miércoles, 16 de mayo de 2012

Gustave Moreau y otros Simbolismos (4)





La tierra es un terror, pero yo busco
una flor de cristal inaccesible.
Bronwyn. J.E. Cirlot

Lo que en mí quiere perderse,
lo que aspira a la ganancia,
surge de la misma fuente
de donde me brota el alma.
Héctor Amado.

Mito 
.
Quizá te perseguí
-te persiga todavía-
detrás de tantas
para encontrarte,
al final,
en la suma de todas.
.

Inabarcable, inacabable,
inconsumible:
te me apareces,
te me anuncias, 
detrás de tantos ojos
y con tantas voces,
que mi vida,
aun siendo muchas,
te agota nunca.
.

Surges, en un instante,
con la infinitud
de un nunca,
con la desesperación
de un jamás,
con la avidez 
de un siempre
.

Brotas, fuente ignorada,
por el mismo hontanar
en que te encarnas,
con la misma certidumbre
de un latido,
con la misma evidencia
del aliento,
con la turbadora inmanencia
de un pensamiento
revelador.
.

Se irá mi luz
tras las estrellas,
y, como ellas,
quedará suspendida
de un negro
e inmenso vacío,
no menos rutilante.

-o-

TEXTOS AMIGOS

Cierro esta serie dedicada al Simbolismo, a Gustave Moreau, y a lo que subyace, citando a este compilador de símbolos, a este creador de sentidos, a este permutador de palabras, que es Juan Eduardo Cirlot. Y lo voy a hacer con su mito más querido -y ya referido-: el que para él supuso Bronwyn: la mujer intocable y deseada, la mujer que es toda ganancia y, no obstante, causa de toda pérdida: perder la vida propia, ganar la muerte -que es más vida en ella-: el sacrificio, la entidad, lo que el hombre es, permutado por lo que alcanza al tocar -con dedos temblorosos- los labios del misterio.
Bronwyn-Shekina. A la que renace eternamente de las aguas, nos dirá en Con Bronwyn, uno de sus últimos libros sobre este mito céltico, nórdico, que lo es transversal: así mismo mediterráneo, y universal. Pero no quiero trasladar aquí poemas de ese libro, sino de un artículo escrito por él en 1967 (ya dije anteriormente que, además de poeta, Cirlot fue crítico literario, musical y de arte), en el que habla y expresa aquel su deslumbramiento que fraguara en mito -que se reconociera en un mito preexistente: un mitema diamantino de fulgores infinitos.
Por cuestión de espacio e interés me limitaré a extraer los fragmentos que más relacionados están con nuestro tema, y en los que da cuenta de una forma más prosaica -quizá más parca pero más clara- sobre lo que él vio en El Señor de la Guerra (1965).
Al final, en el apéndice, adjuntaré dos archivos multimedia: en uno, varias escenas sueltas de la película, en su versión remasterizada HD (lástima que que entre ellas no esté el episodio de la aparición de Bronwyn en el pantano); en el otro, la película completa, extraída de la versión en el antiguo formato VHS. Así se tendrá una necesaria referencia ilustrada de aquello que en Cirlot provocara tal catarsis simbólica y emocional como para dedicarle dieciséis libros de poemas.


El ocaso de un señor de la guerra
BRONWYN
.
[...] Si el siglo XI pudo ser ignorado en muchas películas, no lo ha sido en El Señor de la Guerra, donde la fidelidad es casi absoluta, igual en la ambientación y arquitectura que en esos elementos de vestuario. Dirigida por Franklin Schaffner, el técnico en esas materias ha sido Vittorio Nino Novarese.
[...] Bronwyn. En El Señor de la Guerra se asiste a un ocaso (Also begann Zarathustra's Untergang, decía Nietzsche). Un hombre que ha guerreado veinte años, un normando, señor feudal dependiente del Duque de Brabante, llega a unas tierras extrañas que los piratas frisios atacan periódicamente. Tiene una gran torre para proteger a sus vasallos célticos que entregan la novia al señor en la noche de bodas. (Cuando llega al lugar, él se horroriza; y a la vez "teme" el lugar. Y no se equivoca. Parece como si ese hombre de guerra, vestido de hierro, hubiera leído El origen musical de los animales-símbolos de Marius Schneider -1946- donde se explica el pantano tanto como "lugar" específico de la descomposición anímica del que luego sólo se puede salir por el "muro del sufrimiento". Entonces ve a Rosemary Forsyth, la protagonista -la ve desnuda, salir de un lago y va a casarse-. Es Bronwyn. La exige, la tiene y la retiene. Le da el anillo de su padre a una sierva, a una porquera. Y ha de matar a su hermano que se opone. Se le subleva el pueblo. Muere el héroe finalmente tras perder a la que tanto le costó.
Bronwyn, ¿valía la pena? Pierde por ella el favor de su señor, su honor, sus armas, el sentido de su vida y, por fortuna, también su vida. Valía la pena, porque él estaba ya en momento de su ocaso. Estaba "maduro para la muerte" (de nuevo Nietzsche). Bronwyn, ¡qué belleza dorada, extraña, hecha de altanería meramente humana, no social, hecha de erotismo! (un rostro, unos ojos, una boca... como él dice. -En un poema escandinavo de ese mismo tiempo se habla de una doncella cuyos brazos "dan luz al aire y al mar"- así es Bronwyn.
[...] y entiendo que el problema de El Señor de la Guerra, trasposición en el cine del título de la novela en que se basa, The Lovers, más exacto, más verdadero (de Leslie Stevens), es contemporáneo, actual, mejor que del siglo XI. Bronwyn es ahora  la dueña del campo. No es una aparición salvadora ni "la mensajera del mas allá", como era aún en el siglo XIX y en Wagner. Acaso me equivoque después de todo, el hombre del año 1000 era sólo un "hombre",[...], incluso aunque, a la vez, fuera "el señor" (con torre, mallas, lanzas, hombres de armas, halcones, juegos y una gran herencia imaginaria y real de honor y vigor caballerescos). Posiblemente ese hombre era tan débil ante Bronwyn como lo somos nosotros. Un trovador escondido bajo el traje de hierro, un "soldado Woyzeck", de Büchner*, bajo el aspecto de un terrible impositor de fuerza.
Pues Bronwyn es Eva rediviva, y el fruto que ofrece no se puede rechazar precisamente porque lleva en linea recta hacia el ocaso, a la expulsión del propio paraíso, aunque sea éste un paraíso pobre de torre normanda entre tierras pantanosas, con súbditos como animales acobardados que esperan la fecundidad de sus mujeres del acto mágico -y ¡tan breve!- de la noche de la cesión. Bronwyn es Isis, la de los mil aspectos, cuyo carácter proteico le permitió infiltrarse en el Imperio romano, más celoso de sus dioses de lo que dice la historia al uso, y que permitió a la egipcia asimilarse  a la Magna Mater, a Juno, Venus, Diana y a todos los aspectos femeninos del Cielo. Bronwyn es "la Sol", mientras el hombre es "el luna" (Die Sonne, Der Mond), esa inversión de poderes que nos viene, con doble sentido, no sé si de Brabante, pero sí -mas allá de Alemania- de Suecia y de Estados Unidos, aunque no necesita lanza (ni pistola ametralladora) la "mensajera" para hacer que  "el señor" se humille, mate, ceda y cambie su primogenitura  por un plato, no de lentejas pero sí de flores vivas. ¿Quién es Rosemary Forsyth? No la hemos visto nunca, fuera de ese pantano de Brabante, vestida con un burdo lienzo blanco sucio, pero taladrando el horizonte con una llamarada terrible, la del Signo.
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18 de febrero de 1967
Juan Eduardo Cirlot
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* Woyzeck alude a la obra teatral homónima de George Büchner, en la cual el joven, ingenuo y de origen fatalmente humilde soldado Woyzeck es víctima de fuerzas que lo superan y que lo acabarán enloqueciendo (la extracción social: el Destino; la milicia: el Capitán; la salud: el Doktor; el amor: la Mujer). Una especie de trasunto hamletiano que acabará por ajusticiar con sus propias manos a Marie/Ofelia. (N. del editor) 
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GALERÍA
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Gustave Moreau
(1823-1898)
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Mitologías, Religiones... Mitemas

El Reître (Cavaliere noir ou Cavalier du diable) y las cautivas
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Pasifae y el toro (Esposa de Minos y madre del Minotauro)
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Febo y Bóreas -  Faetón
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Narciso
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Prometeo Encadenado vs 1 y 2
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Los Pretendientes (de Penélope)
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 Los Pretendientes (detalle: Atenea)
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Los hijos de Tespias
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Las Piérides
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Júpiter raptando a Ganímedes
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Apolo venciendo a la serpiente Pitón
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Apolo y los Sátiros
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HÉRCULES
Hércules y Onfale
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Hércules y la Hidra (vs 1)
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Hércules en el Lago Stymphalos - Hércules y la Hidra (vs 2)
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Los atenienses son entregados al Minotauro en el laberinto de Creta
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Arión
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El Cantar de los Cantares
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Moisés niño
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Jacob y el Ángel
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SALOMÉ
Salomé bailando ante Herodes
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Herodías y Salomé - Salomé en la prisión
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Salomé bailando (vs 1, 2 y 3)
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Salomé en el jardín - Salomé con columna - Salomé con la cabeza del Bautista en un plato
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La Aparición (vs 1 y 2)
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La Aparición (detalle)
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Mujer y pantera (también conocido como Salomé y la pantera)
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San Sebastián y el Ángel
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San Miguel venciendo a Satán
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San Jorge y el Dragón
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Santa Cecilia y los ángeles anunciando su martirio
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Pietà (vs 1, 2 y 3)
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La Flor Mística
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Voces de la tarde
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Voces (vs 1 y 2)
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Atardecer y Pena
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El triunfo de Alejandro Magno
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La Péri y el Elefante Sagrado
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La Péri
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Venecia
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APÉNDICE
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Sobre El Señor de la Guerra (Franklin Schaffner, 1965)
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Versión fragmentada, calidad HD (Inglés, subtítulos en inglés)

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Versión completa, calidad VHS (Inglés)
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