lunes, 25 de marzo de 2013

Spinoziana (1) - GALERÍA: Jan Vermeer






Se llama libre aquella cosa que existe en virtud de la sola
necesidad de su naturaleza y es determinada por sí sola a obrar;
y necesaria, o mejor compelida, a la que es determinada
por otra cosa a existir y operar, de cierta y determinada manera.
Ética, I, Def. VII. Baruch Spinoza 

El alma humana es apta para percibir muchísimas cosas, y tanto 
más apta cuanto de más maneras puede estar dispuesto su cuerpo.
Ética, II, Prop. XIV Baruch Spinoza


EPROBLEMA SPINOZA

.....El problema --pues se trata de un problema, y no menor-- Spinoza es el de una fuente de agua cristalina cayendo sobre un estanque de grasa hirviendo. No otra cosa era la Europa del siglo XVII, desgarrada de norte a sur y de este a oeste por guerras de religión --y de poder solapado--, que un inmenso albañal de heterogéneo sebo teológico en ebullición. En ese hirviente ambiente, el pensamiento del sefardita hispano-portugués, no podía sino causar el efecto de un revulsivo, de un violento reactivo que pondría de acuerdo a todas las facciones, hasta ese momento, rivales entre sí. Todos sin excepción, ya fueran los defensores de la ortodoxia católica --realistas hispanos--, los de la contestación luterana --el Sacro Imperio Germánico de los Hausburgo-- o los de la más racional e intransigente calvinista --orangistas--, y, sobre todo, los más ortodoxos judíos --e incluso aquellos más moderados que propugnaran una mayor tolerancia religiosa--, todos, absolutamente todos, desviaron las fratricidas miradas que se venían, recíprocamente, dedicando sin piedad durante casi un siglo para enfocarlas sobre aquel endemoniado sefardita que pretendía poner patas arriba el orden --¿desorden?-- socio-político-religioso establecido por el Libro de los libros, y refrendado filosóficamente, en el ámbito cristiano,  por un acomodaticio platonismo, primero, y un audaz, pero obediente, cartesianismo, después. Aquel hombre osaba no sólo poner en entredicho la palabra de los Santos Padres de la Ortodoxia --o los más reciente Hijos de la Heterodoxia--, sino el de la misma autoridad divina expresada en las Sagradas Escrituras. Más aún, ponía en entredicho la Verdad Revelada, la misma esencia de Dios, la (su) Razón de Ser del mundo. ¿Qué se podía esperar en respuesta? Agua fresca sobre unto en ebullición: crepitó y saltó la manteca del albañal, y se evaporó el agua formando una densa niebla sobre aquel cielo ensangrentado por las disputas de las encontradas y enconadas fes; esta niebla --formada por finas gotas de libre-pensamiento en suspensión--, al condensarse, volvería a caer sobre el bullente caldero de óleo reaccionario, con lo que el ciclo se retro-alimentaría... Lo excomulgaron los judíos, lo vilipendiaron los protestantes, desconfiaron de él los católicos... y al bueno, pero contestatario, de Baruch no le quedó otra, que reducirse al silencio.

.....En vida, Spinoza, sólo editaría su crítica al cartesianismo, en los Principia philosophiae cartesianae (Principios de la filosofía cartesiana, 1663), los Cogitata Metaphysica (Pensamiento metafísicos, 1663), ambas obras editadas con su nombre, y, la más polémica, el Tractatus Teologicus-Politicus (Tratado Teológico-Político, 1670), que a pesar de ser editada en forma anónima no podía ocultar su paternidad, siendo a la postre, tras un primer momento de generalizado estupor, la que se convirtiera en piedra de escándalo. Abandonada Amsterdam y ya instalado en la Haya, sede del gobierno de corte republicano y liberal, tendría la protección y el apoyo del mismísimo Jan de Witt, jefe del gabinete y hombre extraordinariamente capaz, bajo cuya gestión Holanda llegaría a ser el estado más rico de Europa. Pero, a la muerte de éste --taimada y salvajemente llevada a cabo por los rivales orangistas-- no le quedó otra al filósofo que recluirse en su interín y escribir para sí y la posteridad. Prueba irrefutable de su insobornable apuesta por la libertad de conciencia y su empeño ineludible en hacer de la creación de su obra --la realización de sí mismo-- su único motivo existencial, es la negativa a aceptar una cátedra de enseñanza en la Universidad de Heidelberg, por invitación expresa del Elector del Palatinado, lo que le hubiera supuesto, sin duda, una cómoda posición económica y una vida más tranquila; pero no era comodidad ni solvencia material lo que el divino ateo pretendía...

.....Enfermo de tuberculosis desde muy joven, su naturaleza le sostendría hasta poder ver acabada su gran obra: Ethica Ordine Geometrico Demonstrata (Etica demostrada según el orden geométrico, 1677), escrita en latín. Sin acabar quedarían: un temprano Tractatus de Intellecto Emendatione (Tratado de la reforma del entendimiento, 1661), y el Tractatus Politicus (Tratado Político, 1675-77), ambas también el lengua latina. Estas tres obras, junto a un Compendio de Gramática en Lengua Hebrea y numerosas cartas, serían publicadas póstumamente, en un solo volumen, por sus amigos (la conocida como Opera Postuma)*. La polémica estaba servida y el aceite hirviendo no dejaría de chisporrotear y saltar durante los próximos siglos.
No es inadecuado hacer de su influencia el germen y soporte de la Ilustración que sobrevendría al siguiente siglo, en Francia, bajo el luminoso apelativo de Siglo de las Luces; como tampoco lo es ver en su clarividente e intemporal pensamiento el germen de la crítica kantiana, del idealismo hegeliano --sobre todo, de su Dialéctica-- o de la metafísica de Nietzsche o Heidegger; ni el mismo materialismo histórico de Karl Marx se escapa de deberle, en cierto modo (por lo que en las teorías de Spinoza hay de cuestionador de la religión monolítica y monoteísta, y de ese panteísmo naturalista que de puro original no pasa, ni puede pasar, de moda), parte de su fundamentación crítica e irreligiosa sobre la libertad del ser humano individual.
El problema Spinoza se revelaría, con el paso del tiempo, en principia de la solución para el acceso a la modernidad y a la superación de esquemas rígidos --morales, sociales, políticos y conceptuales-- que lastraban el desarrollo intelectual y tecnológico de la humanidad.

* Además de las obras citadas, Spinoza también escribiría, en holandés, otros dos breves tratados: Cálculo de probabilidades y Tratado del arco iris; así como un Breve tratado de Dios, del hombre y de su beatitud, en principio escrito en latín, pero del que sólo se conservan dos manuscritos en holandés.


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LLENTE
.....Que la elección de la dedicación artesana de Spinoza al tallado de lentes no debe tomarse como gratuita, fruto del azar o de una necesidad encontrada, tiene, a mi modo de entender, si es que he entendido bien tanto la vida como la obra de este réprobo sefardita, dos poderosos soportes argumentales: uno es de orden lógico y consecuente, emanado del espíritu eminentemene racionalista y especulativo de Spinoza que le dejaba poco margen al azar, siendo poco creíble, cuanto menos, que eligiese de forma intrascendente la ocupación que le permitiera ganarse la vida con suficiencia, sencillez y decoro; el otro es de orden práctico, en una sociedad incipientemente burguesa y estructuralmente determinada por la adscripción en gremios, donde la tradición familiar era importante, parece improbable que alguien como nuestro filósofo optara por una ocupación que nada tenía que ver ni con esa tradición familiar ni con su estatus de próspero comerciante. El que decidiera abandonar los negocios familiares a los que se dedicara junto a su hermano durante dos años, tras la muerte del padre, tiene además una justificación muy personal que avalaría el que esa elección no fuese caprichosa: su coherencia con un sentido de la libertad que estaba decidido a llevar hasta el extremo. Habiendo sido excomulgado (política y económicamente) por la confesión judía, a la que pertenecía por nacimiento y adscripción, a causa de sus ideas críticas y liberales, no consintió ninguna servidumbre que le hiciera tener débitos o lastres que coartaran esa libertad hacia la que indefectiblemente tendía.

.....El tallado de lentes era por entonces una actividad artesanal novedosa y muy especializada (en 1608 se inventaría, en Holanda, el primer telescopio). En un momento de la historia en que la ciencia comenzaba a avanzar tanto en el sentido macro como en el micro; es decir: mirando hacia las estrellas en pos de descubrir sus maravillas y tratar de desentrañar las leyes que gobiernan el firmamento; y escudriñando lo ínfimo, la estructura de los objetos y sujetos del reino animal, vegetal y mineral, para descubrir su composición y las leyes internas que gobiernan su funcionamiento; en un momento así, decía, abocarse a una tal labor especializada permitía, de entrada, dos ventajas: la especialización aseguraba la continuidad; y, al mismo tiempo, permitía una autonomía en la gestión del propio tiempo, lo que, en el caso de Spinoza, significaba no distraerlo de su concentración intelectual. Además, una tal labor de precisión, solitaria, sin distracciones, requiere una gran concentración, y esa concentración --está demostrado-- supone, de forma transversal, dos beneficios: descanso y desahogo mental, y ordenamiento intelectivo. La artesanía de precisión, con alto componente de concentración, supone una especie de proceso de reseteado de la mente para afrontar las funciones especulativas; es algo así como un acto de profunda meditación en el que la mente se unifica, sólo enfocada en la precisa y repetitiva labor artesanal que se está llevando a cabo. Esto permite tener la mente siempre fresca cuando se alterna con una tal dedicación. Y no sólo eso, sino que será una mente predispuesta para el ordenamiento de las ideas, promovido y facilitado de forma indirecta por la ordenada atención necesaria en los procesos llevados a cabo para el pulimento de la lente.

.....Pero hay más, y es a donde quiero llegar: el oficio de tallador habría sido elegido por el filósofo holandés por su valor alegórico, por su carácter metafórico, por el sentido analógico con su verdadero trabajo: la búsqueda de la libertad fundada en una realidad que su intelecto, en conjunción con su intuición, debía desvelar. Porque ¿Qué es una lente? ¿Cuál es su fin? La lente, por medio de una compleja relación del poder refractivo/reflexivo implícito en ciertas sustancias translúcidas, sometida al imperio de la distancia focal, permite ver lo que a simple vista no es posible ver, o bien ver de modo definido y claro lo que se suele presentar ordinariamente de forma borrosa e imprecisa.
Spinoza contribuiría decisivamente a que su buen amigo Christiaan Huygens desarrollara telescopios cada vez más potentes para sus observaciones astronómicas y estudios sobre óptica. Pero también obtendría un beneficio propio, mucho mayor: a medida que perfeccionaba su técnica del pulimento de dichas lentes, su pensamiento se iba enfocando, de modo análogo, con mayor claridad. Tanto su Tractatus como su Ethica, son, más que productos de un intelecto, descubrimientos de una mente lúcida, eminentemente visual, cada vez más enfocada en una realidad habitualmente invisible; el ordenamiento geométrico de la Ethica tiene la estructura cristalina propia de los materiales ópticos, siendo posible ver a su través, con desconcertante claridad, el entramado de conceptos que compondrían esa realidad hurtada a la vista ordinaria. Pero claro, esta visión certera y privilegiada, al chocar con la convención de un estatus político religioso férreo construido con sangre y fuego a través de siglos de luchas incesantes, tenía el destino sellado de los condenados heréticos. No harían falta hogueras, Spinoza moriría, en silencio, ardiendo en su propia pira de inquebrantable amor a la libertad, una libertad que se ganó definición a definición, axioma a axioma, proposición a proposición, escolio a escolio, dioptría a dioptría, con el poder de penetración de su mente, quizá ayudada en sus hallazgos y descubrimientos por un alma telescópica capaz de ver la sonrisa de Dios ciñendo, como anillos de Saturno, una Naturaleza infinita.
Spinoza hizo de sí mismo una lente, una lente para poder observar la realidad invisible del mundo y de las cosas, su forma, su estructura, su funcionamiento. Spinoza es la lente.

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SPINOZA y la ARAÑA
Sigismund Krzyzanowski
1921

El biógrafo de Baruch Spinoza, Johannes Colerus (s XVII), dice sobre el filósofo:
“Le gustaba observar, en las horas de descanso del trabajo científico,
cómo se comportaba una mosca que se arrojaba a la red de una araña
que vivía en un rincón de su habitación, los movimientos de la víctima
y el predador. A veces, dicen, la situación le causaba risa.”

.....La vieja araña venenosa de patas peludas, presintiendo sobre ella la mirada del filósofo, comenzaba a agitarse, algo realmente raro en ella. Era natural: el momento era demasiado significativo. Probablemente, a consecuencia de la inquietud netamente artística del maestro, dos o tres hilos se rompían y se enredaban, pero, en general, el asunto se resolvía, como siempre: rápida y limpiamente.
.....Las ocho delgadas patas cóncavas de la araña pisaban el tendido tejido de la telaraña, metódicamente, con total coherencia, se movían como los dedos de un pianista siguiendo su cuaderno de notas, envolvían histéricamente el cuerpo contraído de una mosca sobre la mortaja lanosa gris plateada. El tronco triangular de la araña, con sus ojitos punzantes en los bordes, al encontrar en el vibrante vientre negro de la mosca el lugar preciso, hundió en él sus mandíbulas agudas y encorvadas.
.....La mosca contrajo sus alitas. Varias veces. Y eso fue todo.
.....Entonces fue cuando la araña levantó el punzante ojo tallado hacia arriba y fue en ese momento cuando los ojos de la araña y las pupilas del metafísico se encontraron. Fue sólo un instante. Luego la araña venenosa y el metafísico desengancharon sus miradas y cada quien se fue por su lado.
.....El metafísico se acercó a la mesa cerca de la ventana; extendió la mano derecha, hizo restallar la tapa de bronce del tintero, tintinearon unas con otras las páginas del manuscrito.
Y la araña, frotando ligeramente las patas delanteras, se introdujo reptando por el esmeralda húmedo y aterciopelado de un resquicio enmohecido que se oscurecía entre la pared y los tratados voluminosos de Descartes y Clauberg. Pasando sus afilados tentáculos sobre las hojas empalmadas en la abolladura de uno de los libros, la araña estiró lo más profundo que pudo todas sus ocho patas y se quedó inmóvil.
.....El metafísico escribió cerca de la ventana: “El derecho natural se extiende en toda la naturaleza y en cada característica por separado, con igual fuerza. Por consiguiente, todo lo que la persona realiza en consonancia con las propias leyes naturales, lo hace con absoluto derecho natural, y su derecho a la Naturaleza se mide en proporción a su fuerza.”*
Las páginas, al caer una sobre otra, permitían que las letras se tocasen y en consecuencia parecían entenderse. Crujía la pluma. Y sólo una vez el metafísico, apartando los ojos de las líneas, miró la telaraña en la esquina oscura de la habitación y sonrió.
.....¿Y la araña? Apretando la barriga contra el polvoriento Clauberg, se sumió en una profunda meditación. El filósofo tenía algo que aprender de la araña, pero qué podía aprender la araña del filósofo. Éste, en inalterables líneas negras, sabía menos de lo que debía saber. Y escribía, y escribía. Aquélla, en la inalterable telaraña gris, sabía exactamente cuanto debía saber: fue creada hasta el fin, y no necesitaba deliberar sobre nada con el susurro de las hojas de los manuscritos y de los tomos impresos. Sentada en la abolladura del infolio, disfrutaba del gran privilegio de la libertad de pensamiento, heredado desde tiempo inmemorial de su antiguo y notable género arácnido –del bisabuelo al abuelo; del abuelo al padre y del padre a ella, araña de patas peludas.

*Estas líneas pueden ser encontradas en Tractatus Politicus, de Spinoza. Cap. 1, J 1-2 (Nota del autor)

(Traducción del ruso de Jorge Bustamante García.)

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GALERÍA




Joahannes (Jan) Vermeer
1632-75

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Christ in the House of Martha and Mary, 1654
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Saint Praxis, c 1655
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Diana and the Companions, 1655-56
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The Procuress, 1656
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A Woman Asleep at Table, c 1657
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Officer and Laughing Girl, 1657
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Officer and Laughing Girl, 1657 (+)
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View of Houses in Delft, known as 'The little Street', 1658

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View of Houses in Delft, known as 'The little Street', 1658 (details)
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Girl Reading a Letter by an Open Window, 1659
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A Lady and Two Gentleman, 1659
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View of Delft, 1659-60

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View of Delft, 1659-60 (details)
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The Milkmaid, 1660
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Girl Interrupted and Her Music, 1660-61
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The glass of Wine, 1661
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Young Woamn with a Pearl Necklace, 1662
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Young Woman with a Water Pitcher, 1662
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Young Woman with a Water Jug, 1660-62 (+)

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Young Woman with a Water Jug, 1660-62 (details)
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Lady at the Virginal with a Gentleman, The Music Lesson, c 1662-65
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Woman with a Lute near a Window, 1663
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Woman in Blue reading a Letter, 1663-64
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Woman Holding a Balance, 1664
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A Lady Writting, 1665)
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Girl with a Pearl Earing, 1665

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Girl with a Pearl Earing, 1665 (details)
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The Concert, 1665-66
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The Arts of Painting, 1666-68)

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The Arts of Painting, 1666-68) (details)
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Young Girl with Flute, c 1666-67
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Lady with Her Maidservant Holding a Letter, 1667
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Lady with Her Maidservant Holding a Letter, 1667 (+)

  
Lady with Her Maidservant Holding a Letter, 1667 (details)
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Girl with a Red Hat, c 1668
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The Astronomer, 1668
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The Geographer, 1668
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The Love Letter, 1669
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The Lacemaker, 1669-70
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The Lady writting a Letter with Her Maid, 1670
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The Allegory of the Catholic Faith, 1671-74

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The Allegory of the Catholic Faith, 1671-74 (details)
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The Guitar Player, 1672
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Young Woman Seated at the Virginals, 1670
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Lady Seated at the Virginal, 1673
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Lady standing at a Virginal, 1670
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