lunes, 26 de noviembre de 2012

Salomé y Judit: Un Encuentro Inédito (I)


 



"...entrando la hija de Herodías, danzó y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa;
y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y yo te lo daré.
Y le juró: Todo lo que me pidas te lo daré, hasta la mitad de mi reino.
Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista."
Marcos 6:21-29

"...quedaron en la tienda tan sólo Judit y Holofernes, desplomado sobre su lecho y rezumando vino [...]
Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba a la cabeza de Holofernes, tomó de allí su cimitarra,
y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los cabellos [...]
Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le cortó la cabeza."
Libro de Judit, 13: 2, 6-8


EL ENCUENTRO
Achacaremos a uno de esos insospechados lances del azar la oportunidad del encuentro, ya que sería arduo, además de vano, intentar hallar una precisa y lógica explicación al origen de lo que no es sino producto de una concatenación casual y aleatoria de analogías habidas en la intrincada trama reticular de una mente; en este caso, la mía. Mas este nimio detalle, poco más que un insignificante hecho circunstancial, no debe inducir a engaño que obligue, desde este preciso y revelador instante, a adoptar una actitud defensiva, escéptica o descreída, ante lo que se contará acerca de lo que en tal encuentro habrá de acaecer, pues que lo que acontece en una mente y en ella no queda, sino que sale y se convierte en expresión, no es menos real ni más ficticio que lo que esa misma mente interpreta de la realidad objetiva cuando los limitados, torpes y engañosos sentidos nos informan de ella. Al fin y al cabo es sólo cuestión de tiempo e intención --la del lector por querer seguir leyendo-- que lo que en la mente creativa acaece acabe por acaecer en las otras mentes que de ello se impregnen, pues es casi ley que en el voluntario proceso de leer, lo leído se hace propio, y no sólo eso, sino que se enriquece con matices y detalles del magín de cada cual atendiendo a su particular imaginación y  a su individual cúmulo de experiencia. Me parece ésta, pues, justa y suficientemente sólida argumentación para continuar leyendo lo que de aquí en adelante sigue, si es que la simple curiosidad --aunque solo sea por comprobar la validez de lo argumentado-- no induce a ello.

El caso es que el encuentro se produjo, digamos, de forma fortuita. Aunque una más joven que la otra --las dos hermosas--, se reconocieron de inmediato. Y este reconocimiento mutuo no sólo se debía a que adolecían de un mismo y semejante tic, como un gesto reflejo, que las hacía pasar las palmas de las manos sobre la falda o el pantalón o los faldones de la chaqueta, sobre la misma piel, o a frotarse una con otra, como si quisieran hacer desaparecer algo adherido a ellas, algo que a simple vista, para cualquiera que las observara, por muy detenidamente que lo hiciera, era imposible determinar, pues en aquellas finas, suaves y blancas manos nada se veía como no fuera esa nerviosa tendencia al reiterativo ademán antes citado; sino que se reconocieron, además, por algo que portaban en la mirada, y que igualmente sería imposible detectar para quien no estuviera al tanto de lo que ambas, cada una en su papel, habían vivido. Era algo que se había quedado fijado en su retina, algo imperceptible, así mismo, para los demás pero manifiestamente perceptible entre ellas dos: el horror.
Y no he empleado en el párrafo anterior el término "papel" de forma gratuita, pues no otro mejor podría designar el rol protagonista que ambas debieron llevar a cabo. Las dos, de diferente manera, tuvieron que arrostrar un destino que las dejaría marcadas para siempre (y en este caso el "para siempre" determina exactamente la duración que se le asigna al concepto), convirtiéndose en modelos eternos para uso de las generaciones que las tomaría como referencia. Cuánto de diferente pudo ser la forma y el fondo, el rol, el objetivo, la naturaleza de su distinto cometido, es engañoso aventurarlo, pues ya sabemos que muy a menudo las apariencias se empeñan en ejercer de espejismos, cuando no de lábiles disfraces. A veces lo que semeja ser irreconciliable, incompatible u opuesto, guarda en el fondo más similitud que lo contiguo y vecino, que lo prójimo; a veces dos adversarios pueden sentirse más semejantes entre ellos de lo que se sienten con sus respectivos partidarios. Es cuestión de alma, de grado, de sintonía. Recurriendo a un símil musical, es frecuente encontrar en el acertado contrapunto un más armónico y poderoso efecto de unión en lo compositivo que en la adición de previsibles notas monótonamente melodiosas.

De este estilo de semejanza contrapuntística es de lo que se habla aquí. En apariencia, ambas eran todo lo diferentes que puede ser un modelo del bien respecto de otro del mal; uno que es dechado de virtud y heroísmo, de otro que es compendio de vicio y crueldad. Y puntualizo que en apariencia porque, vamos a ver: ¿Alguien se ha metido en el corazón de estas dos mujeres y ha leído allí lo que las impulsaba a hacer lo que hicieron? ¿Alguien está libre de tirar la primera piedra sobre lo que se aparenta ante los demás y lo que se siente dentro de sí? ¿Alguien no ha experimentado ese vértigo de bajar por un tobogán que no controla, y que le obliga a realizar lo que nunca hubiera creído posible? ¿Es que nadie ha sido testigo, con pavor, de cómo, pese a los denodados esfuerzos en contra, uno se acaba sintiendo traicionado por sí mismo? ¿Existe alguien así, que no se trate de un muerto --si sea viviente?
En este caso el contrapunto incluía la diferencia de edad: Salomé, recién salida de la adolescencia y arribada a una esplendorosa, alegre y despreocupada juventud; Judit, mujer ya hecha y sazonada, juiciosa y responsable, conservaba toda la lozanía propia de la sólida belleza que ha alcanzado su zenit y a la que no espera sino el lento y progresivo declive. Sólo por esto (porque cada una veía en la otra lo que ansiaba), sería suficiente para justificar la recíproca simpatía que brotara entre ellas nada más verse. Habían coincidido en el solarium de la cubierta principal del gran buque de recreo con el que realizaban esta especie de crucero trans-neuronal a través de la azarosa y exótica imaginación. Viaje que realizaban con la independencia y la libertad que da la soledad. Se habían embarcado, pues, solas, sin más equipaje que los varios atuendos con que el mismo vestido era una y otra vez representado en la iconografía a ellas dedicada: Salomé tan pronto lucía escotadas sedas de colores vivos, como gaseosos ternos de tul, o, directamente, mostraba la rotundidad desvergonzada y voluptuosa de sus curvas apenas ocultas bajo siete velos; Judit, en cambio, solía vestir de modo más discreto y decoroso si el humor no le llevaba a imaginarse en la reprimida mente de un noventayochista o en la más liberada de vanguardista del siglo XX, o, simplemente, a rememorar aquel instante fatídico... En todo caso, llevaban su camaleónico cambio de vestimenta con la naturalidad con que estas cosas suceden en la imaginación.

Fue Salomé quien dio el primer paso, algo lógico si se considera que la juventud, bien dotada todavía de la audacia propia de la inconsciencia y sin la rémora de la prudencia que la experiencia impone, arde en deseos de satisfacer la curiosidad cuando ésta, como un cosquilleo irreprimible, brota y se convierte en desasosegante prurito. Abordó a Judit directamente, sin ambages, preguntándole si, como le sucedía a ella, se había enrolado en aquel crucero con el vano objetivo de olvidarse de sí misma. Judit, tras mirarla de soslayo --ambas reposaban en las chaise-longue dejándose calentar por el sol de la mañana--, la contestó afirmativamente, tal y como hubiera respondido una paciente hermana mayor a su inquisitiva hermanita tras una pregunta de respuesta obvia:
--Querida, dos mujeres como nosotras cuando viajan solas no suelen hacerlo sino es para huir de sí mismas.
--¿Cree Usted? También podrían estar iniciando un viaje de introspección --contestó la más joven, realizando un familiar gesto circular con el dedo apuntando a la sien, y que es habitualmente usado para indicar la acción de cavilar.
--Para eso, querida, se elige un lugar menos placentero. Para adentrarse en laberintos interiores uno elige lugares menos... como lo diría, menos confortables. Para esos menesteres uno ha de sumergirse en una especie de ascetismo, ha de ejercer de anacoreta; buscar las alturas apartadas o las profundidades abismales, allí donde no puede recibir el influjo de lo exterior como una distracción. No, querida mía, uno solo se somete a la voluptuosidad ambiente cuando quiere y necesita lamer las heridas, olvidarse de sí mismo, aplicarse una cura de trivialidad.
--Eso me parece muy juicioso y franco. Se nota que no necesita prevenirse ya contra nada... ni de nadie --repuso Salomé, girando, curiosa, su rostro hacia su compañera de far niente solariego.
--Querida, teniendo en cuenta que estamos --y nunca mejor dicho-- en el mismo barco, eso es algo que igualmente te pasa a ti. Efectivamente ya no debemos temer nada, así es que ¿A qué andar con subterfugios y tibiezas? El miedo es cosa de vivos que temen la muerte y, sobre todo, el dolor. ¿Pero nosotras? ¿Qué hemos de temer ya? Somos lo que fuimos y seremos, nada puede modificar ya nuestro devenir. Si no se puso remedio entonces, ahora ya sería inútil. No nos compete, nada podemos hacer para variar lo que se supone que somos. Nada salvo... esto, este ejercicio especulativo acerca de un mundo interior oculto a las apariencias, ajeno a la convención; alguien diría que falso, pero no tendría argumentos para sostenerlo. ¿Qué nos impide interaccionar en la libre imaginación de las gentes? ¿Qué nos impide revelar una realidad subyacente a la imagen establecida? En eso estamos. No me lo esperaba pero me parece bien. Me parece hasta interesante, sugerente, morboso. Y como mujer, querida, el morbo me atrae y me seduce --un esbozo de irónica sonrisa asomó a su cara. Después, guardó silencio sin perder la mueca sonriente.
--Me alegro de que nos hayamos encontrado, entonces. Creo que será una buena oportunidad para expresar esas cosas que hemos estado callando tanto tiempo. Quién sabe, puede ser que nos sirva de eso que llaman catarsis; un a modo de desahogo tras milenios de silencio. Bueno, de silencio, exactamente no. Conmigo la gente creo que con el tiempo ha sido bastante compasiva... --en este punto se detuvo, y antes de proseguir con lo que parecía un relato biográfico, le hizo a Judit una proposición--. Amiga mía, por qué no hacemos una cosa. ¿Por qué no iniciamos este ejercicio dialogante e intimista   con una exposición singular de nuestros sentimientos, de nuestras apreciaciones, de esos detalles ocultados en nuestra pública biografía, y que sólo suelen ser explicables a la luz de la confesión del estado de alma? Sería una especie de reflexión en voz alta, un monólogo que podría ser interrumpido siempre que la oyente quisiera realizar alguna precisión, o se le suscitase alguna duda. Después de este monólogo reflexivo en voz alta, podríamos retomar el diálogo para sacar las pertinentes conclusiones ¿Que le parece la idea, amiga mía?
--Me parece una estupenda idea. Muy propio y acertado aliviar primero, de forma libre, la presión acumulada durante tanto tiempo. No hay placer mayor para un ser que ha permanecido aislado que sentirse escuchado, compartir lo que ha estado largamente fermentando, pudriéndose, por falta de aire. Ventilemos, sí, las enrarecidas estancias de nuestro alma. Pero, antes de seguir, dado que vamos a hacernos confidencias que sólo entre grandes amigos se hacen, ¿qué te parece si dejamos el usteo y empleamos el más cálido y cercano tuteo? Puede que ambas nos sintamos más cómodas y libres con ello. Y como la idea ha sido tuya, y el ardor de tu juventud, a buen seguro, se muestre más impaciente y ansioso, comienza pues tú el relato de esa vida que viviste y que nadie conoce mejor que tú misma. Creo que será un ejercicio, cuanto menos, interesante y aleccionador. Ardo en deseos por conocer los entresijos de tu leyenda...

(continuará)

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GALERÍA 

La Iconografía dedicada a Salomé y Judit se repartirá en los cuatro posts de que consta esta propuesta. Dado el ingente caudal de representaciones que estas dos figuras han sugerido a la imaginación de los pintores a través de las épocas (la mayor parte de las cuales recogidas aquí), y atendiendo al carácter de la exposición del relato --de "encuentro", y por tanto de imbricación en el tiempo de ambos personajes--, los catálogos de imágenes, en cada post, incluirán una sección dedicada a Salomé y otra a Judit, distribuyéndose así los fondos recopilados (más de trescientas obras, en total; siendo las dedicadas a la justiciera y valerosa israelita --Judit--, el doble que las recabadas sobre la princesa idumea amante de danzas y aviesas seducciones --Salomé). Como siempre, la secuencia seguirá un orden cronológico por su interés didáctico, capaz de aportar una perspectiva, ya progresiva, ya diacrónica, del hecho artístico y la relación de cada época con sus estilos propios (tratamiento del personaje en atención a las referencias sociales, éticas y estéticas de cada momento). Otro motivo para ir alternando las obras realizadas sobre un tema y el otro es que, además, se podrá hacer un seguimiento comparativo del diferente enfoque que en cada momento histórico se da a Salomé y a Judit (interés que viene acrecentado por tan diferente naturaleza ética de las dos mujeres, casi antagónicas. Aunque en el texto esto último quizá se vea cuestionado).
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SALOMÉ vs JUDIT 
(1)
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SALOMÉ (1)
(s XV - s XVI)

Le Banquet d'Herode - Piero di Giovanni, dit Lorenzo Monaco (s XV)
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Riches Heures. Danse de Salome (s XV)
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Riches Heures. Dégollation de Saint Jean Baptiste (s XV)
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El Banquete de Herodes (1452-1465) - Fra Filippo Lippi 
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El Banquete de Herodes (1452-1465) (Detail) - Fra Filippo Lippi 
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The Beheading of John The Baptiste (Panel Right Altarpiece) (1455-1460) - Roger van der Weyden
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The Beheading of John The Baptiste (Detail panel Right Altarpiece) (1455-1460) - Roger van der Weyden  
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The Dance of Salome (1461) - Benozo Gozzoli 
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Beheading of St. Joh The Baptist (1479) (Altarpiece, Polyptych) - Hans Memling 
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El Banquete de Herodes (1486-90) - Guirlandaio 
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El Banquete de Herodes (1486-90)  (Detalle: Salome bailando) - Guirlandaio 
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La Decapitación de Juan el Bautista (¿?) - Juan de Flandes 
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The Herodiade Revenge (1496) - Juan de Flandes 
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Salome with Head of St John The Baptist (1510) - Bernardino Luini
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Salome (1527-31) - Bernaridno Luini
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Salome recibiendo la cabeza del Bautista  (primera mitad s XVI) - Bernardino luini
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Salome con cabeza del Bautista (primera mitad s XVI) - Bernardino Luini 
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Salome with Head of St John The Baptist (1510) - Sebastiano del Piombo
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Salome with Head of St John The Baptist (1510) - Sebastiano del Piombo
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Salomé con la cabeza del Bautista (1515) - Tiziano Vecellio
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Salomé con la cabeza del Bautista (1570) - Tiziano Vecellio
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Salome (1560) - Tiziano Vecellio
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Fabritius Carel (École de Rembrandt) (s XVI)
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Fabritius Carel (École de Rembrandt) (s XVI)
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Salome with the Head of St. John the Baptist - Andrea Solario (s XVI)
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Salome with Head of  St John The Baptist (1524) - Jacob Cornelisz van Oostsanen
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The Beheanding of the St. John Baptist (1515) - Lucas Cranach
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Salome with the Head of St. John the Baptist (1530) - Lucas Cranach
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Salome with the Head of St. John the Baptist (1526-30) - Lucas Cranach
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Salome with Head os St. John the Baptist (1530) - Lucas Cranach
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The Feast of Herodes (1531) - Lucas Cranach
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The Feast of Herodes (1533) - Lucas Cranach
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The Feast of Herod (1539) - Lucas Cranach

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JUDIT (1)
(s XV - s XVI)
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The Return of Judith to Bethulia (1469-1470) - Sandro Botticelli
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The Return of Judith to Bethulia (1472) - Sandro Botticelli
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Judith (1497) - Sandro Botticelli
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Judith with Her Maidservant (1489) - Domenico Guirlandaio
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Judith and Holofernes (1495) - Andrea Mantegna
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Judith with her Maidservant Abra (1450-1500)
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Judith with her Maidservant Abra (1495)
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Judith (c 1500) - Master of the Mansi Magdalen
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Judith (1505) - Giorgione
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Judith and Holofernes (Detail Fresco in Sixtine Chapel) (1509) - Michelangelo Buonarroti
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Judith with the Head of Holofernes (1512) - Lorenzo lotto
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Judith with the Head of Holofernes (1512-14) - Correggio
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Judith with the Head of Holofernes (1525) - Jan Cornelis Vermeyen
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Judith with the Head of Holofernes (1525) - Hans Baldung Grien
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Judith with the Head of Holofernes (s XVI) - Vincent Sellaer
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Judith with the Head of Holofernes (1530-33) - Ambrosius Benson
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Judit an der Tafel des Holofernes (1531) - Lucas Cranach.
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Judith im Zelt des Holofernes (1531) - Lucas Cranach.
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Judit (1er tercio s XVI) (Palace of the Legion de Honor) - Lucas Cranach.
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Judith mit dem Haupt des Holofernes (1526-30) (Staatliche Museum Kassel) - Lucas Cranach.
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Judith mit dem Haupt des Holofernes (1530) (MET Museum) - Lucas Cranach.
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Judith mit dem Haupt des Holofernes (Judit Victorious) (1530) (Jagdschloss Grunewald) - Lucas Cranach.
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Judith with the Head of Holofernes (1520-40) (Kunsthistorisches Museum) - Lucas Cranach.
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Judith with the Head of Holofernes (1520-37) (Museo de Arte de Ponce) - Lucas Cranach.
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Judith with the Head of Holofernes (Unknow date) (Christie's) - Lucas Cranach.
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Judith mit dem Haupt des Holofernes und einer Dienerin (1537) - Lucas Cranach.
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Judith - (1525) - Marco Palmezzano
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Judith - (1535) - Marco Palmezzano
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Otras Judit
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Anónimo. Manuscrito Miniado (s XVI)- Anónimo (s XVI) - Giovanni Antonio Bazzi (1510) - Domenico de Pace (1520) 
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Vincent Sellaer (1500) - Escuela Lombarda (s XVI) - Vincenzo Catena (s XVI)
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Jacopo Negretti (1525) - Pier Franchesco Foschi (c 1540) - Girolamo Sellari (c 1540)
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Leonello Spada (1618-19) - Sebastiano Ceccarini (1703-83) - Giulio Cesare Procaccini (1620) - Ottavio Vannini (1625-30)
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