domingo, 11 de agosto de 2013

TEXTOS AMIGOS: La pátina del tiempo (Henry James, 1903) (IV) - GALERÍA: Ford Madox Brown (2)





LA PATINA DEL TIEMPO
(IV)

.....Se hizo la luz, pero fue seguida de cierta oscuridad: una oscuridad que, tras haber desayunado, me encaminó a visitar nuevamente a mi amiga. Allí, en el lugar originario, reencontré su creación; pero me apercibí de que iba a ser espinoso reencontrarla a ella. Lo primero que hizo fue depositar sobre la mesa, cual si ya se hubiera esperado mi visita, el cheque que le reexpidiera antes de acostarme. 
.....––Sí, me lo llevé yo. Y no puedo aceptar este dinero. 
Sentí desesperación: 
.....––¿Quieres quedarte con el cuadro? 
.....––Yo misma no comprendo lo que me ha sucedido. 
.....––¿Es que te desdices del trato? 
.....––Yo misma no comprendo ––repitió–– lo que me ha sucedido. ––Pero ya me había dado cuenta de que ella misma, por el contrario, comprendía bien lo que le había sucedido, de que en realidad lo comprendía mejor que bien. Al parecer, mi exceso de interés me había delatado el día anterior, e intuí que ahora iba a ser objeto de todo un interrogatorio. Ella había pasado la noche entera meditando detenidamente, y la generosidad de la señora Bridgenorth, junto con las prisas de la señora Bridgenorth, la habían tenido insomne. De ahí, siendo una mujer ansiosa y especulativa, sus sospechas, deducciones, interrogantes––. ¿Por qué, cuando me escribiste anoche, diste por sentado que ella había arramblado con el cuadro? ¿Por qué ––preguntó Mary Tredick–– iba a sentir impulso alguno de arramblar con nada? 
.....Pues bien, si yo había sido capaz de regatear en beneficio de Mary, pensé que podía a fortiori mentir también en beneficio suyo. 
.....––Porque tal es su manera de ser. Es de las que arramblan. Es impaciente y no sabe contenerse. Y tú finges al hablarme ––dije cautelosamente–– como si no vieras razón para que se enamorara... 
.....––¿Enamorarse? ––Me había salido al paso con celeridad. 
.....––...del caballero. Ciertamente. ¿Qué mujer no se enamoraría de él? ¿Qué mujer no se enamoró de él? De veras no creo, ¿sabes?, que tengas derecho a desdecirte de un trato formal. 
.....––No me desdiré ––replicó en seguida–– si me contestas una pregunta. ¿Conoce al hombre que he pintado? ––Entonces, como yo no despegara los labios, insistió––: Se me ha ocurrido que lo conoce. Eso explicaría varias cosas. La sensación tan rara que tengo y la exorbitante suma que conseguiste sacarle.
.....Era una lástima, y me arrebolé por ello, además de estremecerme ante el verbo que ella había empleado. Pero el caso es que, claramente, la señora Bridgenorth y yo, al alimón, habíamos elevado en exceso la cifra.
.....––¿Piensas que, por descontado, si ella hubiese identificado al caballero, yo me habría aprovechado de ello para «sacarle» más? 
.....Ante esto apartó el semblante y, pareciendo ensimismada en su turbación, se paseó imprecisamente de un lado para otro. Por último se detuvo: 
.....––Me lo imagino colgado allí. Me la imagino recitando su estudiada frase. Lo que dijiste sobre el personaje por el cual lo haría pasar. 
.....Creo que traté insensatamente ––aunque sólo fuera por un instante–– de hacerme el olvidadizo: 
.....––¿Por su marido? 
.....––Nunca lo fue. 
.....Al siguiente instante asumí el riesgo: 
.....––¿Lo fue tuyo? 
.....Ignoro qué me habría esperado yo, pero me asombró que se limitara a negar serenamente: 
.....––No. 
.....––Entonces, ¿por qué no pudo ser...? 
.....––...¿el marido de otra? Porque, según tengo constancia absoluta, murió soltero. ––Hablaba todavía con la misma serenidad––. Él conocía a muchas mujeres, y hubo una en particular con la cual entabló (y mantuvo durante demasiado tiempo) unas deplorables relaciones. Ella intentó arrastrarlo al matrimonio, y él estaba a punto de ceder. La muerte, sin embargo, lo salvó. Pero ella fue la causa... 
.....––¿De qué? ––Temí nuevamente una explosión de dolor por su parte, conque al ver que guardaba silencio proseguí––: ¿La conociste? 
.....––Me negué a ello. ––Entonces lo manifestó––: Fue la causa de que él me abandonara. ––Su sostenida calma acabó de decirlo todo, y me redujo a un conmovido y lastimoso: «¡Ah!» que condensó mi impresión de que me había revelado, contra todas mis expectativas, más de lo que podía yo asimilar. Pero fue justamente mientras reflexionaba qué hacer con su confidencia cuando ella repitió, con distinta voz, su anterior pregunta––: ¿Conoce al hombre que he pintado? 
.....––No tengo la menor idea. ––Y, habiendo salvado con esto mi deber, añadí de un modo que ahora se me antoja frívolo––: Ayer, ciertamente, no lo nombró. 
.....––¿Se limitó a reconocerlo? 
.....––De ser así, lo disimuló brillantemente. 
.....––¿De modo que no sacaste nada en limpio por lo que a ella respecta? 
.....Ésa fue una pregunta que me concedió cierta ventaja: 
.....––Creía que me acusabas de haberle sacado demasiado. 
.....Me lanzó una larga mirada, y en aquel instante leí en su rostro como en un libro abierto. 
.....––Es hermosísimo lo que haces por mí ––comentó––, y lo haces irreprochablemente. Es algo precioso, precioso, y te lo agradezco de todo corazón. Pero yo sé. 
.....––Y ¿qué es lo que sabes? 
.....Se aplicó ahora a preparar su paleta. 
.....––Lo que debió significar él para ella. 
.....––¿Quieres decir que ella es la mujer...? 
.....––Vaya ––dijo, poniéndose sus viejas gafas––, una de entre ellas. 
.....––Y ¿aceptas tan tranquilamente la pasmosa coincidencia...? 
.....––...¿de hallarme envuelta ahora, al cabo de tantos años, en una relación tan extraordinaria con ella? ¿A qué llamas tú tranquilamente? He pasado una noche atroz. 
.....––Pero ¿qué es lo que te hizo pensar...? 
.....––...¿que yo le había restituido tonta y ciegamente ese hombre a ella? Tú me lo hiciste pensar, ayer. 
.....––Y ¿cómo? 
.....––No sabría explicarlo. A buen seguro no era ésa tu intención, sino la contraria. Pero sembraste la semilla. La planta, después de que te marcharas ––dijo mientras corregía profesionalmente la posición del caballete––, la planta empezó a germinar. Y los vi allí, en tu taller, cara a cara. 
.....––¿Te pusiste celosa? ––dije riéndome. 
.....Me lanzó una nueva mirada a través de sus gafas, las cuales parecieron, a partir de aquel momento, en su rareza, haberla transportado definitivamente al otro lado del abismo del tiempo. Allá se mantuvo decidida, se mantuvo inamovible, se mantuvo fuera de mi alcance. 
.....––Ya veo que te dijo que me pondría celosa. ––Sin duda no conseguí disimular suficientemente mi sobresalto ante esto, y se apresuró a añadir––: Dices que acepto la coincidencia, verdaderamente pasmosa. Pero estas cosas suceden. ¿Por qué no iba a aceptarla, cuando la aceptas tú? 
.....––¿La acepto yo? ––sonreí. 
.....Se aplicó a trabajar en silencio, pero exclamó de improviso: 
.....––¡Celebro no haberla visto! 
.....––Aún no comprendo por qué te negaste a ello. 
.....––Yo tampoco. Me lo dictó mi instinto. 
.....––Tu instinto ––traté de ironizar–– es milagroso. 
.....––Debe serlo, para prevenir semejantes posibilidades. Me harías un favor si le dijeses a tu amiga, para devolverle su cheque, que ahora que he acabado el cuadro veo que, pensándolo bien, deseo quedármelo yo. 
.....––¿Sin mayores explicaciones? 
.....Continuó pintando. 
.....––Ella adivinará ––dijo. 
.....Pues bien, a estas alturas había adivinado yo también: había adivinado tantas cosas, que mucho me temo que protesté muy débilmente. Si nuestra portentosa clienta no había sido su esposa en la realidad, ella no pensaba ayudarla a serlo en la ficción. Yo había adivinado casi más de lo que puedo expresar, más de lo que, en todo caso, supe traslucir entonces. La más elemental compasión habría debido mover a ese hombre a permanecer fiel a mi amiga, pero la había abandonado de manera inhumana. A decir verdad, esto espesaba el misterio, que exploré tímidamente: 
.....––¿Por qué, aun admitiendo tu teoría, le niegas el retrato? Lo pintaste con amargura. 
.....––Sí. ¡De lo contrario...! 
.....––...¿no habría sido pintado nunca? Precisamente. ¿Es con amargura, pues, como piensas quedártelo? 
.....Alzó la vista de su trabajo: 
.....––¿Con qué espíritu te lo quedarías tú? 
.....Ello me alentó: 
.....––¿Quieres decir que podría quedármelo? ––Entonces tuve una idea––. ¡Te pagaré el precio que te ofrecía ella! 
.....Fue hermosa su sonrisa desde detrás de las gafas: 
.....––¿Con la intención de vendérselo inmediatamente? Será tuyo después de mi muerte. ––Tras lo cual se apartó del caballete, y me apercibí de que mi presencia no la dejaba trabajar y sería preferible que me marchara. Conque le tendí la mano––. Para pintarlo he necesitado... ¡todo lo que quieras imaginar! ––dijo––, pero me lo quedaré con alegría. ––Ahora me sentí incapaz de replicarle nada, hube de cesar de fingir; ella tomó el retrato entre sus manos. Permanecimos allí en silencio unos instantes, y nuevamente tuve la sensación, melancólica y definitiva, de que ella estuviera, por así decirlo, abstraídamente barnizada e integrada en la propia obra surgida de su pincel––. Me lo quitaron, y durante todos estos años estuvo para mí en la más absoluta de las sombras. ¡Y he aquí que ella misma, de un modo extraordinario...! ––Volvió a sumirse en la consideración del prodigio. 
.....––...¿te lo ha restituido sin pretenderlo? 
.....Abismada en el prodigio, cerró los ojos un instante: 
.....––Me lo ha restituido.
.....¡Fue entonces cuando vi con qué espíritu iba a quedárselo! Pero ahí concluyó mi visión. No tuve más remedio que escribirle, bastante pesaroso, una nota a la señora Bridgenorth, a quien jamás volví a ver, pero de cuya muerte ––acaecida un par de años antes que la de Mary Tredick–– me enteré por un azar. Éste es el relato de un anciano. Heredé el cuadro, cuya belleza profunda, no obstante, sigue bañada en misterio. Y, cosa curiosa, nadie ha reconocido nunca al modelo, aunque todo el mundo pregunta por su nombre. Ni yo mismo lo sé. 

Fin
 La pátina del tiempo
Henry James, 1903

...

En el siguiente enlace se podrá acceder al relato en su original versión, en inglés; y, además, a unos interesantes textos del cuaderno de notas del autor, donde se recoge su método de trabajo, la génesis con que comenzaba todas sus obras, entre los se incluyen, en este caso, una sintética sinopsis sumaria del relato y otra capítulo por capítulo:

Henry James, 1903

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GALERÍA


Ford Madox Brown
1821-1893

Galería 2
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The Manchester's Murals
1879-1893
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Manchester Town Hall, Great Hall (Six murals on each wall, left and right, in chronological order)
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The Romans Building a Fort at Mancenion
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The Baptism of Edwin
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The Expulsion of the Danes from Manchester
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The Establishment of Flemish Weavers in Manchester A.D. 1363
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The Trial of Wycliffe A.D. 1377
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The Proclamation regarding Weights and Measures A.D. 1556
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Crabtree watching the Transit of Venus A.D. 1639
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Chetham's Life's Dream A.D. 1640
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Bradshaw's Defence of Manchester A.D. 1642
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John Kay, Inventor of the Fly Shuttle A.D. 1753
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The Opening of the Bridgwater Canal A.D. 1761
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Dalton collecting Marsh-Fire Gas

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Manfred on the Jungfrau
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May Memories
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Take your Son Sir
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Entombment
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Lady of Saturday Night
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Body of Harold
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Traveller
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Corsair's Return
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The Dream of Sardanapalus
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Prisioner of Chillon. Painting of Episode from Byron's Poeme
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Southend
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Byron's Dream
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Out of Town
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Dr. Primrose
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The Mount at the Heat Street
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Lucy Madox Brown. Portrait of the Daughter of the artist's first marriage
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Mauvais Sujet
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Thinking (Emma Madox Brown)
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Early Study
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English Boy
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James Bamford
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James Lethart
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F.H.S. Pendlton. Portrait of A Friend of the Artist
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The Expulsion of the Eden (pencil)
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Mercy
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