Es la noche quien revela las estrellas,
quien pinta de magia los sueños más bellos,
quien da a la luna sentido y apariencia
y a la conciencia la noción de lo eterno.
Pensamientos Impensables. Héctor Amado
Arnold Böcklin (1827-1901), que hasta finales de la década de 1860 fue eminentemente un pintor -extraordinario pintor- de paisajes (nombrado profesor de Paisajismo en la Escuela de Bellas Artes de Weimar), se iría decantando poco a poco hacia postulados simbolistas (temas mitológicos y alegóricos de las figuras literarias). Gran viajero, realizaría casi toda su carrera a caballo entre Alemania y Suiza (de donde era originario), intercalando repetidos periodos en Italia (Roma, Génova y Florencia) lo que dotaría a su pintura de una atmósfera mediterránea inconfundible. En uno de estos viajes, en 1874, residiendo en Florencia, sería testigo de la muerte de su hija María, a la que enterraría en el Cementerio Inglés de la ciudad-arte. Ese cementerio -y ese hecho- inspiraría su obra más famosa: Die Toteninsel (La Isla de los Muertos), de la que haría cinco versiones, conservándose cuatro (la cuarta, que estaba depositada en Berlín, fue pasto de las llamas en la 2ª Guerra Mundial), lo que quizá demuestre el impacto causado por la muerte de su hija. Su pintura a partir de aquel hecho, ya plenamente imbuida del espíritu simbolista, se hizo más oscura, más misteriosa, incluso, a veces, truculenta.
Acabaría muriendo y siendo enterrado no muy lejos de donde reposaba aquella hija (¿otro signo?), en Santo Domingo de Fiesole, cerca de Florencia, abrazado por el Mediterráneo que tanto lo subyugó.
Su influencia se extendió hasta el movimiento surrealista que tendría lugar años después de su muerte.
El último trabajo de Sigur Rós, Valtari, me parece el contrapunto perfecto para acompañar este post y el tema de la recreación (sueño o ensoñación) que sigue.
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La Isla
...Sueño. Todo es sueño. Yo mismo sueño que recreo aquel lugar de plegarias a lo alto, de cipreses erguidos, de recogimiento en la piedra esculpida, en los muros de piedra que aíslan. Me ha nacido un sueño, y en él, de un ominoso mar de olvido, ha surgido una isla que aísla mi duelo: tempestades de piedra, nubes de piedra, mármol de cielo, y centinelas flechados de verde, tensos, siempre tensos entre la tierra retesada y el cielo que espera ser hendido. (¿Existió alguna vez un cielo? ¿O habrá que inventarlo, continuamente?).
...La arena de María, tan escasa, se agotó en Florencia. Vacía la clepsidra de su savia, navegó envuelta en albura hacia la recóndita isla, sobre el estigio mar, en caróntica barca. Se fue, y, con ella, mi motivo de polícroma alegría, mi excusa de luz jubilosa. Se poblaron mis sueños de aquel sueño: sombra y mármol anochecido, isla pavorosa y bella donde ella ya reposa. Mi pincel buscó lo arcano, interpretó el misterio, se convirtió en gusano vomitando sueños de un cementerio en un mar lejano.
...Toda mi pintura, desde entonces, se cubrió de duelo: ya no más cielo despejado, ya no más alegría, huida la algarabía de los campos. Las sombras se poblaron de destellos, de contrastes, de amenazas. Las figuras, fantasmales, flotando en los paisajes ya sombríos, fluyendo, no ya ríos sí espectrales turbulencias, y ruinas de creencias ancestrales que la luna con fortuna baña en plata. La belleza combatiendo lo que mata, la luz amancebada con las sombras, el horror de las alfombras camposantas, el silencio clamoroso de los campos nemorosos ya olvidados, los juegos consumados, las risas cortapisas en el alma, el corazón en calma ya del grito desmayado. Los reflejos de la luna en la herida de la ruina, y las runas de los signos se hacen líneas en el plano que el pigmento, prodigioso, profundiza. Ya la vida esplendorosa se desliza del pincel en trazo oscuro, que procuro, sabiamente, con matices pertinentes matizar en mil brillos disfrazados, rutilantes y estrellados, que la luz de la negrura logran, pura, resaltar.
...Brota de mi mano el sueño aislado que en isla se convierte, que se vierte en desazón y desconsuelo, brota fuente de corriente cenagosa, si pretendida-mente hermosa dolorosa-mente hendida, brota de la interrumpida existencia que bajo una losa reposa de una vida toda sueño, toda empeño, suspendida, solo cosa: quizá huesos, quizá polvo, quizá solo pensamiento en un térreo firmamento de oquedad tenebrosa. ¿que piensa, qué siente, la tierra, del alma que en sus dominios se encierra? ¿hace suya la incumplida promesa? ¿absorbe el amor que apenas disfrutó su orbe? ¿son las flores sueños rotos? ¿o sueños vivos que florecen de otra forma absortos?; ¿son abonos los despojos?, ¿esperanzas las mortajas? Lo que sé es que mi pincel, gusano de luz sombría, de sombras pobló sus días, mis noches colmó de hiel.
...Mientras mis umbríos sueños fraguaron, flechas de agudo ciprés hacia los dioses se alzaron, que en el vacío acertaron de su inexistente ser. Tempestades y oleajes batiendo sólidos templos, ya sólo sueño los paisajes ruinosos del tiempo. Consuelo: Isla, en su soledad bella, donde viven por siempre los Muertos (no ya muertos, en su muerte que consterna, sino renacidos a una vida eterna).
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GALERIA
Arnold Böcklin
(1827-1901)
Autorretratos, Miscelánea... Ensoñaciones
Autorretrato (1873)
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Autorretrato con Muerte (1872)
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La noche
Taverna de la antigua Roma (2)
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Diana Cazadora
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La caza de Diana
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Vestal
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Jugando entre las olas (detalle)
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Ulises en el mar
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Polifemo
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El aventurero
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Marcha de los godos
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Dragón apostado en una roca
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Ruggiero libera a Angélica de las garras del dragón
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Soldados subiendo hacia una fortaleza de montaña
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Los caballeros moros
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Astolfo escapa con la cabeza de Orrile
San Antonio predicando a los peces
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El ermitaño
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El guapo Anacreonte
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Melancolía
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Medusa
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