Alexandros Makedon
(A Mary Renault,
(A Mary Renault,
eco de Alejandro)
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El Gránico
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El Gránico
I
Luce el alba en los broqueles,
piafan
bravos los caballos;
fluye, ajena, la corriente
entre los hombres armados.
Un
ejército de luz
por
el este va clareando:
el
sol dará la señal
del
combate, al primer rayo.
Ojos fijos en el frente
asomando
bajo el casco,
en
una mano las bridas,
la
espada en la otra mano;
las rodillas apretadas
en
los temblorosos flancos
de
monturas que presienten
el
combate ya cercano;
las
falanges por detrás,
como
erizos, esperando;
desplegados
los arqueros
en
vecinos altozanos.
En
un bando están los persas
con
helenos mercenarios;
en el
otro, macedonios
de su
orgullo bien pagados.
Memnón es el general
que
comanda a los iranios;
a las
fuerzas macedonias
las
acaudilla un muchacho.
Aquél, maduro y prudente;
éste,
genial y bizarro;
si el
rodio es jefe curtido,
el
macedonio lo es nato;
si del uno acatan órdenes,
del
otro aprecian el mando;
unos
luchan por la paga,
los
otros por entusiasmo.
El sol dispara certero
el anuncio iluminado
que en el medio de la frente
marca el destino a Alejandro...
II
El sol dispara certero
el anuncio iluminado
que en el medio de la frente
marca el destino a Alejandro...
II
Lanzando el grito de guerra
ya
bajan por el ribazo;
los
persas aguantan quietos,
de la
otra orilla, en lo alto:
desde allí un diluvio envían
de
jabalinas y dardos
que
los macedonios sufren
sin
cejar en el asalto.
Es
la carga tan ardiente
que
arrancan chispas los cascos
en el
pedernal del río:
el
agua en llamas dejando.
Alalalai! Alalalai!
Trepan
por el escarpado:
los
caballos llevan alas,
los
guerreros van alados;
águilas son, que no hombres,
invirtiendo
su picado,
cayendo
sobre los persas
y los
griegos, desde abajo.
(En vanguardia va ese joven,
paradigma
de lo bravo,
que,
con doce sin cumplir,
a
Bucéfalo hizo manso;
el
mismo que con dieciocho
derrotara
a los tebanos
destrozando
aquel temible,
y
fiel, Batallón Sagrado;
el
que concitó el respeto,
con
veinte, por lo preclaro,
inteligente
y audaz,
cuando
rey lo proclamaron;
quien, salvando el Helesponto,
posesión
con el venablo
tomó
de aquel continente
Ya
entrechocan las panoplias,
ya
los cuerpos van chocando,
y en
el choque, caracteres,
dibujan
perfiles claros:
si
los defensores truenos,
los
atacantes relámpagos;
el
fragor de los tambores
contra
el fulgor de los rayos.
Amaga por la derecha,
astuto
y listo, Alejandro,
allí
donde está Memnón
con
su guardia, situado;
mas, con un quiebro imprevisto,
altera
el itinerario:
hacia
el centro ahora bascula
donde
espera el alto mando
de
los persas, sorprendido
por
este golpe de mano
que
llega como un ciclón
tumbando
todo a su paso;
con él van los Compañeros,
caballeros de alto rango,
hetairoi
de Macedonia,
batallón aristocrático;
con tres generales pugna,
y a dos abate en el acto,
como fiero león que es,
de poderosos zarpazos;
mas la Parca citar quiere
al
macedonio temprano,
mandando
con el tercero
su
inexorable recado;
Clito, atento, lo recusa,
expeditivo, de un tajo:
devolviéndole a la Parca
el mensaje con su heraldo.
Ya
los persas se desbandan,
ya
del griego mercenario
el
que no huye pronto acaba,
con
derrota, mal cobrando.
Asia da la bienvenida,
en
las riberas del Gránico,
a
quien al Imperio Persa
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