lunes, 26 de marzo de 2012

El duelo




.....El sol había recorrido ya más de las dos terceras partes del arco que desde el alba describe en la bóveda celeste hasta su ocaso. Apenas retazos diseminados de nubes altas sobre el fondo azul celeste no enturbiaron la luminosidad de aquel día primaveral. Eso quería decir que los rayos habían incidido durante todo el día, primero desde un lado y luego desde el otro, en sus rostros: Kojiro, empuñando su gran espada nodachi, al Norte; Musashi, con la espada y la daga habituales en él, al Sur. Cada varios minutos de inmovilidad total, los ojos clavados en los ojos, intentando traspasar la coraza impasible de que ambos hacían gala, cambiaban, muy len-ta-men-te, de posición. Para ello, los pies, más que trasladarse de un sitio a otro elevándose del suelo, se deslizaban sin apenas perder contacto con él, como si al hacerlo  —perder contacto con el suelo— hubieran mostrado un signo de debilidad; como si de la tierra les viniera —como a aquel lejano Gigante de la mitología griega— la fuerza y el dominio. Ninguno de los dos demostró el menor resquicio en su guardia, la más mínima rendija en su atención vigilante. Basculaban mesuradamente su peso de uno a otro pie, al tiempo que los brazos bajaban de una posición alta a una baja, o de una adelantada a otra retrasada. Las curvas espadas, sutilmente ceñidas con los dedos meñiques de ambas manos, describían sus propios recorridos sinuosos sin apenas hendir el aire. El sol se bañaba en aquellos feroces filos mansamente, y ferozmente salía de ellos con destellos que no hacían parpadear los impertérritos ojos de aquellos hombres. Si dijera que llevaban varias horas privados del necesario parpadeo quizá mintiera, pero lo cierto es que nadie que contemplara la escena con atención lo hubiera podido captar. Parpadear podría ser fatal: la señal que disparara el ataque definitivo... pues aquellos dos ronin acostumbrados a jugarse la vida en duelos singulares sabían que solo habría una acometida, a resultas de la cual uno de los dos (o quizá ambos) rodaría por el suelo fatalmente herido.

.....En su mente se libraba la verdadera lucha, pues su corazón hacía ya mucho tiempo que lo tenían completamente controlado, sino no se encontrarían ahora allí, manteniendo el duelo que sabían les estaba destinado. Los dos llevaban en su cuenta más de dos docenas de estos encuentros de los que habían salido airosos sin el más somero corte que comprometiera sus vidas; eso sería del todo imposible sin un control absoluto sobre sus emociones (y no lo digo por el miedo, por supuesto, sino por otras emociones más determinantes para un samurai: la impaciencia, la ira, la compasión, el desdén, el orgullo desmedido, la vanidad,... Todas ellas sembraban asiduamente las palestras de cadáveres).
.....Sasaki Kojiro, apodado Ganryu, unos años más joven que Musashi (y más alto también), poseía, a primera vista, un carácter agradable fundamentado en una cortesía natural, no forzada, que brindaba siempre con una bella sonrisa. Samurai sin señor —es decir, ronin— vagabundeaba por los caminos y las ciudades buscando perfeccionar su arte y su alma (es decir, su espada).
.....Miyamoto Musashi, en cambio, más bajo de estatura pero más fornido, era el prototipo de hombre impasible, de gesto duro y frío, pero con una chispa en los ojos que demostraba un atisbo de intensa pasión (controlada con no poco esfuerzo) tras ellos. Allí adentro, en el poderoso pecho contra el que se habían estrellado las más poderosas espadas de aquel tumultuoso Japón de la Era Momoyama (que a la postre finalizaría con la unificación de Ieyasu Tokugawa, en el periodo Edo) latía la determinación y la seguridad de quien se sabe nacido para no morir a manos del hombre: como un Aquiles o un Sigfrido oriental, pero sin talón u hoja fatales que propiciaran un punto débil, sabía que el punto débil afloraría en el mismo momento que perdiera aquella absoluta confianza en sí mismo.

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.....Esa era la lucha que ahora mantenía. En frente se encontraba alguien que conocía perfectamente su alma irreductible. Kojiro sabía qué táctica emplear, qué estrategia desarrollar; con ello le mostraba que era un buen luchador, quizá el más fenomenal contra el que se hubiere topado hasta ese momento. Ganryu, el iluminado, poseía lo que nadie le había mostrado antes: ausencia de motivación. No es que le diera igual ganar que perder, no deseaba morir, por supuesto, pero no temía a la muerte. Y no solo eso, se enfrentaba a él, a Miyamoto Musashi, del poderoso clan Harima, el más famoso espadachín y vencedor de más de treinta combates, por la única razón de que debía hacerlo. No tenía un motivo concreto, no buscaba fama, tampoco prestigio, ni venganza. Nada le había hecho, ningún perjuicio, ninguna ofensa, aquel formidable luchador: combatía con él porque debía seguir aprendiendo, conociéndose, indagar en el fondo de su mente y de su alma cuáles eran sus límites, hasta dónde era capaz de llegar en la progresión de su arte. Se enfrentaba a quien podía matarlo porque ya no quedaba nadie más con quien hacerlo. Esta ausencia de motivación, esta disposición completamente libre de prejuicio, era lo que le hacía parecer a los ojos de Musashi como el más peligroso de cuantos contendientes éste había conocido. Sin motivación, sin esperanza en lograr un objetivo, era mucho más difícil hallar un hueco, una rendija, una zona endeble en su guardia. Por eso llevaban varias horas sin apenas moverse, cambiando la guardia intentando descubrir la oportunidad para el ataque letal. Aún no la habían encontrado. Aquellas dos almas no ofrecían fisuras, pese al sol en los ojos, pese al viento ocasional, pese a las moscas que de vez en vez se posaran en sus rostros nimbados por el sudor.

.....Los hototogitsu (que en occidente llaman cuclillos) dejaban oír su monótono sonido aflautado desde el cercano pinar centenario. El Bosque de Hachiman se encontraba  a menos de doscientos pasos del campo de duelo; un bosque que ya había visto otras muchas veces guerrear a los hombres, y que aquel día, cuando el viento se levantaba, parecía comentar con sordos murmullos tan singular combate.
.....El sol estaba a punto de tocar el horizonte. Pero los dos ronin no cejaban. Seguían disputando un pulso de mente contra mente. Aquellos cuerpos hábiles, diestros como ninguno, capaces de moverse con la velocidad de la cobra, con la implacable precisión de una mantis, permanecían casi inmóviles, o moviéndose con la parsimoniosa cadencia de un improbable mundo al ralentí. Su respiración tenue y profunda, inmanente a su tremenda fuerza interior, unida indisolublemente a su concentrada voluntad, era imposible de detectar. Nada mostraba agitación allí: en aquellos pechos, en aquellas narinas; hubiera sido otra señal de debilidad. Por la respiración se penetraba en el contrincante mejor que a través de un portalón en una fortaleza soberbiamente defendida. Para la destreza a la que habían llegado aquellos dos hombres, un latido a destiempo, una sístole más potente que otra, una leve dilatación de las fosas nasales, un ligero temblor en la mejilla, un tic en la comisura de los labios, sería suficiente: el destello se produciría, los cuatro metros que los separaban se neutralizarían como si nunca hubieran existido, y el reconocible sonido del tajo y de la carne hendida se produciría, señalando el fin. Y vuelvo a repetir: no era el temor a la muerte lo que impedía la acometida, sino la maestría, la perfección, la búsqueda de la culminación a toda una vida entregada a domeñar la debilidad de un alma que se sabe efímera y mortal. Se quería, se buscaba, la obra definitiva, la perfecta acción, la más pura: una, la del que se lanzara al ataque tras entrever la oportunidad (quizá la debilidad, quizá la treta); otra, la del que, a pesar de perder la iniciativa (o concediéndola), extrajera del atacante el momento de debilidad de su ataque, y con seguridad, con precisión, descargara el golpe fatal desde el bucle vertiginoso de la esquiva.


.....Las dos mentes en blanco. Sin consentir la más mínima distracción, sin permitirse un pensamiento que los sacara de la actitud concentrada. La mente como la luna, la mente como el lago. Solo la más tranquila superficie del lago es capaz de reflejar hasta el mínimo detalle el rostro de la luna. Solo una mente aquietada puede leer en otra mente la más mínima fluctuación. Esto era algo que, también, ambos sabían. Estaban combatiendo: cuerpo contra cuerpo, en la relajada tensión y el sigilo; mente contra mente, en la activa quietud y el enfoque concentrado; pero también se encontraban fundidos en una recíproca meditación, una especie de danza de las almas oficiando su sacrificio en el altar de la existencia: la muerte solo era un invitado más que acudiría cuando fuese convocado.
.....Existe una leyenda que habla del destello verde del sol (ese extraordinario y raro último rayo emitido por la estrella al ocultarse tras el horizonte) como una puerta por medio de la cual se accedería a otra dimensión, a otro plano de la existencia, donde el mismo astro rey se mostraría de un color entre azul turquesa y esmeralda, y donde las cosas todas están allí reflejadas como carencias de las que se producen en el mundo real de las apariencias; otros hablan, en cambio, de las mismas puertas del Paraíso que al abrirse dejan entrever la luminosidad de los bosques celestiales.
.....El hecho es que el desenlace del duelo se desarrolló en el lapso de apenas dos segundos, y fue de la siguiente manera: cuando ya las sombras, de tanto estirarse, comenzaban a desaparecer y los dos duelistas se preparaban para aguzar sus sentidos a la luz de luna —una luna que en ese momento ya aparecía, en un cielo aún azul, con su disco de bruñida plata—, el sol, antes de despedirse, envió su destello verde a los ojos de Kojiro, quien fue deslumbrado momentáneamente por la belleza del rayo, su mente bañada repentinamente por una luz esmeraldina. En ese preciso instante otro rayo —este argentino— se descargó ante él, silencioso, mortífero. Aún impresionado por el inusitado y bello deslumbramiento verde Kojiro respondió... sus manos se movieron con la velocidad de la luz: su golpe secreto, el corte de la golondrina giratoria —Tsubame Gaeshi (de arriba abajo, y, quebrando el aire, otra vez hacia arriba) se descargó hacía aquel rayo que se le venía encima...

.....Kojiro sintió cómo, sin solución de continuidad, aquel cielo verde, aquella puerta hacia la eternidad, comenzaba a teñirse poco a poco de rojo: un pulsátil velo carmesí se corría sobre sus ojos e iba cubriendo su conciencia. En su boca se hizo presente el sabor acre de la consumación. Un instante después la tierra le golpeó la cara, y entonces, solo entonces, escuchó el trueno —terrible bramido de naturaleza sobrehumana— emitido por aquel rayo tras golpearlo con la precisión y la eficacia mortal de un dios guerrero. Kojiro sabía que aquel rayo verde era un camino hacia su destino, pero la vida, antes de abandonarle, aún le reservaba su recompensa, el merecido premio a una existencia entregada a la búsqueda de la perfección pura, incontaminada de interés, solo enfocada en la belleza del gesto sublime, en la asunción de la muerte inherente a la vida como una etapa más de su desarrollo... Cuando, en un postrero intento por registrar la imagen de las cosas de este mundo, apareció ante él el rostro de su rival, de su compañero en la búsqueda, del hombre que le había proporcionado su última enseñanza, y contempló el corte de su frente que había sajado su cinta del pelo —el hachimaki— y por el que fluía un hilo de roja sangre, comprendió que había alcanzado su objetivo: al fin, el intocable fue tocado; el invencible, herido. Él, Kojiro Sasaki, Ganryu, el iluminado, había alcanzado la más alta excelencia que un hombre podía alcanzar en el Arte de la Espada; la herida en la frente del Semidiós de la Guerra, así lo demostraba. Solo Amaterasu —el sol— decidió que no ganara aquel combate; algo que podrían atestiguar tanto Tsukuyomi —la luna— como Susanowo —el viento—, quienes contemplaron los pormenores del desenlace desde sus tronos forjados en éter e imaginación.
.....Para Shinmen Musashi no Kami Fujiwara no Genshin, más conocido como Miyamoto Musashi, y tenido por semidiós, aquel fue su último duelo. Abrazó la fe budista, con la que sin duda coincidía su sentir, y se retiró a una vida de meditación y estudio en las montañas, habitando la Cueva de Reigendo. Allí escribiría su famoso tratado de estrategia y táctica, el famoso Go-rin no sho —El Libro de los Cinco Anillos—, donde explicitaría sus conocimientos en el Kenjutsu, y que tan valioso llegaría a ser en toda disciplina y arte de combate posteriores. En él se enseña que el hombre más fuerte es aquel que no tiene necesidad de demostrarlo, y que el enemigo más feroz lo lleva cada ser humano en su propio corazón.

(Nota del Autor: este relato está basado en hechos reales; los personajes lo son y el duelo entre ellos también. Solo se han re-interpretado detalles referentes al escenario y las armas, alejándose en mayor o menor medida de la leyenda canónica; la que, de todas formas, no deja de ser una leyenda. Quizá haya más verdad en este relato que la transmitida hasta la fecha).


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GALERÍA
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Arte Ukiyo-e
(grabados polícromos en madera)
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Representaciones de Miyamoto Musashi (1584-1645)
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Miyamoto Musashi, from the series Biographies of Our Country's Swordsmen (Honchô kendô ryakuden). Utagawa Kuniyoshi.
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Musashi en fantástico combate singular con una ballena - Utagawa Kuniyoshi
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Miyamoto Musashi, from the series Five Heroic Men (Eiyû gonin otoko). Utagawa Hiroshige
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Musashi defendiendo a una Dama - Kuniyoshi (¿?)
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Musashi luchando con Bokuden (Miyamoto Musashi, from the series Lives of Remarkable People Renowned for Loyalty and Virtue (Chûkô meiyo kijin den)Utagawa Kuniyoshi
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Un monje budista pone ante el espejo a Musashi - Ichiyusai Kuniyoshi
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Miyamoto Musashi con el boken - Utagawa Kuniyoshi
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Miyamoto Musashi como Niten (dos espadas) - Utagawa Kuniyoshi
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The famous swordsman Miyamoto Musashi battling with a mountain hermit 
who has turned into a monster (BM). Utagawa Kuniyoshi
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The famous swordsman Miyamoto Musashi battling with a mountain hermit
who has turned into a monster (MFA)
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Miyamoto Musashi Subdues a Pack of Wolves in the Mountains of Hakone in Sagami Province, Displaying His Marvelous God-given Ability, and Meets Sekiguchi for the First Time (MFA). Utagawa Kuniyoshi
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Musashi matando un monstruo con forma de cocodrilo - Utagawa Kuniyoshi
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Misho Gonnosuke retando a un duelo a Miyamoto Musashi - Kunichika
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Musashi luchando con un monstruoso murciélago - Utagawa Kuniyoshi
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Musashi derrotando a varios rivales con los dos boken (espadas de madera) - Yoshitaki Tsunejiro
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Bingo Province: (Arashi Kichisaburô III as) Ijin and (Kataoka Nizaemon VIII as) Miyamoto Musashi, from the series The Sixty-odd Provinces of Great Japan (Dai Nippon rokujû yo shû) (MFA). Utagawa Kunikazu
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Kataoka Nizaemon VIII and Ichikawa Danjuro VII as Kasahara Shinzaburo and Miyamoto Musashi (FAMSF). Utagawa Toyokuni
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Musashi vs Bokuden - Tsukioka Yoshitoshi
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Miyamoto Musashi Masana and the Old Man of Kasahara (Kasahara okina), from the series Modern Parodies of Genji (Imayô nazorae Genji) (MFA). Ochiai Yoshiku
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Woodblock print, chuban tate-e. Miyamoto Musashi stepping on the head of a crocodile-like creature (yamazame).
Musashi luchando con un cocodrilo (BM). Utagawa Yoshitoshi
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Musashi luchando con Shirakura Dongoemon - Utagawa Kuniyoshi
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Musashi cortando las alas a una criatura llamada bake Yamabushi - Kuniyoshi
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Musashi "cortando" a un tengu (demonio) - Tsukioka Yoshitoshi
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Miyamoto Musashi, from the series One Hundred Ghost Stories from China and Japan (Wakan hyaku monogatari) (MFA). Tsukioka Yoshitoshi
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Musashi matando a un murciélago - Tsukioka Yoshitoshi
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Miyamoto Musashi y el murciélago gigante, U. Kuniyoshi
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Clearing Weather (Seiran): Miyamoto Musashi, from the series Selected Eight Views of Combat (Mitate hakkei) (MFA). Utagawa Kuniyoshi
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At Ganryûjima in Kyûshû, Miyamoto Musashi Fights Sasaki Ganryû (Kyûshû Ganryûjima ni oite Miyamoto Musashi Sasaki Ganryû shiai zu) (MFA). Utagawa Yoshitora
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Actors Mimasu Baisha I as Sasahara Shinzaburô and Arashi Rinosuke I as Kiso no Dôji (R), and Arashi Rikaku II as Miyamoto Musashi (L), in the play Ganryûjima. (MFA). Kinoshita Hironobu I
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Miyamoto Musashi. Kunisada
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Sanyushi, Minamoto Musashi 三勇士,宮本武蔵 / Koto nishiki imayo kuni zukushi 江都錦今様国盡 (Modern Style Set of the Provinces in Edo Brocade). Utagawa Kuniyoshi
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Shinano Province: Miyamoto Musashi Masana, from the series The Sixty-odd Provinces of Great Japan (Dai Nihon rokujûyoshû no uchi). Utagawa Kunisada
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 Actor Arashi Rikan as Miyamoto Musashi, journeying through the snow with his boy attendant (BM). Utagawa Kunihiro
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View of the Seacoast at Kokura in Buzen Province: Ganryûjima, Grave of Miyamoto Musashi (Buzen Kokura ryô kaigan kei, Ganryûjima, Miyamoto tsuka), from the series One Hundred Famous Views in the Various Provinces (Shokoku meisho hyakkei)(MFA). Utagawa Hiroshige II
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View of the Seacoast at Kokura in Buzen Province: Ganryûjima, Grave of Miyamoto Musashi (Buzen Kokura ryô kaigan kei, Ganryûjima, Miyamoto tsuka), from the series One Hundred Famous Views in the Various Provinces (Shokoku meisho hyakkei)(BM). Utagawa Hiroshige II
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Explicación de las siglas:
MFA: Museum of Fine Arts (Boston)
BM: British Museum
MFASF: Museum of Fine Arts of San Francisco (Legion Honor)
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