domingo, 6 de marzo de 2011

Dietrich Buxtehude (2): Membra Jesu Nostri




Presentación

Esta obra singular, tenida por el primer oratorio luterano, está integrada por un ciclo de siete cantatas dedicadas cada una de ellas a una parte del cuerpo de Cristo en la Cruz (Pies, Rodillas, Manos, Costado, Pecho, Corazón y Cara). Data de 1680 -obra de plena madurez, por tanto, del organista de la Marienkirche de Lübeck-, y sus textos se basan en los del monje-poeta cisterciense Arnulf de Louvain, extraídos de su selección de poesía espiritual Salve Mundi Salutare -conocida, también, como Rhythmica Oratio-, y, además, en citas bíblicas que aluden, de una u otra forma, a cada una de esas sacras partes del Crucificado.

La estructura es constante en todas las cantatas, dividiéndose en seis secciones: Sonata, Concierto, tres Arias, y Concierto final, en que se repite el tema del inicio -da capo-; este esquema se repite en todas, salvo en la séptima que se sustituye el Concierto final por un Amén.
El texto introductorio del Concierto en cada cantata está tomado de diversas citas de la Biblia (Nahúm, Isaías, Zacarías, Cantar de los Cantares (2), San Pedro y Salmos); los textos de las arias pertenecen al Salve Mundi Salutare de Arnulf de Louvain, menos los concernientes a las cantatas Ad Latus y Ad Faciem, que pertenecen a poemas de Bernardo de Claraval y Joseph von Steinfeld, respectivamente.
En su interpretación es preciso una formación vocal de cinco solistas (Soprano (2), Alto -Contratenor-, Tenor y Bajo) y una pequeña orquesta formada por: violín, violas, violas da gamba, violonchelo y continuo (órgano).

Á mon avis, se trata de una de las composiciones vocales sacras más completas y de más altos vuelos de cuantas nutren el prolífico corpus vocal clásico; lo tiene casi todo -sutileza, complejidad compositiva, cromatismo, emotividad,...-, pero condensado, intensificado en su magistral perfección. Las diversas melodías, tan magníficamente descritas y desarrolladas, el protagonismo compartido del juego polifónico, y una instrumentación soberbia que despliega y mantiene el tema musical de cada cantata, conforman un cuadro milagrosamente preciso y definido; aquí, nada es espejismo, sino real y excelsa manifestación sonora. La polifonía -que por un lado recuerda los mejores momentos de la polifonía católica renacentista y temprano barroca, y, por otro, alumbra el camino que seguirá Haendel o, sobre todo, Bach, por ejemplo- forma, en esta maravillosa composición, un entramado tan sutil y evocador que uno no puede sino dejarse mecer por las voces en su mirífico vaivén que, por momentos, transporta a paraísos nada terrenales... En resumidas cuentas, no queda más opción que sumirse en su hipnótica seducción y disfrutarla.

La Versión del Membra Jesu Nostri aquí presentada es la mejor de las seis mejores que he encontrado en la red: la de más exquisita interpretación (se hace notar la pléyade de extraordinarios solistas que integran la parte vocal), y más claro sonido.
Cada Cantata irá precedida de su título, la cita bíblica correspondiente al concierto, su traducción al castellano y un poema dedicado a cada una de ellas, como sencillo y particular contribución/homenaje.



Introducción Prosopoética

Busca, la piedad, la belleza de la forma, la expresión conmovedora, el vehículo apropiado que transporte, de manera seductora, el sentimiento de dolor que el irredento pretende conjurar -culpa impía que porfía en su alma prosperar-, y lo logra, con esfuerzo y con ayuda del talento, en el momento soberano de crear.
El dolor, así, se erradica en la obra creada, pues, si de perfección dotada y a lo Eterno dedicada, su prédica suplica con tan bello suplicar que la conciencia adormece y el corazón estremece con su intenso palpitar.
Se adensa el aire recamado de voces y sonidos, suaves lamentos son y dulces gemidos que ensalzan los miembros heridos de quien la vida diera y cruel martirio sufriera por quedar a los Humanos redimidos.
Se adensa el aire y se condensa la emoción por las voces que son voces de ángeles en feliz invocación. Un mundo universo surge de la nada, manifestación musical por celestial inspiración creada, que da cuenta de la cruenta significación de símbolos sagrados, tan amorosamente ensalzados que con ellos el alma se hace eco de su alabanza y se eleva, y se arroba, y se embarga, toda ella estrella bella de deleitosas llamaradas.
El dolor, así, se transmuta, y la culpa se permuta en feliz exculpación. La sangre emanada se torna fuente clara que es fuente inagotable de delectación; milagro obrado por el conjuro que, con trazo bello y seguro, en papel pautado, realiza, afortunado, aquél que henchido está de melodiosa perfección.




1.
Ad Pedes

Ecce super montes
pedes evangelizatis
et annunciantis pacem.
(Nahúm, 1:15)

He aquí, sobre los montes,
los pies del mensajero que anuncia la paz.

Aquellos pies que sobre las aguas
y en el desierto anduvieron;
aquellos que, pisando mundo,
conducían hacia un cielo;
aquellos que, venturosos,
de Dios fueran fundamento;
aquellos que portaron vida...
contemplarlos ahora yertos:
símbolos de redención,
claveteados a un madero,
atravesados de esperanza
con forma de agudo hierro.



2.
Ad Genua

Ad ubera portabimini
et super genua blandientur vobis.
(Isaías, 66:12)

Y seréis llevados y amamantados,
y sobre las rodillas acariciados.

Cuántas veces fuisteis goznes;
cuántas, pedestal truncado;
cuántas, bisagras que adoptan
forma de amoroso escaño.
Si investidas de piedad,
de oración pío calzado;
si atributo de humildad,
representación de acato.
Santos hinojos de aquel
que se postró, soberano,
bajo el peso de una cruz:
nuestros serviles pecados.



3.
Ad Manus

Quid sunt plagae istae
in medium manuum tuarum?
(Zacarías, 13:6)

¿Qué son estas heridas
en medio de tus manos?

Bendecidos por divinos,
estigmas que son emblemas
de la compasión de un dios
que, inmolándose, se ofrenda.
¡Qué abrazar más doloroso!
¡Qué exonerar la blasfemia
empuñando el lacerante
dolor de la carne abierta!
Bienaventuradas Manos
que tanto amor impartieran,
remachadas en un yugo
os halláis, de gloria eterna.



4.
Ad Latus

Surge, amica mea,
speciosa mea, et veni,
columba mea inforamimibus petrae
in caverna maceriae.
(Cantar de los Cantares, 2:13-14)

Manifiéstate, amiga mía, hermosa mía, y ven,
paloma mía que estás en las grietas de las rocas y en escarpados riscos.

Del adánico costado,
arcilla de vida infusa,
surgiste para ser Madre
de todas las criaturas.
Y de entre todas, gloriosa,
feliz alumbraste a una
que sería luz del mundo
y bálsamo de su angustia;
buena hora en mala hora
una lanza puntiaguda
hendió su costado santo
brotando de él agua pura.



5.
Ad Pectus

Sicut modo genitis infantes rationabiles
et sine modo [lac] concupiscite,
ut in eo crescatis in salutem.
Si tamen gustatis, quoniam dulcis est Dominus.
(1 Pedro, 2:2-3)

Como recién nacidos razonables, deseáis leche pura
a fin de crecer para Él en la salud. Así gustaréis cuán dulce es el Señor.

De alimento es dulce seno,
y resguardo, para el hombre,
la cúpula que el aliento
de un almo destino acoge.
Escudo de abnegación
más resistente que el bronce,
bóveda que es refectorio
de serenadas pasiones.
Es, el pecho del Señor,
templo de múltiples voces:
unas, expanden el alma;
otras, el alma recogen.



6.
Ad Cor

Vulnerasti cor meum,
soror mea, sponsa.
(Cantar de los Cantares, 4:9)

Tú has herido mi corazón,
Hermana mía, Esposa mía.

Tú, corazón vulnerado,
de ardiente amor encendido;
Tú, que la vida entregaste
generoso y desprendido;
Tú, mi bien más preciado,
mi corazón sometido
de un afán enamorado
que al alma tiene rendido
¿Cómo puedo agradecerte
la dicha que he recibido?
¿Cómo te puedo pagar
lo mucho que me has herido?



7.
Ad Faciem

Ilustra faciem tuam super servum tuum,
salvum me fac in misericordia tua.
(Salmos 31:16)

Que tu cara brille sobre tu siervo.
Sálvame en la misericordia.

Es tu rostro luminoso
remedio para mis males,
en él encuentro consuelo,
por él someto pesares.
Vuelve tu rostro hacia mí
cuando la noche me alcance,
ilumíname el camino
para que pueda encontrarte.
Señor que todo lo puedes
vuelve hacia mí tu semblante,
no me quiero extraviar
el día que tú me llames.



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