....En cierto modo su palabra era capaz de convocar a los espíritus, pues al nombrarlos y describirlos mediante una o dos frases, como si éstas fuesen un poderoso conjuro, aparecían ante mí sus figuras de otro tiempo. Y así, sólo entre los espíritus de la literatura inglesa convocados, figuraban: Beda el Venerable, sabio monje patrón de los historiadores ingleses; Geoffrey Chaucer, perspicaz autor de un mosaico narrativo titulado Los Cuentos de Canterbury; Christopher Marlowe, bien dotado dramaturgo que tratara la vida del mongol Tamerlan el Grande, o Dido, reina de Cartago, y enigmático precursor del más grande; William Shakespeare, El Bardo, el más grande de todos, súmmum de la literatura inglesa y universal, excelentísimo dramaturgo y extraordinario poeta, de obra monumental y heterogénea; John Milton, poeta de aliento excesivo, cuyo vasto y épico Paraíso Perdido fue espejo para generaciones posteriores; Jonathan Swift, imaginativo escritor irlandés que plasmó de forma satírica y admirable la sociedad de su tiempo en su aparentemente inocente obra Los Viajes de Gulliver; George Gordon Byron, más conocido como Lord Byron, romántico trotamundos revolucionario y admirado poeta, ciudadano del mundo y conquistador de corazones... Y otros muchos que sería prolijo enumerar.
.....Y no sólo a los ingleses, también convocó ante mi presencia a espíritus de otras naciones: italianos, franceses, españoles, alemanes, norteamericanos, japoneses, persas, árabes, incluso chinos de los que yo nunca oyera hablar . Pero tampoco se limitó solamente a invocar los grandes espíritus de la literatura, sino también a los de la pintura, la escultura o la música. Podría decirse que durante una gran parte del tiempo pasado con George, alrededor de mí sentía yo la presencia de un tropel de espíritus del pasado susurrándome su historia, los íntimos detalles de su biografía, las características más sobresalientes de su talento, sus anhelos cumplidos y sus deseos postergados, sus reconocidas virtudes y sus disimulados defectos, la sublime tensión que los embargaba cuando creaban y la postración subsecuente a toda realización. George, con ello, me estaba transmitiendo, me estaba inoculando, un reactivo para mi propio espíritu. Quería convencerse a sí mismo de que lo que habían visto en mí, tanto él como mi tío —aunque desde una perspectiva diferente en uno y otro—, existía en realidad. Aquel británico taumaturgo quería despertar el genio dormido que pudiera habitar mi alma. Y éste, poco a poco, gradualmente, fue desperezándose respondiendo a tan artístico toque de diana.
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.....Me di cuenta de inmediato de la gran familiaridad y confianza que había entre aquellos dos hombres cuando mi tío le dijo a George quién era yo, «...el hijo de mi hermano menor», confesándole de seguido que por mis venas también corría la sangre del gran conquistador y unificador de la China. También le dijo que muy probablemente, por lo poco que había podido captar de mí, tras esa primera impresión recibida al saludarme y ser testigo de cómo se despidieron de mí los compañeros de viaje, yo sería un digno vástago de tan excelente tronco. Le aventuró, colocándole una mano en el hombro, que incluso, si no me torcía, llegaría a superarle a él, Tömörbaatar, el Segundo Temujin. Los dos rieron, mientras George me miraba de arriba abajo, aparentemente sin excesiva atención.
.....A partir de aquel día fui tratado por el enigmático británico como si yo también fuese su sobrino. Me ayudó con su lengua materna como un mentor lo haría: matizando y precisando lo que mis profesores (tenía dos, una mujer y un hombre) me enseñaban. Y no sólo me enseñó a hablar, leer y escribir correctamente su idioma, sino que me aleccionó sobre otras muchas cosas, entre ellas los placeres de la buena mesa, a los que era un exigente aficionado, y los aún mayores —según su opinión— proporcionados por las artes. Mi tío le amonestaba de modo amistoso, rogándole que no me maleducara ni me hiciera más sensible de lo necesario para llegar a ser un día un gran líder, que era, según él, lo que el destino me tenía reservado, y a lo que él contribuiría con todo lo necesario. Sin hijos en quienes volcar sus veleidades paternales, mi tío, puso en mí toda la ilusión que le cabe a un ser amante de sí mismo sobre todas las cosas, y no quería ver torcida su voluntad. Con todo, respetaba la palabra y el modo de conducirse de George como si éste fuese, más que un amigo o un socio, un espíritu consejero enviado desde el más allá. Por su parte, Tömörbaatar era para el noble británico lo más parecido a un dios protector. Nunca los vi hablarse con acritud, nunca con palabras altisonantes, nunca un mal gesto o un enfado. Tanto uno como el otro, más que respetarse, se aceptaban íntegramente tal y como eran, sin reparos ni suspicacias.


VI
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.....A medida que transcurrió el tiempo pude ir descubriendo la naturaleza de la inhabitual relación entre mi tío y George, así como fue revelándoseme la personalidad, biografía y ocupaciones de éste. No vivía en La Mansión, sino en una casa próxima al barrio residencial inglés. Tenía a su servicio a dos lacayos y dos doncellas, los cuatro naturales de Shanghai, un mayordomo escocés y un cocinero Japonés formado en los fogones en Tokio y Hanoi, en la capital de la Indochina francesa, con chefs herederos del arte de Carême y Escoffier. No se le conocía relación estable, ni con mujer ni con varón, pero periódicamente se le podía ver en compañía femenina, aunque nunca en La Mansión. No le gustaba mezclar, al parecer, el placer con el trabajo. Su dedicación principal era escribir, algo que hacía diariamente, preferentemente por las mañanas, aunque cuando tenía alguna nueva novela entre manos podía absorberlo todo el día. Porque, sí, George era escritor, y de éxito, no sólo en las colonias orientales sino en la metrópoli, allá en la otra parte del mundo. Estaba especializado en el género de ficción, al que daba un toque metafísico que era muy apreciado. Lo fantástico permeaba frecuentemente lo real de sus ficticios argumentos con tanta naturalidad que uno no podía sino rendirse a la coherencia y verosimilitud de sus historias. Ensoñaciones de la realidad era la expresión más frecuente entre los críticos literarios para describir o definir sus obras. Nadie sabía cuáles eran las fuentes de su alucinante creatividad, ni en qué venero bebía su exacerbada imaginación, pero lo cierto es que parecía inagotable. Y cuando digo nadie, me refiero a los críticos y sus lectores, ya que tanto mi tío, como yo, como un pequeño grupo de discretos empleados de La Mansión de los Sueños, sí conocíamos de qué recónditos manantiales extraía sus oníricas historias.

.....Es el momento de confesar que aquel británico, otrora adicto al opio, al alcohol y a cuanta droga pudiera enajenarlo de una realidad que parecía espantarlo, había acabado por reinventarse a sí mismo, encontrando su personal lugar en el mundo. Un sitio propio, a medias conforme con sus límites y sus normas y a medias reinventando su escenario. Un escenario en el que aquellos límites y normas, dentro de los cuales se movía el común de los mortales, dejaban trasudar por ósmosis otra realidad, normalmente encubierta o velada. Y no sólo este proceder y esta visión se circunscribía a su faceta de creador, sino que la vivía enteramente en la especial relación con su entorno, incluidos sus congéneres, los otros. Había alcanzado así una especie de equilibrio o acuerdo en y con la vida. Era esta su visión especial de la realidad la que atraía a mi tío, y de la que obtenía mayores réditos. Tömörbaatar estaba convencido de que George era una especie de mago, un ser hipersensible cuya mente podía traspasar los límites del espacio y del tiempo. De hecho las intuiciones del inglés jamás fallaban, sus consejos le orientaban siempre en la dirección correcta —para sus intereses—, sus palabras de ánimo en las adversidades poseían un poder que iba más allá del simple consuelo: eran terapéuticas. Ahora se puede entender mejor el anterior comentario mío, cuando comparaba a George Fullbridge con el mago Merlín y su ascendencia sobre el rey Arturo. Podría decirse que tal analogía era válida aplicada a la relación entre mi tío y mi mentor.
.....Periódicamente, pero no con más frecuencia de una vez por semana, el desintoxicado George se fumaba una pipa del mejor y más purificado opio, a modo de condensada experiencia espiritual que le aportaba la buscada apertura transensorial, aunque carente de los perniciosos efectos físicos de la adicción. Se diría que esa sola pipa funcionaba como una llave para abrir puertas que daban a lugares ya anteriormente visitados, lugares que podría así volver a recorrer sin sentirse inmerso en ellos, como un visitante que los ojeara, flotando, desde una hermética cápsula de paredes transparentes.

.....Al hilo de este consumo moderado, y relacionado directamente con sus consecuencias creativas, había otra actividad de George, llevada a cabo en el fumadero, que permanecía en la penumbra. Ni Tömörbaatar sabía lo que ocurría verdaderamente en los encuentros privados que llevaba a cabo su mago consejero con algunos clientes elegidos por éste a golpe de intuición. Encuentros que se producían tanto en las salas de los pisos bajos —los destinados a la clientela burguesa modesta—, como en las de los primeros pisos —los que concitaban la más selecta. Estas reuniones eran acordadas de antemano con los clientes, es decir, que éstos daban a George su consentimiento previamente.

.....El procedimiento era el siguiente: accedía George previamente a las salas y se situaba en un rincón, tras un pequeño biombo mimetizado en la penumbra, sentado en un cojín, al otro extremo del diván donde el fumador se tendía a fumar sus pipas. Desde allí asistía al viaje de los fumadores. Él, entonces, actuaba de impersonal médium, efectuando preguntas a los viajeros acerca de su viaje. Éstos le contestaba relatando lo que estaban experimentando y la ensoñación a la que estaban asistiendo —pues es bien sabido que el opio permite ser al mismo tiempo protagonista y testigo de las propias experiencias extrasensoriales. George, desde su anonimato, y a la suave luz de una lamparilla imperceptible para el viajero, tomaba buena nota de cuanto el otro le contaba, procediendo a consignarlo en el papel mediante claves y dibujos que él sólo sabía descifrar. Al final obtenía una especie de mapa personalizado de las ensoñaciones de cada cliente. Información que después utilizaba en el argumento de sus historias noveladas, siempre bajo nombres, lugares y situaciones ficticias, en las que los interesados no pudieran reconocerse. Este era el secreto de sus fuentes de inspiración. Lo que en ningún caso podría tildarse de plagio de ideas o sentimientos ajenos, pues su labor de creación implicaba una reinterpretación de dichas experiencias, descartando connotaciones demasiado personales, y dotándolas de una objetividad tal que a cada cual podía comunicarle un significado.

.....En realidad la labor de George era la de actuar de médium o intérprete dedicado a traducir, en un lenguaje entendible por todos, fantásticas experiencias singulares vividas por otros —y que tan bien conocía él. Y esta labor de traducción a un lenguaje universal —tal que un esperanto de imágenes y sensaciones— le era posible porque él estaba convencido de que todos los individuos compartimos un mismo ser, un ser que en cada uno se singulariza atendiendo a una particular recombinación de su constitución material. En eso creía George, todo lo firmemente que a un individuo como él le es concedido creer. Y lo creía, quizás, tras haberse visto obligado, por instinto de supervivencia, a crearse un personaje y un escenario ad hoc en el que la combinación de imaginación y realidad produciría una nueva entidad, que el mismo calificaba como realidad imaginada, donde la vida, la existencia, y, con ellas, el mundo en general se le mostraba como un misterio revelado del cual poseía el código cifrado que daba acceso a su completo conocimiento. Nuevo escenario en que se desplegaba esa realidad imaginada desde una sustancia común, origen y causa de todo lo existente.

.....Para explicarme esta visión invocaba en su auxilio la figura de uno de sus queridos espíritus, un judío holandés de ascendencia hispano-portuguesa que se enfrentó a todo los convencionalismos religiosos de su época, y que vivió y murió como uno de los hombres más libres que el mundo ha conocido: «un hombre casi tan insobornable como yo», me decía, soltando una carcajada. Para extenderse después en la líneas maestras del pensamiento de aquel predecesor judío hispano-portugués que tan bien cuadraban con su propia visión de la existencia. Él no hacía sino dar carta de naturaleza a aquella filosofía emanada de  aquel hombre libérrimo, tomando al pie de la letra (porque así lo había experimentado, tanto en sus infiernos pasados, como en los cielos posteriores) esa materia común, que el sabio judío llamaba Naturaleza, otros Dios y que a él le gustaba llamar Ser.  Pues él, me decía totalmente convencido de ello (o, al menos eso me parecía a mí), había adquirido el poder de trashumar por los otros como la abeja o la mariposa se traslada de flor en flor. Solo que no podía sentir enteramente como los otros, porque los sentidos pertenecen a la materia, y la materia de los otros estaba conformada de forma singular, diferente a la suya. Pese a todo, podía sentir de forma aproximada, semejante, aunque siempre desde su propia singularidad. Esto también actuaba de anclaje para su propia personalidad, con lo que evitaba perderse entre los otros. Lo decía con tal naturalidad que uno no podía sino creerlo tal y como él lo enunciaba. ¿Cómo no sentirse subyugado por un ser así?. 

.....Pero el actual escritor de éxito que era George Fullbridge, ese personaje renovado y florecido a partir del estercolero que había llegado a ser una existencia —la suya— donde sólo medraban las flores del mal regadas por el alcohol y abonadas por el opio, antes de llegar a Shangai, en trance ya de ser una piltrafa humana en busca de su autodestrucción, tuvo otra vida. Una vida vivida en su Inglaterra natal, en parte en su mansión natal, enclavada en la campiña inglesa. Una vida nada fácil a pesar de lo que pudiera dar a entender su noble origen. Una vida que, tras un fatal quiebro del destino, le abocaría a una huida de la realidad convencional que hasta ese momento plácidamente le envolvía para buscar, de modo desesperado y temerario, nuevos horizontes en los que reencontrarse consigo mismo, o mejor, en los que construir un nuevo yo con un nuevo destino, una nueva personalidad con un renovado proyecto de vida, no descartando para ello, si no fuese posible conseguirlo, desafiar incluso a la muerte.

(continuará)



GALERÍA



Lui Liu
(1957 -   )

.....Pintor de dibujo preciso y precioso, con paleta de colores primarios donde el rojo fuerte siempre se contrasta con el gris y los tierra en todos sus matices (pálidos, azulados, ocres, verdinegros), y con los negros en los retratos. Pintor caravaggista, según algunos críticos, aunque, a mi modo de ver, al barroquismo manierista del chino le falta el tenebrismo del milanés. De no ocultas tendencias simbolistas y surrealistas, su estilo a menudo conjuga con soltura, desde un realismo onírico formal, el absurdo con la hipérbole expresiva. Sus composiciones son poderosas, sus desnudos bellos, los temas híbridos, en los que el simbolismo mezcla actualidad con atemporalidad. A la influencia de Caravaggio habría que añadir la del Greco (y no sólo en su tendencia a los volúmenes orgánicos longilíneos, sino en la paleta cromática) y, obviamente la de Dalí o Magritte.
.....Su surrealista mundo traspasa culturas y geografías, pone en relación a Oriente y Occidente, sin solución de continuidad y de manera natural, salvando distancias inexistentes en un mundo, ya, globalizado.
.....Estudió y se graduó en la prestigiosa Academia Central de Bellas Artes de Beijing. Actualmente vive en Canadá, donde reside y vive con su mujer y su hijo.



EN FEMENINO (1)

Lui Liu - Beijing 2008 (v 1)
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Lui Liu - Beijing 2008 (v 2)
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Lui Liu - Maid in China
Lui Liu - Parade
Lui Liu - Public vs Republic
Lui Liu - Show Boat
Lui Liu - Show Time
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Lui Liu - My Midnight Ride
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Lui Liu - Apple II
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Lui Liu - Cat's Cradle (1)
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Lui Liu - Cat's Cradle (2)
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Lui Liu - Cigarette Break
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Lui Liu - City Girls
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Lui Liu - Dandelion
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Lui Liu - Fleeting Time
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Lui Liu - Funky Yard
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Lui Liu - Hedonistic David
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Lui Liu - Morning Flute (1)
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Lui Liu - Morning FluteLui Liu - Morning Flute (2)
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Lui Liu - Mud Girls
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Lui Liu - My Sister
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Lui Liu - Print Era, 2008 (1)
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Lui Liu - Print Era, 2008 (2)
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Lui Liu - Towards the Future
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Lui Liu - Spring Thunder
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Lui Liu - Stone Woman
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Lui Liu - Under the Moon
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Lui Liu - Strawberry Season
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Lui Liu - Street Vendor
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Lui Liu - Socialized Sheperd
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Lui Liu - Suwu, the Shepard
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Lui Liu - Skrik
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Lui Liu - Four Season - Winter
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Lui Liu - The Yawn (1)
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Lui Liu - The Yawn (2)
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 Lui Liu - Three Muses
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Lui Liu - Oh, Canada!
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Lui Liu - Ancient Fantacy (framed)
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Lui Liu - Ancient Fantacy
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Lui Liu - Wedding Party (framed)
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Lui Liu - Wedding Party
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Lui Liu - The Legend of Warloards
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 Lui Liu - The Legend of Warloards (detail 1)
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Lui Liu - The Legend of Warloards (detail 2) 
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 Lui Liu - The Legend of Warloards (detail 3)
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 Lui Liu - The Legend of Warloards (detail 4)
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Lui Liu - The Legend of Warloards (detail 5)
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Lui Liu - Titled Unknown
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Lui Liu - A Kiss
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Lui Liu - Made in 96
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Lui Liu - Requiem vs. Rejuvinesce
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Lui Liu - An Evening Stroll on a Deserted Path
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EN FEMENINO
(Títulos desconocidos)

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Lui Liu - Erin
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Lui Liu - Jezebhel
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Lui Liu - Leta
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Lui Liu - Leta
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Lui Liu - Savita
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Lui Liu - Thea
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Lui Liu - Madeline (a)
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Lui Liu - Madeline (b)
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Lui Liu - Ophelia
Lui Liu - Tanya
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