jueves, 9 de febrero de 2012

Bathsheba: es bueno ser Rey (1)






Cambian las culturas, sus costumbres, la forma en que las sociedades se organizan, 
 y lo hacen en relación a la época, a la geografía, al clima, al grado de desarrollo 
de sus procesos productivos; pero poco o nada cambia en el corazón humano: 
sus anhelos y sus miedos siempre son los mismos ante el amor y la muerte.
Pensamientos impensables. Héctor Amado 

A modo de Presentación
Es bueno ser Rey. Eso debió pensar David cuando envió un emisario con una misiva citando en sus aposentos a aquella bella mujer que contemplaba desde su terraza luciendo tan espléndida anatomía mientras se daba el mensual baño purificador que la libraba de las impurezas del menstruo en los jardines de palacio. Y, más que bueno, mejor, cuando pudo solventar fácilmente el pequeño inconveniente de que la bella, con la que se amancebó ya desde el primer encuentro, estuviese casada con uno de sus bravos capitanes: no pudiendo esconder su capricho, pues que la había dejado encinta, y que el marido, Urías, no yacería con ella hasta ver terminada la bélica campaña que se traía entre manos -con lo que la bella quedaría en flagrante evidencia de su gravidez indebida-, ordenó (digo, el Rey David, el adúltero) que fuera expuesto en primera línea de batalla, allí donde más feroz fuera la lucha, y que, para que no cupiera duda del fatal resultado de su ignominiosa acción, lo dejaran solo para que los enemigos resolvieran la embarazosa ecuación por él planteada, despejando así de un plumazo (flechazo) la incógnita de un futuro comprometedor. Esto solo lo podría hacer un Rey, un rey al que no cabía discutir las órdenes, ni la voluntad. Y dicho y hecho, el rey David, el otrora pastor imberbe, el héroe que derrotara con su simple honda la tremenda, por terrorífica, humanidad bien celada y mejor armada de Goliath, el filisteo, debió pensar -y sentir- las bondades inherentes al regio trono cuando pudo disponer así de sus súbditos, moviendo los hilos de la tramoya intrigante a su antojo para enmendar el previsible desliz subsecuente a su lujuria. Mas... he aquí que quien estaba sobre él, aquél que impulsara su brazo y guiara el tejo que habría de convertirle, a fin de cuentas, en rey, contrariado con su proceder y revestido de su omnímoda autoridad -dudosamente consecuente con un proceder divino, por lo iracundo y veleidoso- le endilga soberano castigo, con lo que esa aparente bondad del cargo detentado, cuando se extralimita en sus atribuciones, deja de serlo, para convertirse en amenazante por las desafortunadas consecuencias. Los griegos, cuatro siglos después, hablarían de este caso como imbuido del pathos trágico.

Aunque indique los enlaces pertinentes al Segundo Libro de Samuel (Capítulos 11 y 12) donde se nos cuenta esta jugosa y ejemplarizante historia, no puedo dejar de transcribir aquí la síntesis poética que Héctor realizara de los hechos, un tratamiento, como no cabría hacer de otra forma, con tono irónico y satírico y, por tanto, en clave de humor (que ahora se diría en lenguaje gacetillero).
Redundando en lo ya dicho en otros posts anteriores dedicados a mujeres bíblicas, de la lectura de estos dos capítulos (no necesariamente atenta, pues lo que ahí se dice a la vista está, no bien entrañe sabiduría más profunda a la luz de una exégesis erudita y penetrante) se deduce la cuestionable moralidad con que se gobernaban los designios del pueblo de Israel, los de sus protagonistas, y, lo que más canta, los de su dios: Yaveh. Haciendo abstracción de tan equívoca y disonante naturaleza "divina", el relato de los hechos es asaz jugoso, parábola del hombre rico y el hombre pobre incluida:
"Te castigo pero te perdono, ensañándome en la vida de tus súbditos por causarte a ti un mal indirecto de carácter moral, más no físico. Es decir te castigo dando un rodeo y mostrando el más absoluto desprecio por la vida de otros inocentes (que no lo serán tanto, si yo los castigo) que servirán así a mis deseos de venganza por tus delitos contra el buen proceder que se le ha de suponer a un elegido de Yaveh, tu dios, Yo; es decir: por defraudar mi confianza en ti, al ungirte Rey de mi Pueblo. Tu proceder ha sido pecaminoso, pero el mío, castigándote en la persona de tus inocentes súbditos, es justicia divina."
Y se queda tan oreao, el buen dios.
Claro que no menos oreado se quedó Ambrosio de Milán cuando en su De Apologia Prophetae David, dice que la unión de David y Betsabé lo es prefigurativa, donde Betsabé representa a la Iglesia de las naciones y David a Cristo, y que esta unión, además, no representa una relación formal sino una unión en la fe. Siguiendo al imaginativo Ambrosio, un arrepentido de la vida libertina como fue el erudito Agustín de Hipona, rubrica: "El deseado de todos los gentiles amó a la Iglesia que se lavaba sobre el tejado, es 
decir, que se purificaba de las manchas del mundo, y transcendería y pisoteaba la casa de barro mediante la contemplación espiritual, e, iniciado el conocimiento de ella con el primer encuentro, tras apartar completamente de ella al diablo, le da muerte, y se une con ella en matrimonio perpetuo." Quedándose más ancho que un obispo (que lo fue, e importante, quizás por eso). Ahora se podrá entender mejor el dicho popular: doctores tiene la Iglesia. A esto se le llama "exégesis canónica a la luz de la fe". Y a las tinieblas del sentido común, yo añado, sino de la lógica.

Lo cierto es que la escabrosa escena objeto de esta entrada ha dado pie, como era obligado, a una variada y extensa iconografía. Presente ya a partir del siglo XIII, en los primeros códices miniados, libros de horas, biblias, salterios y beatos, con representaciones cargadas de un erotismo naïf pero patente, es un tema que siempre ha sido objeto de tratamiento reiterado, como en el caso ya expuesto de Susana y los Viejos, ceñido al momento del baño de Betsabé. Así al mensaje intrínseco de la historia se unía el instante cargado de morbo: su enfoque voyeurista. La contemplación de la desnudez inherente a un hecho ejemplar ha sido en todas las épocas un tema muy socorrido para aprovechar el tropezón significativo por el coscorrón exhibicionista. En esta ocasión, aunque la contemplación sea abierta, no encubierta y taimada como en el caso de los Viejos de Susana, no deja de estar cargada de una cierta culpabilidad, máxime cuando se sabe lo que se avecina (que al contrario de lo que sucedía con Susana y los Viejos, aquí implica satisfacción, disfrute del bello ser que se contempla y se desea). En este caso, también, la posición de la implicada Betsabé es otra a la de Susana, pues no será objeto de chantaje sino de atención regia, de elección, eso sí, que atiende como buena súbdita (aquí habría lugar para un estudio más detallado y comparativo de ambas diferentes posturas). En la exhaustiva relación que se expone se encontrará un maravilloso ejemplo de creatividad a la hora de tratar una escena que da menos juego dramático que la de Susana..., dejando, en cambio, el campo expedito para la pura exhibición de la desnudez.

Primera de una serie de dos entregas, ésta, incluye la Presentación, el Poema David o Es bueno ser Rey (Romance Jocoso), y en el apartado dedicado a ICONOGRAFÍA, el primer port-folio de obras pictóricas dedicadas a Betsabé (Bathsheba 1 - hasta 1610).
En la segunda entrega se incluirá un somero Estudio Iconográfico sobre el tratamiento dado al pasaje bíblico, y a cada una de las figuras principales (el Rey David y Betsabé); un ejercicio de imaginación: Betsabé se reivindica; y el segundo port-folio pictórico (Bathsheba 2 - desde 1610 hasta la actualidad)


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POEMA

David o "Es bueno ser rey"
(Romance jocoso)

Era Betsabé una moza
que buena hechura tenía,
ojos claros, labios gruesos
y cabellera encendida.
Casada estaba la bella
con un aguerrido hitita,
capitán, para más señas,
de la más regia milicia;
combatiente que más bravo
era que un toro de lidia:
ante el castigo, crecido,
obcecado en la embestida.
Guerrero como Dios manda,
marido como el Rey diga,
si acreedor de laureles
tiara recibe astifina,
corona de varias puntas
que ufano luce ceñida
mientras se arroja al combate
topando con gallardía.
Mas topará con celada
tramada con ignominia
por quien ciñera su frente
con dignidad tan indigna.
El Rey procura su muerte
montando una felonía
para encubrir otra monta
que a Betsabé dejó encinta:
donde es más cruenta la lucha
se le manda, y se le aísla,
por que muera con honor
y no, con vergüenza, viva.
Pero Yaveh, vigilante,
tal actitud recrimina,
y el adulterio doloso,
y el crimen, justo, castiga:
-"el hijo mal engendrado
morirá al séptimo día,
y la espada con que has muerto
muerte traerá a tu familia"-.
Esto le dijo a David
el Dios de los israelitas,
cumpliéndose el vaticinio
en contiendas intestinas
que desangraron al reino
causándole gran desdicha.
Todo por su incontinencia,
su arrogancia y su lascivia.

Todo por ver a una bella,
que un bello cuerpo tenía,
bañarse toda desnuda,
solo de nieve vestida;
y verla con buenos ojos
y el ánima antojadiza,
y hacer uso del poder
que, regio, a todos obliga;
y enviarle un emisario
con tentadora misiva,
si mandato, disfrazado
de artera galantería; 
y teniéndola delante
no cejar en su impudicia
hasta no picar en Flandes
con su soberana pica;
y picar con tanto gusto
y certera puntería
que a la bella, de resultas,
regiamente fertiliza;
y enterado por la coima
de tan gravosa noticia,
maquinar, en su provecho,
alevosa y vil intriga,
contra el bravo capitán,
que, manso, en su esposa fía
ajeno a que en lo fiado
renta real fructifica;
y al fornicio añadir crimen,
y en adulterio homicida
convertir aquel antojo
de soberbia monarquía.
Y olvidarse, en fin, que un rey
ha de reinar con justicia,
sin codiciar de sus súbditos
las riquezas poseídas.

Pecado éste que, mortal,
ejemplar, se escenifica
(según criterio moral
sostenido por la Biblia),
en un saldo que al final:
a David estigmatiza,
a Betsabé inviste reina
y a Urías sacrifica.

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ICONOGRAFÍA
(Bathsheba 1 - hasta 1610)
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Representaciones en Códices Miniados, Libros de Horas, Biblias, etc.  (siglos XIII-XVI)
    
   
    
  
  
  

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Bathsheba - Hans Memling c 1482
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David and Bathsheba - Lucas Cranach the Elder  c 1526
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David and Bathsheba - Lucas Cranach the Elder  c 1534
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David and Bathsheba - Lucas Cranach the Elder  ?
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David and Bathsheba - Lucas Cranach the Younger c 1538
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Bathsehba - Jan van Scorel (1495-1562)
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Bathsheba - Paris Bordone (1500-1571)
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Bathsheba y el Rey David - Jan Massys (1510-1575)
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Bathsheba contemplada por Rey David - Jan Massys (1510-1575)
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Bathsheba en el baño - Paolo Veronese (1528-1588)
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Bathsheba - Giambattista Naldini (1537-1591)
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Bathsheba en el baño - Jacopo Zucchi (1541-1590)
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Bathsheba - Cechino del Salviati c 1552-54
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Bathsheba va al encuentro del Rey David - Cechino del Salviati c 1552-54
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El Rey David y Bathsheba - Hans von Aachen (1552-1615)
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Bathsheba en el baño - Cornelis van Haarlem (1562-1638)
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Bathsheba en el baño - Cornelis van Haarlem (1562-1638)
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El Rey David y Bathsheba - Hans Francken (1581-1610)
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El Rey David y Bathsheba - Hendrick van Balen (1575-1632)
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Bathsheba - Peter Paul Rubens (1577-1640)
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Bathsheba - Giovanni Biliverti (1585-1644)
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Bathsheba - Artemisia Gentileschi  1593-1652 (con Bernardo Carvallino ?)
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Bathsheba - Artemisia Gentileschi  1593-1652 
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Bathsheba - Artemisia Gentileschi  1593-1652 
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Bathsheba leyendo la carta del Rey David - Pieter de Grebber (1600-1652)
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Bathsheba - Jan Gerritsz van Bronckhorst (1603-1661)
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Bathsheba - Pietro Liberi (1605-677)
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Bathsheba con la carta del Rey David - Rembrandt van Rijn (1606-669)
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Bathsheba - Rembrandt van Rijn (1606-669)
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Bathsheba - Rembrandt van Rijn (1606-669)
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David Watching Bathsheba - Grabado de De la Court, de un original de Laurent de la Hyre (1606-1656)
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Bathsheba y el Rey David - Jacob Adriaensz Backer (1609-1651)
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Bathsheba - Domenico Gargiulo (1609-1675)

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BANDA SONORA
Para Bathsheba 1



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