martes, 23 de septiembre de 2014

Principio y fin de la Pintura Flamenca: Rogier van der Weyden y Rembrandt van Rijn (II) - GALERÍA: Rogier van der Weyden (2): Dípticos y paneles únicos






Principio y Fin de algo, Alfa y Omega, son términos convencionales,
por medio de los cuales se pone en relación dos entidades separadas,
en el tiempo, en el espacio, o en ambos a la vez, semejantes por su naturaleza.
Los Principio y Fin de algo determinan, en su intervalo, la naturaleza de lo que acotan,
una naturaleza donde lo semejante es la trama y lo diferente la urdimbre.
Los Principio y Fin de algo son pues los remates o extremos de un tejido
confeccionado a lo largo del tiempo, en un espacio determinado,
donde aparecen bordadas las diferencias sobre una base de semejanzas.
De las cosas de este mundo. Héctor Amado


El hijo del cuchillero
(Relato)

.....¿Es el genio hereditario? ¿Hay una mayor predisposición genética para desarrollar la genialidad ya existente en los progenitores? Si es accidental y producto del azar, ¿puede, del mismo modo, florecer de forma abrupta cuando el individuo ya es adulto? ¿Puede mantenerse latente hasta ese momento? ¿No existir previamente y ser infundido de algún modo en el ser ya formado? Todas estas preguntas nos conducen a la tesitura de intentar contestarlas por medio de un ejemplo. De uno suficientemente ilustrador. Y este es el tema del relato que seguidamente tendrá lugar.

.....Nació Rogier en Tournai, en 1399, ciudad donde su padre, Henri de la Pasture, ejercía con pericia y maestría el oficio de  artesano cuchillero. Agnes de Watrélos, la madre de Rogier, era bordadora, y hasta el mismo día del parto no dejó la aguja. Sus delicados trabajos, la finura y el gusto con que combinaba colores e hilos le granjearon una merecida fama en la comarca. Daba gusto verla trabajar de sol a sol, enfrascada en sus diseños o en su habilidad para dibujar hermosas tramas en las más diversas urdimbres. Porque Agnes bordaba lo mismo complejos diseños para nobles que simples cenefas para campesinos; lo mismo cosía sobre sedas o damascos, que sobre paños de algodón o estameñas de lana; lo mismo recamaba casullas eclesiásticas que capas regias, velos de damas que mantelerías de hilo. Tenía Agnes, por tanto, ciertas reconocidas dotes artísticas, por más que en su ascendencia vano sería rastrear algún precedente. De niña, eso sí, había sido especialmente soñadora (demasiado para una incipiente burguesita, hija de artesanos, solían decir quienes conocieron su capacidad para el ensimismamiento); pero salvo por ese detalle, nadie hubiera predicho que aquella muchacha de piel blanca como la leche y cabello negro como el tizón, podría desarrollar una tal polícroma facultad con la aguja y la imaginación.

.....El embarazo lo pasó Agnes casi sin enterarse, si no fuera porque en el último mes, el niño, ya plenamente formado, en el interior del vientre de su madre parecía seguir con sus manitas los movimientos de ésta sobre el bastidor. El trabajo que a la sazón Agnes realizaba sobre la seda carmesí de una casulla de Pascua, era la recreación de uno de los episodios de la Pasión de Cristo: el Descendimiento. Se trataba de un encargo del preste de la Catedral de Nôtre Dame, y la complejidad de la labor necesitó toda su atención y destreza durante los nueve meses de gestación. Sobre un diseño original de un joven y prometedor pintor, de nombre Robert Campin, quien entonces era una suerte de peintre à chapelle al servicio de la Catedral, Agnes realizó, motu proprio, alguna que otra libre interpretación del episodio de la pasión de Cristo, tan celebrada y del gusto del preste que compelió a éste a aprobar los cambios y a sentenciar que la bordadora estaba tocada  por la mano de Dios, y que, sin duda, el Todopoderoso habría de recompensarla de alguna forma en esta vida o en la otra. El Altísimo permitiría al preste, ya muy anciano, ver cumplido su augurio. También recordaría Agnes la sentencia del eclesiástico cuando, treinta y cinco años después, contemplara la mayor obra maestra de su hijo.

.....Lo cierto es que las lenguas murmuradoras, siempre ávidas de urdir imaginativas explicaciones a lo aparentemente inexplicable, verían en el talento artístico de Rogier la inconfundible herencia de Campin. No de otra forma se explicaba —aducían los chismosos— aquel silencio reverencial con el que quien sería magister pintor de la ciudad contestaría la injerencia de una vulgar bordadora en su diseño de aquel embarazoso Descendimiento. El que Campin años después, a la muerte de Henri de la Pasture, acogiera en su taller a Rogier, y ejerciera como su mentor artístico, no hizo sino avalar las especulaciones malintencionadas. Sería una justificación del por qué un hombre de veintiocho años, casado y con dos hijos, de la noche a la mañana, con el sólo luctuoso acontecimiento del deceso paterno de por medio, diera un golpe de timón en su vida y entrara como aprendiz en un taller de pintura —¡el de Robert Campin, precisamente!. Para los correveidiles estaba claro: se guardaron las apariencias mientras el marido, el padre, vivió; al morir éste —aseguraban con tendenciosa lógica— Agnes le confesaría a su hijo Rogier la auténtica paternidad, animándole a descubrir el talento que llevaba en su interior. El cariño con que el ya un viejo Campin trató siempre a su discípulo —a todas luces sospechoso, para estas lenguaraces gentes— corroboraba todo el montaje especulativo, y daría una explicación convincente del origen de un genio nunca antes presente en los progenitores oficiales. Esta leyenda, con mayor o menor riqueza de matices, anduvo funcionando en esos conciliábulos conspirativos que en todas partes, como las malas hierbas, crecen a la sombra de los más feraces cultivares.

.....No deja de ser extraño, no obstante, que Rogier de la Pasture abordara a edad tan impropia un cambio de rumbo en su vida. No hay constancia de cuál fue su ocupación hasta ese momento (1427) pero sí de que había dispuesto de una buena formación (hay un documento municipal donde aparece un Rogelet de la Pasture como magister). Normalmente los aprendices, figura fundamental en cualquier disciplina artesana, iniciaban su formación en la más temprana adolescencia. En aquel tiempo la edad a la que Rogier comenzó su aprendizaje pictórico, correspondía antes bien a la de un maestro ya alcanzando la plenitud de su madurez. ¿Dónde guardó el genio durante todo este tiempo quien se revelara pintor eminente y referencial? El talento artístico normalmente es una facultad de temprana, o muy temprana, aparición, y más un tamaño talento como el demostrado por el pintor de Tournai. ¿Puede permanecer latente durante casi treinta años, sin manifestarse? La verdad es que resulta poco creíble. La leyenda, por espúrea que sea, contiene más lógica que los datos que se poseen. Recapitulemos...

.....Un joven posee un gran talento artístico que desconoce porque su vida ha sido enfocada y guiada hacia otro objetivo (quizás la artesanía paterna, quizás la formación universitaria). El joven conforma su vida en torno a las referencias establecidas, trabaja en alguna ocupación relativa a su formación, se casa, tiene hijos,... vive en consecuencia una vida determinada por esas referencias. Un día muere su padre —un hecho, si doloroso, trivial—, y acto seguido tiene una conversación con su madre en la que le es revelada su verdadera ascendencia: su padre no fue Henri de la Pasture, sino Robert Campin, el afamado pintor de quien ella, Agnes, su madre, estaba enamorada en secreto, y a quien tuvo que renunciar por diferencias de clase, casándose (ya embarazada) con el maestro cuchillero, un buen hombre que nunca le hizo ninguna pregunta embarazosa ni dudó de su lealtad. El hijo, ante tal revelación, encuentra una explicación a ese impulso interior que siempre ha sentido hacia las bellas artes en general y hacia el dibujo en particular. Se le abre una nueva puerta ante sí, una puerta de la que emana una intensa luminosidad irisada. Y recuerda.... recuerda vagamente los latidos de un corazón aún no nacido guiándole las manos y estimulando una imaginación aún informe, unos latidos que no son sino resonancia de otros enviados por un corazón más grande, el de su madre que lo alberga en el vientre, que le bombea sangre y amor, y sensibilidad y gusto artísticos; y todo ello se va condensando en el genio con el que al fin, cumplidos los nueve meses, nacerá.

.....Este joven, ya maduro, con casi treinta años, abandona su anterior ocupación, se reencuentra con su padre biológico y se coloca bajo su égida; asimila sus enseñanzas y supera todas las expectativas; cinco años después (en 1432) es nombrado magister, a su vez, y comienza una imparable carrera como pintor. En 1435, tres años después de obtenido su título, su fama ya se extiende y el gremio de arqueros de Lovaina le encarga una obra que será su más excelsa obra maestra (entre otras que también lo son). Siente al diseñarla el eco de un recuerdo difuso, un recuerdo que hunde sus raíces en un cerebro en formación, que va conformándose a puntadas de los hilos de colores que su madre está dando sobre un bastidor. Cuando por fin dispone del diseño que se adecua a su arcana intuición, se arroja sobre la obra como un ser poseído por un espíritu decidido e irrefrenable. Cuando su madre ve la obra acabada no lo puede creer: sus ojos derraman lágrimas y se acuerda de lo que le dijo aquel preste cuando ella bordaba durante su embarazo... Ante sí, esplendorosa, aparece una obra que guarda una semejanza asombrosa con la que ella bordara mientras llevaba a Rogier en el vientre: un Descendimiento que es una versión mejorada y sublime de aquél que, gozoso y doloroso a un tiempo, la cautivó durante nueve meses. Y comprendió; sí, lo comprendió todo. Dios había premiado su amor antes que castigar su falta. Esta era la prueba, la tenía delante: su hijo era el enviado divino de la buena nueva. Un  enviado que no ofrecía duda alguna sobre el carácter de la voluntad divina.

.....Se trasladaron a Bruselas, donde Rogier sería nombrado pintor oficial de la ciudad. Teniendo en cuenta que la que con el tiempo sería capital de Bélgica ya era entonces residencia oficial del Duque de Borgoña, esto era tanto como decir que el pintor se encontraba en el ojo del huracán artístico del Norte, de su tiempo. Allí cambió su nombre de la Pasture, por van der Weyden; en parte como un guiño a la comunidad flamenca, y en parte —como sostendría la leyenda espúrea— por librarse de un apellido paterno que no le correspondería. Su popularidad fue en aumento, su prestigio también, traspasando fronteras. Desde Castilla le llegaría un encargo para un real convento recién fundado; el promotor era Juan II, rey de Castilla; el convento, la Cartuja de Miraflores, en Burgos. Rogier realizaría aquí uno de sus más delicados trípticos: el Altar de Nuestra Señora.
.....A esta siguieron una serie de obras maestras incontestables que ejercieron una gran influencia incluso en estilos pictóricos posteriores: los soberbios altares de San Juan y de los Siete Sacramentos o el de Santa Columba (con su excelsa Adoración de los Magos); el Tríptico de la Crucifixión o el Tríptico Bladelin, plenos de serena expresividad; el impresionante políptico de El Último Juicio. Ya entre los paneles únicos encontramos la dinámica Exhumación de San Huberto, preciosista y prodigiosa, donde convive el gótico más canónico con un dinamismo más propio del Renacimiento; el Sueño del Papa Sergio es toda una delicia de juego de perspectivas y variedad de escenarios. Sus Pietàs (o Lamentaciones) gozan, así mismo, de esta peculiaridad de síntesis estilística donde el gótico pugna por dinamizarse, y lo consigue.
.....También dejaría prueba de su gran talento como retratista inmortalizando algunos de los personajes más eminentes de su entorno y de su tiempo (Felipe el BuenoAntonio de Borgoña o Francesco d'Este), o forjando modelos de femineidad misteriosa (como en sus dos retratos de jóvenes tocadas, el de 1455 y el de 1464). La Magdalena leyendo —posiblemente fragmento de una obra mayor— goza de una delicadeza impropia del gótico.

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.....Queda en el aire la posibilidad de que realmente la genialidad creativa (y las habilidades a ella inherente) se diera de forma espontánea, por una suerte de azar combinatorio, en quien por herencia parecía llamado a desempeñar una labor más práctica que creativa. Sea como fuere, el misterio envuelve el caso Rogier van der Weyden; no así a su obra, que aparece diáfana y prístina, dotada de toda la genial claridad de un talento desbordante. El hijo del cuchillero no sabemos si en realidad lo fue o si la leyenda aquí sugerida en torno a su figura tiene probabilidades de ser auténtica. Los datos históricos son los que son, y allí donde los anales están faltos de continuidad o surcados de lagunas, es lógico que la imaginación intente atar cabos sueltos y rellenar huecos. Por otro lado, las hipótesis más lógicas no son siempre las más certeras. Lo importante es la obra, y ésa ahí está, aportándonos su belleza y su mensaje: lo de menos para el arte y el disfrute del observador quizás sean las circunstancias en que fue creada. Al fin y al cabo, Rogier van der Weyden no verá disminuido su mérito por ser hijo de un cuchillero o vástago de una leyenda.

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GALERÍA


Rogier van der Weyden


1399/1400- 1464
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DÍPTICOS Y PANELES ÚNICOS
(Pietás, Retratos, Varios)
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Diptych of Jeanne de France, 1460
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Crucifixion Diptych, 1460
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Crucifixion Diptych, 1460
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Crucifixion Diptych, 1460
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Froimont Diptych, c 1460
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Froimont Diptych (reverse side), c 1460
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Diptych of Jean de Gros, c 1450
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Armes de Jean de Gros (Jean de Gros Diptych), c 1450
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Diptych of Philip de Croy, c 1460
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Croyblazon (Diptych of Philip de Croy), c 1460
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Virgin and Child, 1433
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Diptych with the Virgin and St Catherine, c 1440
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Sts Margaret and Apollonia
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Sts Margaret and Apollonia
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Crucifixion, c 1440
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Entombment of Christ, 1450
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Christus on the Cross with Mary and St John, 1460
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Pietà, c 1441  (Royal Museum of Fine Arts Belgium)
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Pietà, c 1450 (Museo del Prado)
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Lamentation, 1464 (National Gallery, London)
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Lamentation (Pietà), 1464 (National Gallery, London)
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Lamentation, 1460-80
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Lamentation, 1460-80
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St George and the dragon, 1432-35
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St George and the dragon, 1432-35
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Exhumation of St Hubert, 1437-40
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Exhumation of St Hubert, 1437-40
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Dream of Pope Sergius, 1437-40
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Virgin and Child (Durán Madonna), 1440 (Prado)
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Virgin and Child (Durán Madonna), 1440
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Virgin and Child, after 1454
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Virgin with Child, 1460
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Visitation, c 1445
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Portrait of a Woman with a Winged Bonnet, c 1440
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Lady wearing a gauze headdress, c 1440
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St Jerôme and the lion, 1450
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Virgin and Child with four Saints, 1450-51
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Portrait of a Man, c 1440
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St Ivo, c 1450
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St Ivo, c 1450
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Portrait of Philipp the Good, 1450
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Portrait of a Lady, 1455
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Portrait of a Man, 1455-60
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Francesco d'Este, 1560
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Portrait of Charles the Bold, 1460
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Portrait of Antony of Burgundy, 1461
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Portrait of a Woman, 1464
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The Magdalen Reading, 1445
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The Magdalen Reading, 1445
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Bust of St Catherine of Alexandria
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St_Joseph, 1435-37
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Portrait of a Man, 1450
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Group of Men, 1460
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Portrait of Philipd the Good, c 1520
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Isabella of Portugal, 1500
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Frontispice of the Chroniques de Hinaut (miniature)
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