sábado, 4 de junio de 2016

Dafnis y Cloe (V) - GALERÍA: Dafnis y Cloe en el dibujo y la ilustración (I)





Trasladando el Libro Segundo de Dafnis y Cloe
(Vuelto a romance desde la novela original de Longo de Lesbos)

.....Suma y sigue. La monstruosidad, imposible de detener, sigue creciendo. Ahora le hemos cambiado la asonante, pero, desde este renuevo rimado, se ramifica y florece. Digamos que, una vez abierta la Caja de Pandora, ya no hay remedio. Ni la esperanza ha quedado (de poder detener esta torrentera de octosílabos). De pocos en pocos, de muchos en muchos, luchando con la sintaxis y la composición, torturando a veces al lenguaje, para hacerle decir lo que no quiere decir o no imagina, todo con  el objetivo de ahormarlo a la talla prevista: a la métrica y a la rima del romance clásico. 
.....Y si no he podido contenerme es, entre otras irrazonables razones, porque la historia, una vez acabado el Primer Libro, se me quedó mirando con ojos tristes, como diciendo: ¿y lo vas a dejar aquí? ¿ahora que viene lo bueno? ¿ahora que la acción progresa adecuadamente? ¿ahora que lo más lindo de la narración asoma?. Y claro, ante este cuestionar atristado no me ha quedado otra que continuar. No como un Sísifo, que ha de volver a subir la piedra una vez ya dejada en la cima y precipitada inexorablemente, otra vez, en el fondo del abismo; sino como un forzado galeote encadenado al remo, al que no le queda más remedio que seguir bogando. 

.....Los amores de Dafnis y Cloe o Cloe y Dafnis, siguen progresando, aunque lentamente, paso a paso; y nosotros asistimos a este lento progreso con delectación, pues la candidez e ingenuidad con que Longo nos va desarrollando la historia posee tal equilibrio, que causa maravilla no caiga a uno u otro extremo de la frivolidad o el sentimentalismo ñoño. Como aquel prodigioso filósofo autodidacto de Abentofail, el camino de descubrimiento se hace escalón a escalón, gradualmente, casi de forma silogística (y aquí le guiñamos el ojo al estagirita, quien influyera providencialmente en la lógica de los árabes, y al que éstos veneraban como a uno de los suyos). Es decir, que un argumento conduce al siguiente, y éste al siguiente, y así hasta desembocar en el último razonamiento que demostrará, negro sobre blanco, el intríngulis de todo el asunto (y aquí el asunto, no lo olvidemos, es el amor).
.....En este Segundo Libro las revelaciones que Dafnis y Cloe van teniendo acerca del amor (y que son objeto de esta 1ª parte del Segundo Libro del Romance), se ven puestas a prueba por las peripecias y aventuras de los protagonistas (objeto de las siguientes partes). La trama novelística es patente, y el músculo argumental coge volumen gracias a derivadas secantes o tangenciales a la trama principal (el amor y sus vicisitudes), que sirven para generar alrededor del núcleo narrativo un escenario que pone en valor los descubrimientos de los aspirantes a amantes. Es decir, que, por un lado, está el descubrimiento recíproco, el tête à tête, que Dafnis y Cloe van teniendo de modo íntimo o privado, interpersonal; de otro, estos descubrimientos, o son introducidos por agentes externos (caso de Filetas), o parecen ponerse a prueba con la injerencia de elementos ajenos. Todo ello descrito con luminosidad literaria, y gran lirismo. Mantener ese lirismo por medio de una poesía narrativa es más complejo —aunque nos parezca lo contrario—, y a veces puede resultar frustrante, pero intentarlo es gratis (más allá del costo en tiempo, esfuerzo visual e intelectual para llevar a buen puerto el intento), así es que en ello estamos, Héctor y yo, codo con codo.

.....Espero que este ser monstruoso que como romance está tomando vida, al final, tenga más de prodigio que de endriago, más de fenómeno que de leviatán, o, en el peor de los casos, más de quimera que de esperpento.
.....Ni qué decir tiene que, a medida que se avanza, el camino se torna más y más arduo y difícil. El peligro que se corre no es poco, caer en lo ripioso es un riesgo siempre constante, sobre todo cuando se trata de un poema tan extenso como este, en el que mantener constantemente el tono lírico, preñado de imágenes y alusiones, es realmente complejo, cuando no imposible. El hecho de que se trate de un romance narrativo —casi traducción literal de un texto en prosa a verso—, complica aún más las cosas, ya que la fidelidad debida no deja mucho espacio para la inventiva, más allá de algún recurso más o menos ingenioso que permita respetar el metro y la rima sin alterar en exceso el texto original (cosa a la que me he visto obligado no pocas veces).
.....Reitero: avanzaré hasta donde me esté permitido, ni un paso más. Esto puede acabar con el punto y final del romance completo de los cuatro libros, o con los puntos suspensivos de un súbito romance interruptus. De cualquier forma, si llegara hasta el final, probablemente será una labor para gran parte del verano (intentaría intercalar otros temas entre medias). 

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Las Pastorales de Dafnis y Cloe
(Romance a partir de la obra de Longo de Lesbos)

V

Libro II

5. Otoño: Revelaciones.

En su fuerza está el otoño,
ya se acerca la vendimia;
es el campo un hervidero
de movimiento y de vida.
Unos preparan lagares, 
otros las tinajas limpian;
estos afilan las hoces
o tejen la cestería,
y aquéllos van disponiendo
ya la piedra ya la viga
para estrujar bien las uvas
con la presión convenida,
o machacan mimbres secos
y sarmientos porque sirvan
de mágicas luminarias
que truequen la noche en día
(momento en que se trasiegan
los mostos a grandes tinas,
aprovechando el frescor
propio de la anochecida)

Dafnis y Cloe abandonan
los rebaños, sin desidia,
pues han de prestar sus manos
en el quehacer de las viñas:
él acarrea la uva
en cestos de mimbre y fibra,
y en los lagares el mosto
con los pies desnudos pisa,
y lo lleva a las tinajas
de bien modelada arcilla
donde la transmutación
de mosto en vino culmina;
ella a los vendimiadores
condimenta la comida,
les escancia el vino añejo
y hasta ayuda en la vendimia,
sobre todo de esas cepas
que rastreras predominan
en Lesbos, a las que un niño
sin esfuerzo accedería.

Según secular usanza
de esta fiesta dionisíaca,
por la que el vino se alumbra
tras la gravidez precisa,
al parto acuden mujeres
de las haciendas vecinas
por prestar ayuda en él
por jornal de cortesía,
comadronas de lagares
y parteras de las viñas
que procuran su asistencia
con bien probada pericia.
Las más que acuden, en Dafnis,
con buenos ojos se fijan,
ensalzando su belleza
no exenta de gallardía.
Una de las más audaces
hasta un beso le propina,
gratificación que a Dafnis
mucho halaga y regocija,
mas a Cloe, por lo mismo,
le zahiere y mortifica.

Por su parte aquellos mozos
que en el lagar vinifican,
echan a Cloe requiebros,
le brindan galanterías
y como sátiros saltan
al descubrir a una ninfa;
carneros quisieran ser
por pacer la grama fina
mientras Cloe los deleite
con sus toques de siringa.
Todo lo cual a la joven
le causa gran alegría,
pero a Dafnis le entristece
por sentirla compartida.
De aquí que ambos el final
de este festival ansían:
volver a la soledad
de aquella vida tranquila,
donde oír, en vez de bulla,
el rumor de la campiña,
el sonar de la zampoña
y a la grey balar pacífica.



Pasan raudas las jornadas
y el hervor se debilita,
poco a poco las faenas
de la vendimia terminan.
En los campos los viñedos
de racimos se vacían,
al ritmo que las tinajas
de mosto acaban henchidas.
Ya los brazos van sobrando,
ya se vuelve a la rutina,
el paréntesis se cierra,
se reabre el día a día.
Dafnis y Cloe de nuevo
en los campos se dan cita,
cada cual con su rebaño
y ambos con la misma dicha.
Satisfechos, gracias dan
en la gruta de las Ninfas,
a las que ofrendan, piadosos,
las consabidas primicias:
grandes racimos con pámpanos
y mosto en amplia escudilla;
devoción, por otra parte,
antes nunca interrumpida,
que supondrá en el futuro
la recompensa divina.
Por lo pronto ambos retozan
como lebreles sin brida,
dedicándose canciones
y, a la flauta, melodías,
y como añojos y chivos
se pelean de mentiras.

Con estas ocupaciones
los mozos se divertían
cuando un anciano aparece
vistiendo vieja pellica,
calzando abarcas de cuero
y al hombro alforja raída;
que, a su lado ya sentado,
de esta suerte les platica:

«Soy, hijos míos, Filetas,
quien tanto cantó a las ninfas,
y tanto a Pan entonara,
bien templada, la siringa;
He guiado gran vacada
con mi sólo son por guía.
Y vengo para contaros
la experiencia hoy vivida.
Poseo un huerto lozano
que cultivo cada día
desde que dejé el ganado,
porque así la edad lo obliga;
es vergel donde florece
lo que cada estación brinda:
en primavera azucenas,
rosas, lirios, margaritas,
jacintos de azules flores
y violetas amarillas;
en el estío amapolas,
manzanas, peras y guindas;
y en otoño uvas, granadas,
mirtos, higos y endrinas.
Los pájaros a bandadas
llegan a la amanecida,
unos por picar y otros
por trinar en las umbrías,
ya que en mi huerto la sombra
de la fronda predomina;
el agua de tres arroyos,
generosa, el huerto irriga,
al tiempo que en su fluir
con su sonar lo ameniza
.
»Estando, pues, yo en el huerto,
rayando ya el mediodía,
sorprendo allí a un muchacho
que, luciendo una sonrisa,
con granadas y arrayán
despreocupado camina;
es blanco como la leche,
rubio como las espigas
e, inmaculada, su piel
parece como bruñida.
Se encuentra solo y desnudo
y es su actitud tan tranquila
que parece amo del huerto,
dueño de sus maravillas.
En balde voy hacia él
pues fácilmente me esquiva:
ya entre malvas, ya entre rosas
ágilmente se desliza,
cual perdiz entre la mies
al sentirse sorprendida.
No pocas veces anduve
tras de las reses huidizas,
pero ésta me capea
con ligereza inaudita.
.
»Más pronto que tarde yo
presa ya de la fatiga,
si no por los muchos años,
por la frustrante impericia,
apoyado en mi cayado
vigilante de su huida,
le pregunto que quién es,
si vecino de mi finca,
y por qué se da a robar
en una ajena alquería.
Él, sin responder palabra,
acercándose me mira,
me sonríe de tal forma
que el enojo me disipa.
Tornose mi ira en deseo,
mi sinsabor en delicia,
le ofrecí cuanto quisiera
si a mi beso consentía:
mis manzanas más maduras,
mis granadas más crecidas,
el mirto más aromático,
las flores más odoríferas.


.
»El muchacho, al escucharme,
soltó altisonante risa,
cual si rïera, armonioso,
coro de efebos y ninfas.
Escuché después su voz
melodiosa y cantarina,
tanto que hasta el ruiseñor
de ella sentiría envidia:
«Nada me cuesta, Filetas,
aceptar beso y caricia,
pues más gusto yo de besos
que tú de juventud huida.
Mira con todo si el don
que pides te convendría.
ya que ni la mucha edad
el enamorarse evita,
y tras el beso querrás
perseguirme todavía,
y no hay gavilán ni halcón,
ni ave alguna de rapiña
que, por ligera que sea,
alcanzarme a mí consiga.

»»No soy niño, aunque niño
aparente a simple vista,
pues más viejo soy que Cronos
y anterior a toda vida.
De muy atrás te conozco
cuando, zagal, acudías
al llano de la laguna
con tu pingüe vaquería.
Yo andaba a la vera tuya,
inspirando tu inventiva,
cuando tocabas la flauta
a tu Amarilis querida.
Yo estaba allí, cerca de ella,
aunque tú no me veías;
al fin te la concedí,
y formaste una familia.
Cuido ahora, buen pastor,
de dos almas muy sencillas
—Dafnis y Cloe se llaman—
que me confiaron las ninfas.
Rayando el alba los junto
al son de la melodía
que en sus corazones suena,
por mi poder infundida.
.
»»Tras lo cual aquí me vengo,
al huerto que tú cultivas:
con sus flores y sus plantas
me divierto sin malicia
y en sus fuentes me remojo
dando al agua mi energía,
por eso plantas y flores
siempre lozanas se crían.
Y alégrate, además,
por la gracia concedida,
pues sólo tú entre los hombres,
en tu senectud, me miras.»
Dicho esto, al instante,
al arrayán ya ascendía
volando cual pajarillo
entre sus ramas erguidas,
hasta alcanzar lo más alto
de su discontinua cima.
Entonces vi que en su espalda
tenía sendas alitas,
y entre ellas aljaba y arco;
después... desaparecía.
Si yo no he vivido en balde,
y si el seso aún me atina,
yo os declaro, hijos míos,
que al Amor tenéis por guía,
que estáis a él consagrados,
y que es él quien bien os cuida.»

Mucho se huelgan los mozos,
no poco se maravillan,
de este relato que es mezcla
de suceso y fantasía.
Tras el asombro preguntan,
impulsados por la intriga,
quién es ese dicho Amor
que así tal se significa:
si niño por la apariencia
o, por volar, avecilla;
e inquieren por el poder
que detenta y ejercita.
Y de nuevo así Filetas,
docente, les adoctrina:

«Dios es Amor, hijos míos,
joven y hermoso, que anima
con su volatilidad
la gravedad de la vida;
se complace en lo jovial
y lo bello solicita,
mas no desdeña lo feo
ni lo añoso desestima;
también hace brotar alas
en las almas que él hechiza,
con las que vuelan aleves
por atmósferas miríficas.
Tanto puede que ni Júpiter
tanto poder aglutina,
dispone el germen de todo
cuanto nace en esta vida,
sobre los astros del orbe
como rey se reivindica
y manda más en los dioses,
—compañeros de fatigas—
que nosotros en las reses
obedientes y sumisas.
Toda flor es obra suya,
todo árbol origina,
por su virtud corren ríos,
los vientos por él suspiran.
Yo he vistos toros en celo
bramando por la lascivia,
y cabrones encelados
que a las cabras perseguían.

»Yo mismo, cuando era mozo,
y a Amarilis pretendía,
se me olvidaba beber,
ignoraba la comida
y del sueño renegaba
por servir a la vigilia.
Tenía el alma doliente,
el corazón hecho trizas
y el cuerpo tan desquiciado
que, mustio, languidecía;
ya gritaba por tormento,
ya callaba por acidia
y a los ríos me arrojaba
buscando calmar mi ardentía;
 a Pan, que a Pitis amó,
rogué su amparo en mis cuitas,
y a Eco elogié por ser
de mi Amarilis bocina,
rompí flautas pues su son
a mi amada no atraía,
abjurando de mi arte
que de nada me servía
y es que para Amor no existe
remedio alguno que sirva,
ni filtro, ensalmo o manjar
que, hechizados, lo resistan;
sólo el beso y el abrazo,
y el fragor de las caricias
que el acostarse desnudos
breve alivio garantizan.»


.
Partió Filetas dejando
la huella de su doctrina;
a cambio se lleva quesos
y un chivo de cortesía.
Una vez solos los mozos
en reflexiones se abisman,
abismo que ambos comparten
y que hablando exteriorizan.
Han recibido de Amor
por primera vez noticias
y una sombra de inquietud
el ánimo les agita.
Comparan sus sentimientos
con los que les refería
el viejo, por si casaban
en mucha o poca medida:

«si padecen los amantes,
en nosotros hay desdicha;
si no cuidan de sí mismos,
en nosotros hay desidia;
si ellos no logran dormir,
nuestro sueño es utopía:
si ellos parecen arder,
el ardor nos martiriza;
si verse desean ávidos,
nos buscamos con codicia...
Esto, de juro, es amor,
el cotejo lo atestigua;
y si, pues, amor sentimos
y es Amor quien nos domina,
¿qué nos falta y nos aflige?,
¿para qué este ansia recíproca?
¿No es una contradicción
que la flor se torne espinas?

»Filetas dijo verdad,
el rapaz que él nos decía
es el mismo que en un sueño
ordenó a Lamón y a Dryas
que nos diesen a guardar
el ganado de sus fincas.
¿Cómo podremos prenderle?,
es criatura escurridiza;
¿cómo huir de su cuidado?,
alado, nos cogería.
¿Y si el amparo pidiéramos
de las protectoras Ninfas?;
en vano, por Amarilis,
Filetas a Pan suplica.
Tomemos, pues, los remedios
que, según él dijo, alivian:
besos, abrazos y echarse
desnudos entre caricias.
Es cierto que ya es otoño
y que el frío se avecina:
pero para este remedio
nuestro ardor será cobija.»
Así repasaban ambos
la lección que les daría
Filetas aquella tarde
sobre el amor y sus cuitas.

A la mañana siguiente,
al reunirse en la campiña,
se saludan con un beso
cosa que antes nunca hacían,
y se agarran de las manos,
y se abrazan enseguida,
mas con el tercer remedio
no se atreven todavía:
el acostarse desnudos
requiere más osadía
que el que le cabe a un zagal
y a una tierna doncellica.
Desvelados esa noche
también se la pasarían:
ya rememoran lo hecho,
ya lo omitido no olvidan;
y se preguntan, despiertos,
que si el abrazo no alivia
y el beso poco aprovecha,
—antes bien, más los excita—,
por fuerza será acostarse
juntos lo que necesitan.
Cuando al fin el sueño acude
a la conciencia rendida,
en los sueños cumplirán
lo omitido en vigilia:
y así sus cuerpos desnudos
juntos se los imaginan.

Rayando el alba despiertan
con ansia recrudecida
de tantos besos y abrazos
cuantos quepan en el día.
Entre dos luces ya salen
al encuentro de la dicha;
sus rebaños, contagiados
del afán, raudos caminan.
No bien se ven van volando
en alas de su sonrisa;
hasta que, juntos, los besos,
los abrazos, las caricias,
sin poderse contener,
amorosos, se prodigan...
El tercer remedio en cambio,
temerosos, no practican:
ni el muchacho lo propone,
ni lo insinúa la chica.
Aún tendrá que esperar
la circunstancia propicia;
el azar habrá de ser
quien, al final, lo permita.

Sentados se encuentran ambos
en el tronco de una encina,
la dulzura de los besos,
sin hartarse de ella, liban.
Ansiosos tanto se aprietan
—clamor de pieles fundidas—
que, Dafnis al abrazar
de forma tan efusiva
a Cloe, sobre el costado
contra el suelo la derriba;
boca con boca, los dos,
prosiguen en la caída, 
por no deshacer el beso
que tal pasión les suscita.
Ven en aquella postura
la que en sus sueños veían,
quedándose mucho tiempo,
como atados, en la misma.
Lo que viniera después,
ignorantes, no adivinan,
creyendo haber alcanzado
del amor, así, la cima.
Consumieron, pues, en balde
la mayor parte del día,
hasta que llegó la noche
forzando su despedida.
Recogen el hato y vuelven
cada uno a su familia,
con un regusto en sus almas
mezcla de miel y de acíbar.
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(continuará)
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GALERÍA

DAFNIS Y CLOE

ILUSTRACIÓN I

Edición traducida por Amyot (1807), e ilustrada por Pierre-Paul Proudhon
[Aquí se puede leer la versión original de 1807, sobre Gallica (BnF)]
Se muestran versiones para el grabado y ya impresas, de las escenas.

 Portada interior
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 Descubrimiento de Dafnis por Lamón
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Descubrimiento de Dafnis por Lamón
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 Dafnis mete la mano en el seno de Cloe buscando la cigarra
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Dafnis mete la mano en el seno de Cloe buscando la cigarra
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 Cloe lava a Dafnis (tras caer en la trampa del lobo)
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 Cloe lava a Dafnis (tras caer en la trampa del lobo)
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 Los muchachos de Metimna raptan a Cloe
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Los muchachos de Metimna raptan a Cloe
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 Dafnis recupera a Cloe
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 Dafnis recupera a Cloe
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 Dafnis clama por Cloe en le invierno
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Dafnis clama por Cloe en le invierno
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Las Ninfas se aparecen a Dafnis en sueños
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Dafnis y Cloe ofrecen primicias a Pan, en señal de gratitud
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Dafnis y Cloe ofrecen primicias a Pan , en señal de gratitud
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 Dafnis y Cloe camino del tálamo nupcial en la noche de bodas
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Dafnis y Cloe camino del tálamo nupcial en la noche de bodas
...
Versiones varias del mismo:

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Daphnis and Chloe, translated by George Thornley, 1667
Illustrated by John Austen (Ed. New York, Ranty Press, 1931)

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Edición traducida por Amyot (1807) y revisada por Paul Louis Courier, en 1902
Ilustrada por Pierre Bonnard

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LONGUS. Les Pastorales ou Daphnis et Chloé. Paris: Gonin, 1937 Illustrations d'Aristide Maillol

Portada interior
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Título interior
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Daphnis et Chloe
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 Daphnis et Chloe
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 Philetas avec Daphnis et Chloe
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Daphnis avec Lycenion
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Traducción de Amyot y corregida por Courier; Ed. P. Floury, 1934.
Ilustrada por Léonnec

Primera ilustración y portada interior
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 Dafnis enseña a tocar la siringa a Cloe
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 Cloe baña a Dafnis, tras el episodio de la trampa del lobo
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Cloe y Dafnis retozan en el verano
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Cloe es raptada por los muchachos de Metimna
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Dafnis contempla a Cloe bañarse desnuda
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Dafnis y Cloe en la noche de bodas; se corre el telón
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Ed La Tradition, 1947, ParisEaux-Fortes de Marianne Clouzot

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Daphnis and Chloe, 1930. Illustations by Konstantin Somov

Dafnis y Cloe en la fuente (portada de la edición de Gredos)
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 Dafnis y Cloe con sus rebaños
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 Dafnis mira a Cloe mientras ésta duerme
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 Dafnis con Lycenion
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Los muchachos de Metimna raptan a Cloe
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