lunes, 5 de agosto de 2013

TEXTOS AMIGOS: La pátina del tiempo (Henry James, 1903) (I) - GALERÍA: Evelyn De Morgan (1)






Presentación

.....Habida cuenta de que el blog no debe pararse, y de que, a falta de producción propia, ya es de rigor en este espacio acoger textos amigos que cubran los ocasionales vacíos y estimulen, de paso, la creatividad adormecida... bueno es --y de agradecer-- que al voluntarioso, esforzado y eterno aprendiz de brujo (literario) que suscribe estas líneas y gestiona el blog le falte de vez en vez la voluntad, el afán o la inspiración para ejercitarse en esa ímproba y tan frecuentemente frustrante labor que es la creación artística, de este modo podemos solazarnos, regocijarnos y cubrirnos con las fastuosas sedas tejidas por manos que obedecen, estas sí, las órdenes del verdadero talento, del genio incuestionable (primorosas labores que he dado en denominar, quizá con excesiva pedantería: textos amigos). Es más dudoso que este sempiterno aprendiz de tanto y brujo de tan poco, pueda arrogarse el derecho a introducir o presentar al auténtico mago, al consagrado taumaturgo, al ceñido del egregio laurel. Mas, aún así, a fuer de resultar engreído o fatuo, me arrojo a la empresa con la convicción de que el cariño con que lo hago excuse el atrevimiento de hacerlo.
.....Es como si una criatura por él creada intentase --como de hecho así ha sucedido y sucede en el ámbito humano desde el origen de los tiempos-- presentar a Dios, dar cuenta de su naturaleza, exponer en el escaparate sus virtudes, sus potencias, su poder. Pero no me cabe otra. Subrayo: la devoción con que lo intentaré espero que excuse la impiedad de arrogarme ese derecho.

.....Existen varios tipos de narradores, entre ellos, los que narran hechos, aventuras, peripecias; los que gustan del misterio, de lo fantástico o de lo maravilloso; los que dominan la descripción de lo social, sus avatares, su trama, la heroicidad hilvanada a lo cotidiano; los que recalan y excavan en las raíces de la historia, y la interpretan, la adulteran o la transforman; los que, en fin, ahondan en la psicología de los personajes, dando igual --o poco menos-- el tema de que se trate, pues su fin es devanar el entramado de la mente, el comportamiento humano, sus razones y su sinrazón para vivir. Los hay más finos y sutiles, y los hay de trazo más grueso, más directos y menos floridos. Quienes blanden la ironía constantemente y quienes pintan con palabras obras que parecen cuadros. Se podría decir que existen tantas maneras de narrar como narradores originales haya, dando igual el tema o motivo elegido.

.....¿Hay quien no conozca a Henry James? En el mundillo literario, preciso. Y si alguien, con esa inquietud, no lo conoce, no sé a qué está esperando para lanzarse a la red, a la biblioteca más cercana o a una de las cada vez más escasas librerías, para procurarse una de sus obras.
.....Henry James es maestro de prosa fina y elegante, incluso alambicada, mas para nada farragosa, dotada de la leve consistencia del destilado más sutil, de la más aromática, si compleja, esencia. Dicen sus traductores al castellano que es una labor ardua traducir sus textos de largos periodos sintácticos, plagados de precisiones constantes, de minimalistas matizaciones, semejantes a brocados damascenos o diseños nazaríes. Y ello es así porque es este escritor un meticuloso orfebre del lenguaje, un hábil neurocirujano literario que escalpelo estilográfico en mano es capaz de laminar una idea expresada en una oración hasta sacar de ella las finísimas capas que la componen: otra infinidad de oraciones que no sólo no embrollan la idea original, sino que la hacen más luminosa y clara, más comprensible y, sobre todo, más bella. Es pasmoso cómo Henry James es capaz de llenar páginas y páginas para contarnos lo que acaece en un instante, para pintarnos el escenario psicológico en el que se desarrolla un momento de uno de sus protagonistas, y, pese a ello, pese a esta minuciosidad, no hacerse en absoluto pesado; pues hay tanta belleza en la expresión que uno se adentra en ese mundo de lo mínimo y el detalle, de la acotación y el paréntesis, como si accediese a un universo nuevo, sugerente, seductor, cautivadoramente placentero. Por otra parte, utiliza el señor James el lenguaje como si fuesen dedos, dedos finos y delicados que acariciasen nuestro entendimiento, levantando, cuando lo leemos, estremecimientos de sensualidad intelectual al tiempo que paseamos la mirada por su prosa. Leer a Henry James es como pasear por un feraz jardín botánico rebosante de raras y no obstante familiares especies: unas que nuestro corazón reconoce, pero que nunca antes se le habían presentado con esta apariencia, de esta hermosa forma.

.....Uno puede acercarse a él por medio de su narrativa breve, de sus nouvelles (relatos de extensión media) o, de golpe, arrojándose a la oceánica inmensidad de sus grandes novelas. Ahí están, entre las últimas: La copa dorada, Las bostonianas, Retrato de una dama o La musa trágicaOtra vuelta de tuerca, Daisy Miller, los papeles de Aspern o Washington Square, entre las segundas; o En la Jaula, La lección del maestro, Los amigos de los amigos, Maud-Evelyn, La figura sobre la alfombra o el que aquí presento, La pátina del tiempo, entre una gran variedad de relatos que conforman su narrativa breve, que, si menos dada a su proverbial labor de filigrana expresiva, no menos estimable por su agudeza, ingenio y precisión.
.....En La pátina del tiempo, narración de madurez (escrita en 1903, cuando el escritor ya degustaba el éxito y gozaba del abrazo de la fama), nos comprime maravillosamente ese su buen y prístino hacer creativo mezclándonos de esa manera tan suya un relato a priori banal con un trasfondo no sé si calificarlo de fantástico o maravilloso, pero en todo caso, perteneciente a esa realidad que día a día, tercamente, nos demuestra que lo irreal de lo azaroso es parte de su entramado. Si en El Retrato de Dorian Grey, Oscar Wilde hacía al arte pictórico cómplice de un oscuro trato con el diablo, en este delicioso entremés, Henry James nos propone, entorno a otro retrato, una idea menos espectacular pero, en todo caso, no menos sugestiva, trocando aquí al ángel caído por el menos avieso --pero no menos fatal-- azar. Espero que su fácil y amena lectura anime a empresas más ambiciosas, de mayor alcance, pues a buen seguro, a quien  guste y solace este relato hallará en toda la obra de Henry James el mejor consuelo a lo anodino con que la vida a veces se nos presenta y nos abruma.
.....Serán cuatro los posts dedicados a presentar este relato compuesto de dos capítulos (dos posts para cada capítulo). La Galería correrá a cargo de los pintores prerrafaelitas Evelyn De Morgan (2 posts) y Ford Meadox Brown (2 posts). La ambientación musical estará a cargo de un compositor británico, en parte contemporáneo al escritor, ya acogido en este espacio: Ralph Vaughan Williams.

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LA PÁTINA DEL TIEMPO
(I)

1

.....Me sentía demasiado contento del gran favor que a ella podía hacerle, en mi calidad de buen amigo suyo desde hacía bastantes años, como para no ir corriendo a llevarle la noticia aquella misma tarde. Sabía que trabajaba hasta la noche, como también solía hacer yo mismo; pero sacrifiqué de buena gana una hora de luz de un día de febrero. Tal como esperaba, la encontré en su taller de pintora, a cuya puerta estaba masculinamente adherida su tarjeta de presentación ("Mary J. Tredick"; no Mary Jane, sino Mary Juliana); estaba algo cansada, algo envejecida y muy manchada, pero se quitó sus feas gafas, apenas hube transpuesto su umbral, para atenderme. Conservó puesta, mientras arreglaba la paleta y secaba los pinceles, la gran bata pringosa que la recubría de la cabeza a los pies y que muchas veces la había visto yo llevar en circunstancias que daban fe de su renuncia a gustar. Cada vez que se me ofrecía una nueva ocasión de comprobarlo me apercibía de que Mary había renunciado a todo excepto a su trabajo, y de que en su historia personal debía de existir alguna razón peculiar para ello. Pero yo seguía lejos de adivinarla. Ella había renunciado a demasiadas cosas; precisamente por eso sentía yo deseos de echarle una mano. Le comuniqué, pues, que tenía un sustancioso encargo en perspectiva para ella.
.....––¿El de copiar alguna obra apreciable?
.....Su queja, y yo lo sabía, era que las gentes sólo le hacían encargos, cuando se los hacían, de copiar obras que ella no apreciaba. Pero en esta ocasión no se trataba de copiar... cuando menos, no en el sentido habitual del término.
.....––Se trata de un retrato... más bien singular.
.....––¡Pero si tú mismo pintas retratos!
.....––Sí, pero ya sabes de qué estilo. En este preciso caso, mis dotes no son las apropiadas. Piden un retrato todo armonía.
.....––¿De quién, si puede saberse?
.....––De nadie. Es decir, de cualquiera. De quienquiera que gustes.
.....Lógicamente, quedó maravillada:
.....––¿Quieres decir que yo deberé escoger al modelo?
.....––Vaya, la singularidad estriba en que no ha de existir un modelo.
.....––Entonces, ¿a quién representará el cuadro?
.....––Pues a un hombre guapo, distinguido, agradable, que no haya cumplido los cuarenta años, perfectamente rasurado, perfectamente ataviado: el perfecto caballero, en una palabra.
.....Continuó mirando de hito en hito:
.....––Y ¿soy yo quien ha de proporcionarlo?
.....Me reí ante el verbo que ella había empleado:
.....––Sí, igual que «proporcionas» el lienzo, los colores y el marco. ––Tras lo cual pasé a ofrecerle explicaciones––: He recibido una visita sumamente «desusada», que tuvo por consecuencia hacerme pensar en ti. Una mujer, desconocida para mí y que no había anunciado su presencia con antelación, entró en mi taller a las tres de esta tarde. Acudía a mí sin preliminares, según me hizo saber, a causa de mi elevada reputación (como de costumbre) y de su admiración por mi obra. Claro está que percibí instantáneamente (quiero decir que lo percibí tan pronto como me expuso sus deseos) que no había comprendido nada de mi obra. ¿Acaso soy yo capaz de otra cosa que de fijar sobre el lienzo mi impresión de una realidad dada, presente? Sólo sé plasmar los rostros que veo.
.....––Y ¿a mí sí me crees capaz de plasmar un rostro que no he visto?
.....––No, pero tú ves tantísimos más. Los ves en tu imaginación y en tu memoria, repletas de ellos gracias a todos los museos que has visitado y todas las grandes obras que has estudiado. Sé que lograrás plasmar el que necesita mi visitante y conferirle (esto es la crux del encargo) la pátina del tiempo.
.....Sopesó el asunto:
.....––¿Por qué lo necesita?
.....––Precisamente por eso: por la pátina del tiempo. Y, a excepción de que el cuadro adornará la parte superior de su chimenea, no me facilitó detalles. Cuento sólo con mi sensación de que debe representar, debe simbolizar, por así decirlo, a su marido, que ya no está en este mundo o que quizá no estuvo nunca en él. Es justamente eso lo que te da carta blanca.
.....––¿Sin nada para guiarme: ni fotografías ni otros retratos?
.....––Nada.
.....––¿Simplemente piensa describírmelo?
.....––Ni eso; desea que sea el retrato quien se lo describa a ella. Su sola condición es que se trate de un très-bel homme.
.....Había comenzado por fin, con cierto aire pensativo, a desabotonarse la bata.
.....––¿Es francesa? ––inquirió.
.....––Lo ignoro. Imposible decirlo. Se hace llamar señora Bridgenorth.
.....Mary se extrañó:
.....––Connais pas! Jamás había oído hablar de ella.
.....––Mejor así.
.....––¿Insinúas que se trata de un apellido inventado?
.....Vacilé:
.....––Insinúo que se presentó con una apariencia evidente y tangible, afirmando taxativamente que pagaría una suma evidente y tangible. Seguro estoy de que aceptará cualquier precio que se te antoje pedirle; y por consiguiente es una oportunidad que no toleraré que desdeñes. ––Mi amiga no hizo ningún ademán de asentimiento ni de negación, y yo proseguí mis explicaciones––: Es una mujer de unos cincuenta años, o quizá más, que debió de ser muy hermosa y cuyo aspecto, pese a sus cabellos muy empolvados para, a lo que juzgo, ocultar sus canas, sigue siendo extraordinariamente atractivo. Se me presentó con un aire cohibido y avasallador al propio tiempo: lo segundo para disimular lo primero. Pero se desenvolvió notablemente bien, en mi opinión, teniendo en cuenta la excentricidad de su encargo. Ella misma fue la primera en admitir lo de la excentricidad; lo cierto es que empezó insistiendo tantísimo sobre la misma, que yo ya me esperaba no sabía muy bien qué. A veces rompía a hablar en francés con una pronunciación perfecta, aunque no mejor que la de su inglés, nada vulgar... por lo menos, no más vulgar que el de cualquier hijo de vecino. ¡Cuando uno piensa en las cosas que las gentes nos dicen a los artistas, y el modo como nos las dicen! Albergaba un inmenso interés, bien lo vi, en ser tomada en serio, en no ser tenida por una chalada; y me quedó infinitamente agradecida por prestarle tan respetuosa atención. Iba vestida con exquisita elegancia y había venido en un cupé propio.
.....Mi interlocutora lo asimiló; por último preguntó muy quedamente:
.....––¿Es persona respetable?
.....––¡Buena pregunta! ––dije riéndome––; ¡tú siempre sabes centrar la luz sobre el punto esencial, incluso cuando uno se afana por extender una especiosa difuminación sobre todo el conjunto! Es persona anómala ––proseguí tras un instante––; y para lo que desea el cuadro, sospecho, es justamente para parecerlo un poco menos.
.....––Pero, en definitiva, ¿quién es, qué es? ––insistió mi compañera.
.....Ello me retrotrajo inmediatamente a una de mis pasiones:
.....––Oh, mi querida amiga, ¿qué hay más interesante que la vida? ¿Qué hay, en particular, más fabuloso que Londres? En Londres está todo, cualquier cosa imaginable, y nada es excesivamente imposible como para que no nos pueda salir al paso algún día. ¿Qué es una mujer entrada en años, bien conservada, hermosa, empolvada, elusiva, excéntrica, que se presenta sin referencias de ninguna índole, pero con carruaje propio y excelentes encajes? ¿Qué es una tal persona sino alguien que ha podido tener grandes aventuras, y que les ha extraído, de una manera u otra, provecho? Sus aventuras no son, sin embargo, asunto de nuestra incumbencia; me parecería fuera de lugar intentar forzarla a enseñar sus cartas. ¡Ya me gustaría a mí conocer al individuo capaz de lograr eso de la señora Bridgenorth! Ahora aspira a la decencia, y de la mejor calidad. Aunque sospecho que su personalidad es creación de su talento, posee claramente, por otra parte, amplísima experiencia de la vida.
¿Aceptarías verla? ––planteé a continuación.
.....Mi anfitriona reflexionó, y dijo:
.....––No.
.....––Entonces, ¿no vas a intentar el encargo?
.....––¿Tengo necesidad de verla para intentarlo? ––Y esta pregunta me reveló que también ella, en la medida en que había atendido, había empezado a sentirse cautivada––. Resultará incómodo ––musitó pese a ello–– tratar de satisfacerla con tales exigencias. Tratar ––añadió en seguida–– de satisfacerla en modo alguno. ¿Tienes la impresión de que no está casada? ––preguntó, acto seguido, una pizca inconsecuentemente.
.....––Vaya ––contesté––, apenas si he tenido tiempo para pensar sobre ello, pero, extrañamente, ya puedo figurarme la escena. No inmediatamente, no al siguiente día, ni siquiera al siguiente año de haber colgado en su residencia el cuadro que pide, pero, de todas suertes, la transfiguración se producirá a su debido tiempo y en la ocasión oportuna. «¿Quién es ese hombre tan endiabladamente apuesto?» «¿Ése? Oh, es un antiguo retrato de mi amado marido difunto.» Pues es que le dije (sondeándola insidiosamente) que sin duda desearía que pareciera antiguo, y que es de la pátina del tiempo de lo que tú rebosas.
.....––Yo diría que sí ––suspiró Mary finalmente.
.....––Pues ve a ponerte el sombrero.
.....Al llegar le había propuesto que me acompañara a tomar el té, y cuando me dejó momentáneamente a solas en el taller para arreglarse en la habitación contigua fue cuando empecé a sentirme seguro del buen éxito de mi visita. La visión que una hora atrás me había decidido se me fue haciendo más intensa y radiante a medida que vagaba examinando sus obras. Había allí muchas más de las que uno habría deseado ver; pero por lo menos tuvieron el don de fortalecer mi confianza, lo cual me fue grato al pensar en la de mi visitante, quien había aceptado sin reservas mi recomendación de la señorita Tredick. Cuatro o cinco de sus copias de célebres retratos ––ornato de grandes colecciones públicas y privadas–– colgaban de las paredes, y verlas juntas de nuevo equivalió a sentirme tranquilo en lo tocante a haber recomendado a la persona apropiada. Su suave estilo era lo que yo había tenido presente al decirle a la señora Bridgenorth para excusar mi negativa: «¡Oh, mis retratos, ¿sabe usted?, parece que hubieran sido pintados mañana!» Poco importaba que los Van Dycks y Gainsboroughs de Mary fueran reproducciones y réplicas, pues yo sabía que alguna que otra vez se había entretenido en pintar, como decía ella, algo de su propia cosecha. Tan audazmente había copiado tantas obras audaces, que poseía una extraordinaria gama de recursos en la punta de su pincel. Ella siempre me había replicado que tales obras no eran más que hábiles fraudes, pero se daba la circunstancia de que era un hábil fraude lo que nuestra dienta deseaba. Sólo se necesitaba entregárselo; ciertamente, ella sola pondría el resto. Pero al tiempo que yo meditaba así me dije para mis adentros que había más de lo que parecía a simple vista, como suele decirse, en una reacción como la que creía haber advertido en mi amiga. Yo había activado, sin pretenderlo, más de un resorte; había encendido más de un impulso. A decir verdad, quedé convencidísimo de ello cuando volvió ataviada con su sombrero y su chaqueta. Estaba transformada, había madurado el proyecto; y con una luz manifiestamente nueva me sonrió desde detrás del estirado velo mientras se ajustaba un par de tersos guantes en sus manos firmes y delicadas.
.....––Me harías un favor si le dijeses a tu amiga que os estoy sumamente agradecida a ambos y que acepto el encargo.
.....––Espléndido. ¿Aceptas asimismo adornar al caballero con todos los atributos de la belleza masculina?
.....––Acepto justamente a fin de hacer eso. Lo pintaré superlativamente apuesto... y superlativamente vil.
.....––¿Vil? ––Quedé enteramente estupefacto.
.....––El más elegante caballero y la peor persona que nadie haya visto jamás.

(continuará)

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GALERÍA


Evelyn De Morgan
1855-1919

Galería 1
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Ariadna in Naxos, 1877
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The Martyr Nazarea, 1880
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Medea, 1889
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Helen of Troy, 1898
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The Sea maidens, 1886
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Aurora Triumphans, circa 1886
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The Light Shineth in Darkness and the Darkness Comprehendeth it Not
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Earthbound, 1897
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Earthbound, 1897
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Sleeping Earth, Walking Moon
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Luna, 1885
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Angel with Serpent
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Deianera
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Clytie
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The World's Wealth (The Crown of Glory), 1896
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Flora, 1894
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Flora (detail), 1894
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Boreas and Fallen Leaves
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Cassandra, 1898
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The Love Potion
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Queen Eleanor and Fair Rosamund, c. 1905
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Eos, 1895
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S.O.S.
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Boreas and Orietyia
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The Hours Glass
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Cadmus and Harmonia
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Dryad, 1884-85
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Angel of Death
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The Field of the Slain
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Phophorus and Esperus
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Hope in the Prision of the Despair, c 1887
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The Red Cross, c. 1916
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An Angel Piping to the Souls in Hell
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The Storm Spirits, 1900
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Valley of Shadows
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