jueves, 11 de abril de 2013

Sobre "La Inteligencia de las Flores" (2) - GALERÍA: Henri Fantin-Latour (Rosas 2)





Por lo demás, pienso tratar en estas breves notas ante todo de la flor,
puesto que en ellas se manifiestan las mayores maravillas.
La Inteligencia de las Flores, Cap XI. Maurice Maeterlinck


La INTELIGENCIA de las FLORES
Maurice Maeterlinck
(Fragmentos)

....."En este momento la tenemos sola en escena [la flor], como una princesa magnífica dotada de razón y de voluntad. Es innegable que parece provista de una y otra; y para despojarla de ellas hay que recurrir a hipótesis muy oscuras. Así está pues inmóvil sobre su tallo, abrigando en un tabernáculo resplandeciente los órganos reproductores de la planta. Parece que no tiene más que dejar que se cumpla en el fondo de ese tabernáculo de amor la unión misteriosa de los estambres con el pistilo, y muchas flores consienten en ello. Pero entre otras muchas surge lleno de terribles amenazas el problema, normalmente insoluble, de la fecundación cruzada. ¿En virtud de qué experiencias innumerables e inmemoriales han reconocido que la autofecundación del estigma por el polen caído de las anteras que lo rodean en la misma corola ocasiona rápidamente la degeneración de la especie?"
[Cap. XI]
....."Y ya, sin alejarnos de casa, he aquí, frecuentada por las abejas, una mata fragante habitada por un mecánico muy hábil. No hay nadie, por poco rústico que sea, que no conozca la buena salvia. Es una labiada sin pretensiones, lleva una flor muy modesta que se abre enérgicamente, como una boca hambrienta, a fin de captar el paso de los rayos del sol. Se encuentra un gran número de variedades, las cuales, detalle curioso, no han adoptado o llevado todas a la misma perfección el sistema de fecundación que vamos a examinar.
.....Pero no me ocupo aquí sino de la salvia más común, la que recubre en este momento, como para celebrar el paso de la primavera, de colgaduras violadas todos los muros de mis terrazas de olivos. Os aseguro que los balcones de los grandes palacios de mármol que esperan a los reyes nunca tuvieron adorno más lujoso, ni más feliz, ni más fragante. Hasta parecen percibirse los perfumes de las claridades del sol cuando es más caliente que nunca, cuando promedia el día...
.....Para venir a los detalles, el estigma u órgano femenino está encerrado en el labio superior que forma una especie de capucha, en la que se encuentran igualmente los dos estambres u órganos masculinos. A fin de impedir que fecunden el estigma que comparte el mismo pabellón nupcial, este estigma es dos veces más largo que ellos, de modo que no tienen ninguna esperanza de alcanzarlo. Por lo demás, para evitar todo accidente la flor se ha hecho protenandra, es decir, que los estambres maduran antes que el pistilo, así es que, cuando la hembra es apta para concebir, los machos ya han desaparecido. Es preciso, pues, que una fuerza exterior intervenga para realizar la unión, transportando un polen ajeno sobre el estigma abandonado. Cierto número de flores, como las anemófilas, confían este cuidado al viento. Pero la salvia, y es el caso más general, es entomófila, es decir, que le gustan los insectos y no cuentan sino con la colaboración de éstos. Por lo demás, no ignora --pues sabe muchas cosas-- que vive en un mundo en que conviene no esperar ninguna simpatía, ninguna ayuda caritativa. No perderá pues su trabajo haciendo inútiles llamamientos a la complacencia de la abeja. La abeja, como todo lo que lucha contra la muerte en este mundo, no existe más que para sí y para su especie, y no cuida para prestar servicio alguno a las flores que la alimentan. ¿Cómo obligarla a cumplir contra su voluntad o al menos inconscientemente su oficio matrimonial? He aquí el maravilloso lazo de amor imaginado por la salvia: en el fondo de su tienda de seda violada destila algunas gotas de néctar, es el cebo. Pero cortando el acceso del líquido azucarado, se alzan dos tallos paralelos, bastante parecidos a los ejes de un puente levadizo holandés. En lo alto de cada tallo hay una gruesa vesícula, la antera, que oculta el polen; abajo, dos vesículas más pequeñas sirven de contrapeso. Cuando la abeja penetra en la flor, para llegar al néctar, debe empujar con la cabeza las pequeñas vesículas. Los dos tallos, que giran sobre su eje, hacen un movimiento de báscula y las anteras superiores tocan los costados del insecto cubriéndoles de polvo fecundante.
.....Inmediatamente después de la salida de la abeja, el resorte de los ejes vuelve el mecanismo a su primitiva posición y todo se halla dispuesto a funcionar con una nueva visita.
.....Sin embargo, eso no es más que la primera mitad del drama; la continuación se desarrolla en otro decorado. En una flor vecina, en que los estambres acaban de mustiarse, entra en escena el pistilo que espera el polen. Sale lentamente de la capucha, se alarga, se inclina, se tuerce, se bifurca, para cerrar a su vez la entrada del pabellón. Yendo al néctar, la cabeza de la abeja pasa libremente bajo la horca suspendida; pero ésta le roza la espalda y los costados, exactamente en los puntos que tocaron los estambres. El estigma bífido absorbe ávidamente el polvo plateado y la impregnación se cumple. Por lo demás, es muy fácil, introduciendo en la flor una pajuela o la extremidad de un fósforo, poner el aparato en movimiento y darse cuenta de la combinación y de la precisión impresionantes y maravillosas de todos sus movimientos.
.....Las variedades de la salvia son muy numerosas; se cuentan cerca de quinientas..[...]. Quizá no se encuentre una sola que no haya modificado algún detalle del mecanismo que acabamos de examinar. [...] No dudo que a quien reuniese las numerosísimas variedades de esta labiada le sería posible reconstruir toda la historia, seguir todas las etapas de la invención, desde el desorden primitivo de la salvia blanca que tengo a la vista, hasta los últimos perfeccionamientos de la salvia oficial (salvia officinalis)."
[Cap XII]

....."Se podrían multiplicar indefinidamente esos ejemplos; cada flor tiene su idea, su sistema, su experiencia adquirida, de la que se aprovecha. Examinando de cerca sus pequeñas invenciones, sus procedimientos diversos, se recuerdan esas interesantísimas exposiciones de máquinas en que el genio mecánico del hombre revela todos sus recursos. Pero nuestro genio mecánico data de ayer, mientras que la mecánica floral funciona desde hace millares de años [millones]. Cuando la flor hizo su aparición en la tierra , no había entorno de ella ningún modelo que poder imitar; tuvo que inventarlo todo. En la época de la clava, del arco, de la maza de armas, en los días relativamente recientes en que imaginamos el torno de hilar, la polea, el cabrestante, el ariete; en el tiempo --como quien dice el año pasado--, en que nuestras obras maestras eran la catapulta, el reloj y el telar, la salvia había construido los espigones giratorios y los contrapesos de su báscula de precisión. [...] ¿Quién sospechaba, hace menos de cien años, las propiedades de la hélice que el arce y el tilo utilizan desde el nacimiento de los árboles? ¿Cuándo llegaremos a construir un paracaídas o un aviador tan rápido, tan ligero, tan sutil y tan seguro como el del amargón? ¿Cuando encontraremos el secreto de cortar en un tejido tan frágil como la seda de los pétalos , un resorte tan poderoso como el que lanza al espacio el dorado polen del esparto? ¿Y la momórdiga o pistola de damas cuyo nombre cité al principio de este pequeño estudio?... ¿Quién nos dirá el misterio de su fuerza milagrosa? ¿Conocéis la momórdiga? Es una humilde cucurbitácea, bastante común en el litoral mediterráneo. Su fruto carnoso, que parece un pepinito, está dotado de una vitalidad y de una energía inexplicables. Por poco que se la toque, en el momento de su madurez, se desprende súbitamente de su pedúnculo por una contracción convulsiva, y lanza a través de la abertura producida por el desprendimiento, mezclado con numerosas semillas, un chorro mucilaginoso, de tan prodigiosa fuerza que echa la semilla a cuatro o cinco metros de su planta natal. El gesto es tan extraordinario como si, en proporción, sacásemos con un solo movimiento espasmódico y lanzásemos todos nuestros órganos , nuestras vísceras y nuestra sangre a medio kilómetro de nuestra piel o de nuestro esqueleto. Por otra parte, gran número de semillas emplean en balística procedimientos y utilizan fuentes de energía que nos son más o menos desconocidas. [...] El tártago es una euforbiácea de nuestros climas, una grande "mala hierba" bastante ornamental, que con frecuencia excede la altura de un hombre. En este momento, tengo sobre mi mesa, en remojo dentro de un vaso de agua, una rama de tártago. Lleva bayas trilobadas y verdosas que contienen las semillas. De vez en cuando, una de las bayas estalla con estruendo, y las semillas dotadas de una velocidad inicial prodigiosa dan por todas partes contra los muebles y las paredes. Si una de ellas os da en la cara, diríais que os ha picado un insecto: tan extraordinaria es la fuerza de penetración de esas minúsculas semillas del tamaño de una cabeza de alfiler. Examinad la baya, buscad los resortes que la animan, no encontraréis el secreto de esa fuerza; es tan invisible como la de nuestros nervios."
[Cap. XIV]

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REFLEXIONES al SOCAIRE de La INTELIGENCIA de las FLORES

Reflexión 2: Competencia, Progreso y Regresión
.....El ser humano ha acuñado una expresión para explicar y justificar esta especie de competencia que se establece entre los seres vivos por lograr su viabilidad, por conseguir su parcela de posibilidad, a esta competencia se la ha llamado: Lucha por la Vida. A veces esta lucha se convierte en colaboración necesaria, otras veces en reparto del escenario, pero lo más común, lo que mejor responde a esa expresión es la disputa por los mismos ámbitos existenciales. Gana quien mejor se adapta, quien posee las armas más formidables, los instrumentos más adecuados, las soluciones más eficaces. Los perdedores desaparecerán, si no son capaces de experimentar una adaptación que los haga superar a sus competidores. La naturaleza, cuyo objetivo parece ser, como hemos visto, ensayar todas las formas de existencia posibles en unas condiciones dadas, ha ido rellenando todos los nichos factibles de ser ocupados por nuevas formas vivas (o muertas); así podemos observar, en esta tierra que nos sirve de laboratorio de pruebas, su ilimitado impulso, su denodado esfuerzo, contándose por millares y millares las especies que lo pueblan en sus tres reinos. Especies que en su mayoría no parecen permanecer invariables a lo largo del tiempo, sino que van variando, adaptándose, a las nuevas condiciones que sus mismos cambios promueven en el medio. ¿Es esto inteligencia? ¿Por qué no considerarlo así? Todos esos modelos que Maeterlinck nos muestra, en unos organismos aparentemente simples, como son las plantas, ¿no demuestran que algo hay semejante a una inteligencia ordenando, estructurando, modificando, inventando, ensayando, desechando o adoptando, hasta conseguir el éxito que aboque a la posibilidad realizada? ¿Qué es sino la Vida? ¿Qué la inteligencia? ¿Se considera más inteligente el hombre que no logra sino defectuosos productos miméticos en sus logros tecnológicos? ¿Ha sido capaz el ser humano de crear un ser vivo? Ni tan siquiera ha podido generar una modificación clónica con éxito. ¿Es esto inteligencia? ¿Es más inteligencia que esta infatigable labor de incontables éxitos continuados a los que la naturaleza nos tiene acostumbrados? Una simple división celular, eso, sin la contribución de la naturaleza, al hombre le es imposible conseguirlo.

.....Todo compite con todo para hacerse hueco en la vida. Somos proclives a la síntesis, estructuramos, por ejemplo, la cadena trófica como una pirámide, en cuya cúspide nos hemos colocado nosotros. Y de este hecho --incierto, por no decir falso-- se ha derivado la errónea conclusión de que somos poco menos que los reyes de la creación (sea lo que sea que esto quiera decir), con derecho a dominar y disponer de todo cuanto se encuentra por debajo de nosotros. No parecen ser las cosas así en la naturaleza, más allá del estrecho ámbito antropológico. La vida existía ya desde hacía millones de años antes de que el ser humano apareciese sobre la faz de la tierra, con la absurda pretensión de cambiársela él solito, asistido por la inestimable ayuda de su locura megalómana. Mas, aun así, ese afán de competencia intrínseco a todo lo que vive, también se expresa entre los individuos de la misma especie. El hombre es un lobo para el hombre, no un hombre, -nos diría Plauto-, si desconoce al otro (y aunque lo conozca puntualizaría yo, si le disputa un mismo objetivo). Hobbes llevaría este aforismo a su más extrema significación en su Leviatán, instalando al egoísmo como base de la motivación del ser humano. Mas este egoísmo reconoce la necesidad de la asociación de intereses para prevalecer sobre un medio hostil, que ofrece resistencia al éxito como especie (de aquí la nostalgia del Paraíso, y la idea de la culpabilidad, del pecado que condenó a la lucha sin cuartel por la vida). De hecho se debe a este carácter social de la especie humana gran parte de su prosperidad y sus logros. Pero la evolución no ha hecho desaparecer la atávica ley : competirás por tu vida. Y competir por la vida es asegurarse la continuidad, no sólo de la propia existencia, sino de la propia sangre. Todas las especies pugnan con las demás por los nichos disponibles, pero, además, los individuos de la misma especie pugnan entre sí por la primacía, por el poder que dé lugar al dominio y al éxito. Los más aptos ganarán, su descendencia compartirá privilegios; los menos aptos habrán de conformarse con coadyuvar al éxito de la especie, también al de los privilegiados. Con las sociedades democráticas este estado de desequilibrado equilibrio parece modificarse, pero no es más que ilusión: no se reparte el privilegio sino que se viste de seda la miseria para alimentar con ella a los encargados de seguir manteniendo el status quo que siempre, siempre, desde el origen de la vida, ha imperado. Lo demás es engañarse, por más piadoso que sea el engaño.

.....Por momentos parece que estuviéramos, en el presente, construyendo o ensayando un nuevo paradigma, en el que la competencia feroz y el egoísmo --aun el soterrado, o el disfrazado de bien común-- dieran paso a una opción real y verdaderamente colaboracionista. La globalización parecía indicar esto, pero, por ejemplo, los Derechos Humanos no han avanzado un ápice en numeroso estados, algunos de los cuales son poderosos estados emergentes. Las desigualdades no sólo no desaparecen sino que se democratiza la pobreza. Los privilegiados son cada vez más, y gozan de mayores privilegios. Las cosas no han cambiado, sólo se han sutilizado, se han sofisticado. Los esclavos de hoy en vez de cadenas sufren la tiranía de las hipotecas, de los empréstitos de por vida, aunque en sus celdas parezcan gozar de libertad, aunque en su prisión --de altos muros invisibles, pero no por ello menos infranqueables-- gocen de coches que los llevan y los traen a ningún sitio, dispongan de pantallas de plasma por las que contemplar el mundo (sofisticación de los exiguos ventanucos de los calabozos), y en la que el patio de recreo ofrezca mil y una diversiones enajenadoras, todo para que parezca que el esclavo no lo es. Pero lo sigue siendo, y, desgraciadamente, estamos viviendo una época que corrobora todo este aserto. De esta crisis global que los países desarrollados están sufriendo no se saldrá más libres, sino menos; estamos en uno de esos momentos en que parece que la adaptación a los cambios que nosotros mismos hemos inducido supondrá una regresión y no un progreso.

.....Se habla de valores perdidos, se cuestiona la ética y se vuelve los ojos hacia la moral, el sentido religioso --espúreo-- parece crecer imparable, la corrupción (el egoísmo hobbesiano del homo homini lupus) cabalgante que se vive a todas las esferas amenaza con reventar por las costuras ese paradigma hacia el que parecía tenderse (de mayor igualdad, de mayor libertad, de un reparto más justo de la riqueza), como si al desaparecer los cercados, y poner en contacto los diversos rebaños, el instinto de los lobos hubiera recobrado fuerza, e incluso muchas ovejas de forma kafkiana hubieran transmutado su naturaleza tornando su rizado vellocino por hirsuto y fosco pelo, su conformismo estúpido por un apetito voraz e insaciable. Nunca pareció haber tantos lobos como ahora (lobos humanos, que nada tienen que ver con los que recorren tundras, bosques y collados). El progreso de la especie parece serlo en todas las direcciones a la vez, es algo que está, también, en el carácter de la vida, en su impulso ciego en busca de la posibilidad, carente por completo de connotaciones morales o éticas, ni siquiera finalistas, no las tiene; la vida no busca un fin, sino perpetuarse infinitamente en un principio que es ocasión de una nueva posibilidad. El progreso, en la naturaleza (incluida la humana) busca el éxito, no ganarse el reino de los cielos, ¿podrá el ser humano cambiar este estado de cosas? Creo ingenua la respuesta afirmativa.
.....Pero si la vida es progresión constante, ensayo perpetuo, cascada inagotable de posibilidades, cuando se producen estados de regresión (que, de todas formas, serán estados que no hollarán donde ya hollaron; nunca nada repite ensayos fallidos, aunque pueda dar la impresión de que se retrocede en el aparente decurso evolutivo), estos estados de regresión, ¿no formarán parte también del progreso con que la vida administra sus opciones, sus soluciones, con tal de abrirse paso y seguir con su empeño irrefrenable por ser? El ser humano es poca cosa para influir en el devenir de la existencia, de la naturaleza. Todo lo más puede ser verdugo de sí mismo, pero la existencia continuará, y quizá ensayará otro ser que enmiende presentes errores; un ser cuya conciencia no sufra los efectos del desgarro con que el ser humano siente su ser; un ser cuya conciencia sea capaz de librarse del miedo: a la muerte, a ser, a ser parte de un todo, donde el otro no será ya un rival o un competidor, sino un puente a una conciencia aún más amplia.

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GALERÍA


Henri Fantin-Latour
1836-1904


FLORITURAS (3)

Rosas 2
1886-1902
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A Large Bouquet of Roses, 1886
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Roses, 1886
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Roses, 1887
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Roses in a Vase, 1888
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Bowl of Roses, 1889
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A Basquet of Roses, 1889
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Roses and Stemmed Glass, 1889
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Dark roses on light background, 189
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Roses, 1891
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Roses in a Vase, 1892
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Roses, 1894
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Roses, 1894
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Roses, 1894
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Bouquet of Roses, 1902
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Yellow Pink Roses in a Glass Vase
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Roses
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Roses
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Roses
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Roses
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Roses
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Roses in a Glass Vase
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Roses lying on Gold Velvet
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White and Pink Roses
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White Roses
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White Roses and Roses in a Footed Glass
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